Próxima a celebrar sus primeros 40 años, la sala Leopoldo Lugones, que formó a varias generaciones de cinéfilos locales, le abre las puertas a Cahiers du Cinéma, la revista que cumplió un papel prioritario a la hora de pulir criterios estéticos en el mundo entero, a lo largo de más de medio siglo. Seleccionada por la redacción de esa revista y presentada por el Complejo Teatral de Buenos Aires y la Fundación Cinemateca Argentina –con auspicio y colaboración de la Embajada de Francia–, la Primera Semana de los Cahiers du Cinéma en Buenos Aires se extenderá desde hoy hasta el domingo 2 de septiembre (ver recuadro).

Que los Cahiers tienen los pies en Francia y la cabeza en el mundo lo confirma la propia selección, en la que el predominio de films francoparlantes no impide el ingreso de películas provenientes de Portugal, Corea y hasta, cómo no, una infiltrada argentina. Que no se duermen en los laureles ni cultivan la retrógrada comodidad de la nostalgia lo ratifica su director, Jean-Michel Frodon, que se hará presente a lo largo del ciclo, para presentar cada una de las películas. “El peligro, tanto para los Cahiers como para el cine contemporáneo, sería vivir a la sombra de un pasado glorioso”, comenta Frodon a Página/12, a través del e-mail. “Por suerte, creemos estar a salvo de eso. La redacción actual de Cahiers está integrada por gente joven y para nada nostálgica, que sigue con pasión y extremo interés el cine contemporáneo. Sin ir más lejos, la selección de películas que presentamos ahora en Argentina expresa varios de nuestros entusiasmos recientes.”

Lo más nuevo del legendario Jacques Rivette, a quien alguna vez le cupo en Cahiers el puesto que hoy ocupa Frodon (No toquen el hacha, presentada en la última edición del Festival de Berlín), será una de esas películas, junto a la elogiadísima Lady Chatterley, ganadora de cinco premios César y elegida Mejor Película Francesa del 2006, Hacia Mathilde –uno de los films más recientes de Claire Denis, realizadora de Bella tarea y Vendredi Soir– y Esos encuentros con ellos, último film de los míticos cineastas de vanguardia Danièle Huillet y Jean-Marie Straub, que pudo verse en la última edición del Bafici. De las más recientes horneadas del cine francés se presentan películas signadas por el fantasma de la inquietud. Es el caso de El intocable, Muy bien, gracias y La traición, producidas todas durante el último bienio. A ese lote se les sumarán la extraordinaria Juventud en marcha, del portugués Pedro Costa; La mujer es el futuro del hombre (uno de los pocos films del coreano Hong Sang-soo que jamás se proyectó en el país) y la “infiltrada” argentina, Música nocturna, de Rafael Filippelli, que surgió de una recomendación de críticos locales a los curadores del ciclo.

“Tengo la impresión de estar viviendo una de las épocas más creativas en la historia de este arte”, se entusiasma Frodon, vía mail. “El cine contemporáneo está marcado por la extrema diversidad de propuestas narrativas y formales, ligadas a la gran diversidad de orígenes geográficos de los cineastas, que es hoy mayor que nunca.” En el marco de un ciclo como éste, imposible no confrontar tanto optimismo con la negrura de una de las luces más brillantes en la historia de los Cahiers, que desde hace décadas viene pregonando, en textos y películas, que el cine murió o está próximo a hacerlo. “Godard amó el cine hasta tal punto –no esquiva el bulto Frodon– que creyó posible transformar el mundo, volverlo mejor de lo que era, a través del cine. Al descubrir que no podía, entró en un estado de profunda melancolía, que es el de muchos de los más grandes artistas. Pero sucede que Godard ve muy poco cine actual, y constatar la inevitable pérdida de una cierta manera de hacer cine lo pone triste. Pero eso no se corresponde, según mi punto de vista, con lo que pasa realmente en el cine contemporáneo.”

¿Y qué es lo que pasa realmente en el cine contemporáneo, según el director de la publicación que lidera, aún hoy, el pensamiento cinematográfico? “Por un lado, hay tendencias que lo hacen retroceder, que son las mismas de siempre: concebir una película como mera ilustración del guión, darle preeminencia al ‘tema del que habla una película’, repetir fórmulas que funcionan. Por otro, está aquello que lo hace avanzar, que es de naturaleza múltiple: hay quienes se aventuran en las relaciones entre el cine y las artes plásticas, otros profundizan la crisis del relato o vinculan de manera nueva lo real y lo imaginario, están los que aprovechan las posibilidades del video digital...” ¿Un deseo? “Que el ciclo de la Lugones sirva para dar un panorama original y disfrutable del cine que los Cahiers apoyaron, en estos últimos años”, dice Frodon, horas antes de embarcar hacia Ezeiza.