Martes, 21 de agosto de 2007 | Hoy
CINE › EL REALIZADOR ANDRES HABEGGER ANTICIPA SU FILM “IMAGEN FINAL”
El director de H (Historias cotidianas) presenta hoy en la Sala Lugones, en el marco del Human Rights Watch International Film Festival, un adelanto de su documental sobre el camarógrafo argentino Leonardo Henrichsen, quien filmó en Chile el momento de su propia ejecución.
Por Oscar Ranzani
El 29 de junio de 1973, en la ciudad de Santiago de Chile, se produjo un sublevamiento militar contra el gobierno democrático de Salvador Allende, que precedió al golpe que finalmente lo derrocaría. Producto de ese alzamiento de las Fuerzas Armadas chilenas, murieron veintidós personas. Entre ellas estaba Leonardo Henrichsen, un joven camarógrafo argentino de 33 años, que estaba realizando la cobertura del “Tanquetazo” –tal como se conoció aquel putsch militar– para la Televisión Sueca. Henrichsen filmó su propia muerte y esa imagen recorrió el mundo: el compromiso por su vocación pudo más que la necesidad de resguardo y lo llevó a enfocar justo al lugar desde donde comenzaron a dispararle impunemente los asesinos. La imagen, impactante cuantas veces se la mire, muestra cómo los militares apuntaban desde una camioneta hacia Henrichsen, quien a pesar de identificarse como periodista siguió siendo baleado, hasta que uno de los impactos le provocó la muerte. Como consecuencia de este episodio, la Justicia militar chilena inició una investigación que quedó en la nada tras el golpe de Augusto Pinochet. El periodista chileno Ernesto Carmona se metió en los vericuetos de la burocracia de su país y –analizando el expediente de entonces y en base a una reconstrucción minuciosa que le deparó años de trabajo– dedujo el nombre del autor intelectual del crimen. A partir de esta investigación, dos años atrás la familia de Henrichsen inició una querella, que ha llegado a provocar una controversia judicial.
Sobre esta historia posó su mirada el cineasta argentino Andrés Habegger –director de H (Historias cotidianas), acerca de seis hijos de desaparecidos–, quien está realizando el documental Imagen final abordando dos líneas: una de ellas vinculada con el presente, donde pone el acento en la investigación personal de Carmona y en el juicio. La otra está más ligada al pasado y focaliza en los recuerdos de las personas que trabajaron con Henrichsen. Entre ellas habla Jan Sandquist, quien fue el corresponsal de la Televisión Sueca (SVT) y jefe de Leonardo al momento del crimen. Hoy a las 19.30, con entrada gratuita, en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (Corrientes 1530), en el marco del ciclo “Human Rights Watch Internacional Film Festival en Buenos Aires - Segunda Edición”, se proyectará una adelanto de media hora de Imagen final, con la presencia del propio Habegger, quien conversará con el público.
En diálogo con Página/12, Habegger reconoce que la investigación para el documental “fue muy larga” y que tanto la reconstrucción del episodio en que matan a Henrichsen como la de su vida profesional “fue muy fragmentaria, porque cada uno de los personajes vinculados con la historia tiene su versión, por el vínculo afectivo que tenían con él, por cómo cada uno recuerda la historia. Y fue un proceso complejo porque involucra a la Argentina, a Chile y a Suecia”, sostiene Habegger, quien agrega que el hilo conductor del documental “se fue modificando y delineando en la medida de nuestra investigación y de los materiales que íbamos encontrando”. Para el documentalista, “algo muy llamativo es que no estaba identificado el nombre del cabo de esa camioneta. O sea, el que primero dispara y el que después ordena a los soldados que están en la camioneta que también disparen”. Ese dato lo investigó Carmona en forma personal antes de realizar una segunda investigación especialmente para Imagen final.
–¿Cuándo arrancó usted con la investigación?
–En 2003. En ese momento, el cabo no estaba identificado. Había un rostro, pero ese rostro no tenía nombre. Para mí era una paradoja muy grande: había un asesinato de un reportero gráfico que tenía la particularidad de que había registrado a los sujetos que lo mataron. Y esa imagen y ese sujeto habían dado vueltas por todo el mundo, pero no se sabía su nombre.
–Sobre todo con una prueba tan contundente como es la filmación...
–Por supuesto. El tipo está en primer plano disparando y no había un nombre para ese rostro. Por ende, no había nadie juzgado por ese asesinato. Y esa paradoja fue la que me motivó a trabajar. Al día siguiente del “Tanquetazo”, la propia Justicia militar inició una investigación. Producto de esta investigación hay un expediente compuesto por alrededor de diez libros con testimonios, investigaciones y autopsias, porque ese día murieron veintidós personas, entre ellas Leonardo.
–¿Todos civiles?
–Sí. A partir de ese expediente, que es muy rico aunque bastante ecléctico por la manera en que está organizado, una semana después del golpe se declara nula la causa y liberan a todos los detenidos que había. Ese mismo expediente es el que utiliza muchos años después Carmona para empezar a investigar, con los testimonios, que son parciales. Digo parciales porque, por ejemplo, nosotros investigamos en ese expediente a muchos de los conscriptos que estuvieron en esa camioneta y están sus declaraciones. Pero ninguno declara haber disparado a una persona. Muchos declaran no haber disparado y otros declaran haber disparado al aire, por orden de su superior, para espantar a la gente y eso. Son parciales, pero lo que sí es verídico son los nombres que aparecen ahí. Entonces, en base a esa investigación profunda que hizo Carmona, terminó haciendo una deducción del nombre: Héctor Hernán Bustamante, que fue el cabo, que iba en una camioneta con trece conscriptos. El es el primero que dispara hacia Leonardo, es el único que tiene una pistola porque todos los demás tienen carabinas. Ese disparo no le da. Entonces lo que él hace es ordenarles a los soldados que disparen. Héctor Hernán Bustamante es el nombre que está en la querella como acusado de ser el autor intelectual.
–¿Es decir que, en base a la investigación de Carmona, se saca el nombre del autor intelectual y la familia inicia una querella?
–En realidad, coinciden dos cosas. Primero, hay consenso entre la familia porque ellos necesitaron también su tiempo para poder enfrentar la situación de ir a Chile a presentar una querella, ya que se podría haber iniciado antes, aunque no hubiera un nombre. Pero coincidió la investigación de Carmona, la aparición del nombre y la decisión de la familia. En la querella, los dos nombres que figuran como acusados son Héctor Hernán Bustamante y Pablo Rodríguez, que tiene que ver con una acusación más política. Pablo Rodríguez era integrante de una agrupación llamada Patria y Libertad, algo equivalente a la Triple A de acá, de extrema derecha. Fue una agrupación civil que colaboró con la organización del “Tanquetazo”. Pablo Rodríguez fue uno de los abogados de Pinochet, hasta su muerte.
–¿El que disparó todavía no está identificado?
–No se sabe el nombre. Bueno, eso es algo que también aborda en un momento la película. Lo que tenemos identificado es que hubo cuatro disparos. Nosotros hemos tratado de analizar repetidamente esas imágenes y otros también, pero no hay una certeza de cual fue el disparo que lo mata.
–¿Qué pasó con el juicio?
–La primera presentación fue en 2005. La familia hizo dos presentaciones más: una en 2006 y otra en 2007.
–¿Por qué?
–Porque la primera jueza hizo un análisis del caso y su dictamen fue que éste es un caso prescripto. Es lo mismo que los muertos previos al 24 de marzo de 1976.
–Los que asesinó la Triple A.
–Claro. Como Leonardo muere en el “Tanquetazo”, antes del golpe y de la dictadura de Pinochet, su asesinato no se lo consideró un delito de lesa humanidad. Por ende prescribió porque es como un asesinato común, que creo que si en diez años no se inicia una causa, en Chile prescribe. La pelea de ahora de los abogados es que lo que pasó ese 29 de junio de 1973 sea considerado un delito de lesa humanidad y no un delito común, porque participaron las Fuerzas Armadas como institución contra la población civil. Entonces, aunque había un gobierno democrático como el de Allende, en este marco fueron delitos de lesa humanidad. Pero judicialmente no se entendió así. Entonces ni siquiera se abrió una investigación. Hubo una presentación y la jueza dictaminó eso. Volvió a haber una nueva presentación, pidiendo lo que se llama un juez de visita, que revisa el caso, y también pasó lo mismo. Ahora, la última presentación fue ante la Corte Suprema. Cuando eso se deniegue, lo que piensa hacer la familia es ir ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
–¿Quién retiró el negativo que filmó Leonardo, cómo se salvó y cómo llegó a conocerse la imagen?
–Es una historia bastante larga e interesante, que involucra a Chile Films. En ese momento, Chile Films era el equivalente de Sucesos Argentinos: una empresa estatal que hacía un noticiero cinematográfico que iba antes de las películas. La gente que estaba en Chile Films era proallendista. Cuando a Leonardo le disparan, se sabe que uno de los soldados va hacia él y le arranca la cámara para borrar la evidencia. Estaban más o menos a cuarenta o cincuenta metros de distancia. La camioneta estaba en la esquina y él estaba a mitad de cuadra. Le arranca la cámara y esa persona vuelve a donde estaba la camioneta. Abren una alcantarilla, tiran la cámara y vuelven a ponerle la tapa. Eso lo ve Eduardo Labarca, un periodista de Chile Films, que estaba en el noveno piso del edificio de la esquina, filmando, porque esa esquina justo da a la Plaza de la Moneda. El cuenta en la película que no llega a ver el momento en que lo matan a Leonardo, ni cuando le arrancan la cámara. Pero lo que ve es que abren la alcantarilla y que tiran una cosa negra que él identifica como una cámara. El avisa a la policía secreta de Allende, cuando se sofoca el intento del golpe. Unas horas más tarde rescatan la cámara con la película adentro. La cámara la lleva la policía secreta a la casa de Allende. Y ahí empieza una disputa entre la Televisión Nacional de Chile y Chile Films.
–¿Y quién gana la pulseada?
–Chile Films. Con la particularidad de que esa película era 16 mm color. En ese momento, en Chile no existía laboratorio de 16 mm color. Una persona de Chile Films viaja hasta los laboratorios Alex en Buenos Aires, la revelan y vuelven. Y ahí se dan cuenta de lo que tenía esa imagen. La Televisión Sueca se entera de que la película y la cámara las tenía Chile Films y empieza una especie de disputa. La Televisión Sueca reclama y dice: “Esa película y esa cámara son de la Televisión Sueca”. Y Chile Films dice: “No, nosotros no sabemos nada”.
–¿Y cómo se resuelve?
–En realidad, lo que confrontan ahí son dos lógicas distintas. Para Chile Films, cuando ellos se dan cuenta de lo que contenía esa imagen, lo consideran un material de denuncia muy fuerte contra la derecha golpista que intentaba derrocar a Allende. Y la Televisión Sueca, con otra ideología, dice: “Esa película es nuestra, devuélvannos la película”.
–Pero no se la devuelven...
–No se la devuelven hasta el día 24 de julio, casi un mes después, cuando esa película forma parte de un noticiero cinematográfico de Chile Films que se estrena en las salas. El mismo día que Chile Films estrena en las salas de Santiago el noticiero que contiene las imágenes de Leonardo, le devuelven una copia a la Televisión Sueca.
–En ese momento debe haber resultado difícil la decisión de mostrar públicamente la imagen; si se mostraba, habría quienes podrían acusarlos de lucro con la muerte, pero si no se difundía no se iba a poder saber lo que habían hecho los militares con Leonardo. ¿Esto está reflejado en su película?
–Sí, porque es parte de una paradoja. La gente de Chile Films parte de la base de que esa imagen tiene un valor periodístico, tiene un valor de denuncia sobre una situación política y social, y eso es lo que a ellos los autoriza desde su lógica para utilizarla. Por otro lado, para la familia, en su círculo íntimo, ver esa imagen muy pocos días después de la muerte de Leonardo no tenía nada que ver con un valor periodístico. Aunque no lo ves en imagen al camarógrafo, es estar vivenciando la muerte de ese sujeto. O sea que el valor afectivo de eso es enorme. Entonces son dimensiones opuestas. Y a partir de ese momento, la imagen empezó a circular por todo el mundo.
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