Sábado, 14 de julio de 2007 | Hoy
CINE › CARLOS ECHEVERRIA Y UN DOCUMENTAL CLASICO
Juan, como si nada hubiera sucedido se verá por Canal 7, a 30 años de la desaparición de Juan Herman y a 20 de su filmación.
Por Oscar Ranzani
En 1977, mientras la dictadura secuestraba gente por todos los rincones del país, Juan Marcos Herman –22 años, oriundo de Bariloche– estudiaba Derecho en Buenos Aires. A mediados de ese año, Juan había decidido pasar sus vacaciones de invierno junto a sus padres, en su ciudad natal. En la madrugada del 17 de julio de 1977, un comando irrumpió en la casa familiar: Juan había salido por la noche, pero cuando llegó fue secuestrado y sus padres nunca volvieron a verlo. Este es el único caso que se conoce hasta el día de hoy de una desaparición en Bariloche durante la dictadura militar. Sobre este caso, el cineasta Carlos Echeverría realizó su notable documental Juan, como si nada hubiera sucedido, del que se cumplen veinte años de su realización.
Echeverría tuvo el coraje de realizar esta película en tiempos en que la democracia generaba las leyes de impunidad que beneficiaron a los represores. Pero no es el director quien entrevista a los padres y amigos de Juan y a un grupo de militares y miembros de las Fuerzas Armadas de aquel entonces: siguiendo una profunda investigación de Echeverría, quien aparece en pantalla es el periodista barilochense Esteban Buch, quien, casi como un detective, va desenrollando la madeja de impunidad que aún existe. Aunque Echeverría se muestra esperanzado: “Desde el 14 de junio de 2005, con la derogación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, es posible hacer una presentación para que se investigue y esclarezca el secuestro de Juan y se localice a los responsables. Hasta ahora, no se hizo nada al respecto, aunque es posible para asociaciones e instituciones en general y para la Justicia también ya que el delito continúa”, confirma el realizador a Página/12.
Echeverría empezó a filmar en 1984, pero reconoce que “la idea se fue construyendo en mi cabeza mientras estaba estudiando en la Escuela de Cine de Munich”, hasta que finalmente Juan, como si nada hubiera sucedido “fue mi tesis”, relata el director, cuya película no estrenada comercialmente (sólo se vio en festivales, circuitos alternativos y en la Sala Lugones) se proyectará hoy a las 14 en el Malba (Figueroa Alcorta 3415) y se emitirá el martes a las 22 por Canal 7, en el ciclo Ficciones de lo Real, que conduce Diego Brodersen. Precisamente ese día se cumplen treinta años del secuestro de Juan Herman.
–¿Cómo se enteró de este caso?
–Estaba haciendo el servicio militar. Como había fallecido mi mamá, había faltado una semana o diez días. Y cuando me reintegro escucho un comentario entre la gente del lugar –eran de Prefectura– sobre un secuestro en Bariloche. Después me lo confirmó mi papá, porque el doctor Herman (padre de Juan) y mi padre en un momento fueron los dos únicos médicos en El Bolsón, a fines de los ’40, y después habían sido colegas en el Hospital de Bariloche. Los dos se conocían. A través de mi papá me fui enterando más o menos si había una noticia o no, cuál era la situación que estaba pasando la familia mientras yo estaba estudiando en Alemania.
–¿El documental lo terminó después de la sanción de la Ley de Punto Final?
–Mientras lo estaba editando se sancionó la Ley de Punto Final. Y lo estrené cuando se estaba preparando la de Obediencia Debida. Por eso termina con las fotos del levantamiento de Semana Santa que trajo como consecuencia la Ley de Obediencia Debida.
–¿Qué significó para usted haber realizado una película tan simbólica sobre el tema de los desaparecidos justo en ese momento?
–Era la función que yo tenía que cumplir en su momento. De todas maneras, no dejé de sentir impotencia como ciudadano. Después, lo que me dejó muy preocupado en ese momento fue el miedo que había, especialmente después de Semana Santa. Cuando yo estaba elaborando el montaje de la película y los textos tuve relación con gente que tenía salas de cine o lugares de proyección. Y estaban medio ansiosos por proyectarla. Pasó lo de Semana Santa y nadie quería saber más nada de proyectarla ni de verla en ningún lado. Y de hecho, la primera vez que se mostró por televisión en el año ’88, a Rogelio Parolo, presentador de un programa de televisión de Tucumán, que fue donde se proyectó, a los pocos días de presentar la película en la televisión le volaron parte de la casa con una bomba; aparentemente, gente ligada a la policía del conocido Malevo Ferreyra, que tenía vinculación con Bussi y con la gente de la represión en Tucumán. Por otro lado, en Tucumán tuvo mucho interés la película, porque algunas de las figuras más importantes en cuanto a jerarquía militar que aparecen en el film tuvieron una actuación importante en la represión antes del caso de Juan, en Tucumán.
–¿En qué medida el caso de Juan es representativo de otros?
–En el destino común de ser víctimas de la dictadura. En algún momento, cuando estaba preparando la película o en momentos previos, pensé en abordar otros casos. Porque de otros casos tenía la oportunidad de reunir mayor información acerca de la persona misma. Si bien hay mucha información sobre Juan en la película, quizás es toda la que hay. Y con otros casos hubiera tenido más. Pero al conocer más mi ciudad y justamente durante la dictadura, sentí que a través del caso de Juan podía radiografiar, además de la búsqueda detectivesca del caso del desaparecido en sí, cuál había sido la conducta social de toda la comunidad. Especialmente de aquellas personas que tenían poder y responsabilidad.
–El film parece interpelar a esa sociedad que se calló la boca, como buscando despertarla. ¿Influyó en esto esa democracia miedosa que había por entonces?
–Sí, totalmente. Yo no sé si había una democracia, pero había mucho miedo y se notaba mucho miedo, también en la dirigencia política. En ese sentido, la búsqueda era de una verdadera democracia. Yo noté que la película se valoró bastante por el hecho de enfrentar el propio miedo que también teníamos. Para superar ese miedo me construí una especie de Estado abstracto de garantía constitucional que por el miedo que después me transmitía la gente desde las salas como espectadores me daba cuenta de que no existía.
–A veinte años de su realización, ¿cómo piensa que pueden ver su película las nuevas generaciones y cómo pueden resignificarla quienes la vieron en su momento?
–Hay trabajos sobre eso. Hace poco me enviaron un trabajo universitario dos jóvenes de Bariloche nacidos en el ’75 o ’76 y es muy interesante porque está justamente trabajada la mirada de los jóvenes de hoy con ese material sobre la desaparición de Juan Herman y todo lo que implica. Coincide un poco con la idea que yo tenía y era que la película no sirviera sólo en ese momento sino que sirviera a las siguientes generaciones. Que cumpliera la función de documento, con todos los cambios que va teniendo ese documento con el paso del tiempo. Pero la verdad es que una de las satisfacciones que yo tengo actualmente es ésa: que no sólo Juan... sino también todas las películas que he hecho han servido a lo largo de estas décadas.
–Desde el punto de vista estético, ¿por qué la hizo en blanco y negro?
–Fundamentalmente por el tema que se trataba, por la historia de un desaparecido y el contraste con lo idílico de la región de Bariloche. Yo quería suprimir un poco lo idílico, que podría haber aumentado la aparición de esas imágenes en colores, máxime sabiendo que filmamos a final de la primavera y en verano. Esa fue la razón, que aquellos que hacíamos la película y también los espectadores nos pudiéramos concentrar en el tema.
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