CINE › “DIAS DE FURIA”, CON SEAN PENN
El asesinato de Nixon que nunca se llegó a concretar
La película dirigida por Niels Mueller reconstruye un episodio oscuro de la vida política estadounidense, cuando allá por 1974 un profesional del fracaso intentó, sin éxito, secuestrar un avión y estrellarlo en la Casa Blanca de la administración Nixon.
Por Horacio Bernades
En 1974, un hombre intentó secuestrar un avión en el aeropuerto de Washington, con una pistola en la mano y un presunto explosivo en una valija. Su nombre: Sam Bicke. Su objetivo: estrellar el avión contra la Casa Blanca y asesinar así a Richard Nixon, el hombre que había engañado a millones de estadounidenses no una vez sino dos. De allí el título original de Días de furia, la película que reconstruye el último año en la vida de este desdichado hombrecito. The Assassination of Richard Nixon es el título, y vayan por todos los magnicidios cometidos durante el siglo XX en Estados Unidos (los de los Kennedy, Luther King, Malcolm X, Lennon) este otro que jamás sucedió, último fracaso en una vida signada justamente por eso, por el fracaso.
“Para vender hay que creer”, casi le grita al pobre Sam su jefe en una casa de venta de muebles de oficina, un tipo al que los botones del chaleco siempre parecen a punto de estallarle. Con su ridículo bigotito, Sam asiente, dubitativo, demostrando que no cree en eso de creer, ni en ninguna otra cosa. Peleado desde hace rato con su hermano empresario, obligado por su ex esposa a avisarle cuándo va a ir a visitar a los chicos, humillado hasta por su propio perro de aguas e incapaz de vender un maldito sillón de cuerina, Sam parecería el último despojo del sueño americano: el tipo que, en lugar de condenado al triunfo, se ha construido a sí mismo como profesional del fracaso. No hay más que verlo, intentando convencer al gerente de préstamos de un banco, para tener la certeza de que Sam no va a salir jamás del pozo. Mucho menos cuando se pone a grabar una confesión postrera dirigida a su admirado Leonard Bernstein, el director de orquesta, mientras la imagen de Richard Nixon le llega multiplicada, como en una pesadilla, desde todos los televisores de la nación.
Posible cruce entre el protagonista de La muerte de un viajante y el de Taxi Driver, que este último se haya llamado Bickle (cuando el apellido de Sam es Bicke) demuestra que algo de este tipo inspiró a Paul Schrader, a la hora de escribir el guión de esa obra maestra de 1976. Como Harry Loman y Travis Bickle, Sam Bicke, con su desesperado sueño de megarredención magnicida, representa –seguramente de modo demasiado obvio– la contracara del sueño americano. Apoyado por un cortejo de productores famosos que incluye a Leonardo Di Caprio, Alexander Payne (el director de Entre copas) y Alfonso Cuarón (el de Y tu mamá también), Niels Mueller, coguionista y realizador de Días de furia, acierta al darle a la película un look que la asemeja al cine independiente americano de los ’70. Acierta menos al hacer de su “héroe” una caricatura excesivamente previsible, reforzada por un Sean Penn que lo compone en su vena más visiblemente teatral. Más cinematográficos que Penn resultan, por suerte, varios de los secundarios, empezando por el australiano Jack Thompson como su jefe y siguiendo por el morocho Don Cheadle (su único amigo) y el gran Michael Wincott, a quien le basta una única escena para hacer, del hermano de Bicke, una terrible figura en medio de las sombras.
6-DIAS DE FURIA
The Assassination of Richard Nixon. EE. UU., 2005.
Dirección: Niels Mueller.
Guión: N. Mueller y Kevin Kennedy.
Fotografía: Emmanuel Lubezki.
Intérpretes: Sean Penn, Naomi Watts, Don Cheadle, Jack Thompson, Michael Wincott y April Grace.