CINE › LA COMPETENCIA ABRIO CON “MY BLUEBERRY NIGHTS”, DE WONG KAR-WAI
El nuevo film del director de Happy together explora las ambiguas sensaciones que se disparan en dos personajes quebrados por el amor. Hasta el clima de Cannes colaboró para una inauguración acorde con el aniversario.
› Por Luciano Monteagudo
Desde Cannes
“Bienvenidos a Sarkozia”, tituló ayer el matutino Libération, augurando un período oscuro para Francia. Pero mientras en París el inicio de la era Sarkozy bien puede imaginárselo gris, en Cannes el comienzo de la fiesta fue en technicolor: parecería que los dioses de la naturaleza se pusieron de acuerdo para celebrar el 60º aniversario del festival. En el primer día, el sol brilló bien alto, el azul profundo del Mediterráneo le hizo honor a su fama y el aire puro y el verde intenso de las colinas de la Provence confirmaron a la primavera en su apogeo. El presidente del festival, Gilles Jacob –que a diferencia de Jacques Chirac no piensa despedirse de su puesto–, no pudo haber pedido más. Después de todo, él también eligió para este comienzo una auténtica fiesta de los sentidos: My Blueberry Nights, la primera película hablada en inglés del gran cineasta hongkonés Wong Kar-wai, protagonizada por Jude Law y el debut como actriz de la cantante Norah Jones.
Después de muchas dudas, el director de Felices juntos y Con ánimo de amar dio el salto y posó su mirada a los Estados Unidos, pero sin dejar de ser fiel a sí mismo, como si su nueva película fuera otra variación de In the Mood for Love y su continuación, 2046, un film que vuelve sobre sus temas predilectos: los desencuentros del amor, el dolor de ciertos recuerdos, la ciudad y la noche como refugio de los amantes quebrados. El hilo conductor ahora es Elizabeth (la mediática Jones), que llega a un típico dinner neoyorquino buscando a quien ella aún piensa que es su pareja. Pero ese hombre ya no está, aparentemente se fue con otra mujer. Y a Elizabeth sólo le queda volver una y otra noche, para encontrarse siempre con Jeremy (Jude Law), un barman que admite que no conoce a la gente por su nombre sino por lo que pide en la barra. A partir de allí, uno y otro empezarán a desnudar su intimidad, lo que no le impide a Elizabeth iniciar un viaje de educación sentimental, en busca de sí misma: primero en Memphis, donde es testigo de una trágica historia de amor que pudo haber sido la suya (la de Rachel Weisz y David Straithorn), y luego en Las Vegas, ciudad-trampa por excelencia donde se hace amiga de una jugadora profesional (Natalie Portman) que intenta enseñarle infructuosamente a desconfiar de la vida.
“A veces, la distancia tangible entre dos personas puede ser mínima, pero la distancia emocional es enorme. My Blueberry Nights es una mirada a esas distancias, desde varios ángulos”, declaró Wong Kar-wai en la multitudinaria conferencia de prensa que siguió a la primera proyección de la película, que tuvo recién su corte final apenas dos días atrás, en Los Angeles. “Quería explorar esas separaciones, tanto figurativamente como literalmente, y recorrer la extensión que lleva a sobreponerse a ese dolor.” Para conseguirlo, WK-w apela por primera vez al formato Cinemascope, como si quisiera extender sobre la enorme pantalla del Palais des Festivals no sólo la distancia de sus amantes, sino también el paisaje de los Estados Unidos. Un paisaje que para el director de Chungking Express es fundamentalmente mental, referencial, hecho de canciones y de imágenes, de una cultura que no es la suya pero que WK-w es capaz de aprehender con la misma facilidad con que se adueñó de Buenos Aires en Happy Together.
Para un director que concibe su cine a partir de tonos, de texturas, la primera referencia aquí es, claro, la pintura de Edward Hopper, sus bares solitarios, sus calles desiertas, sus personajes bañados por una triste luz de neón. Pero a ese realismo metafísico de Hopper, WK-w le impone su visión barroca, su manierismo, su proliferación de brillos y reflejos, lo que da como resultado un film mucho más interesante como experiencia plástica que como materia dramática, algo por otra parte cada vez más frecuente en su cine.
Escrito en colaboración con el novelista Lawrence Block (“Me pareció muy apropiado pedirle a un autor de novela negra que escribiera una historia de amor”), My Blueberry Nights por momentos recuerda la dramaturgia de Sam Shepard, desde Fool For Love hasta Paris, Texas, con esas parejas condenadas, que no pueden vivir juntas, pero tampoco separadas. Pero a diferencia de la experiencia estadounidense de Wenders, por ejemplo, el film de WK-w –que también convocó para su banda de sonido a Ry Cooder– prefiere los espacios cerrados, esos laberintos visuales en los que el director suele apresar a sus amantes.
“Wong Kar-wai es un hombre de gran clase, que representa la modernidad en el cine contemporáneo y en la escuela de Hong Kong, muy amplia de espíritu y abierta al cine estadounidense en particular, al mismo tiempo que auténticamente china.” Esa definición de Gilles Jacob explica muy bien por qué WK-w es uno de los directores predilectos de Cannes: un cineasta cosmopolita para un festival que, desde hace 60 años, insiste con hacer del cine un lenguaje artístico universal.
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