Jueves, 13 de marzo de 2008 | Hoy
CINE › “ANGEL-A”, NUEVA CAíDA DE LUC BESSON EN EL RIDíCULO
Por Horacio Bernades
Afectado por el fracaso de crítica y público de su vacua Juana de Arco, unos años atrás Luc Besson había anunciado su retiro de la dirección cinematográfica, con la intención de replegarse sobre la producción y la escritura de guiones. Actividades que el realizador de Nikita y El perfecto asesino viene ejerciendo desde hace tiempo, a destajo y con no poco rédito. Pero Besson no cumplió con su promesa y volvió a hacerlo. Cuento de hadas con ángeles, tal vez Angel-A estuviera anticipando, un año antes, la inmediatamente posterior Arthur y los minimoys, primera incursión del realizador en el cine para niños. Con la diferencia de que Angel-A no es infantil, sino lisa y llanamente pueril.
El pequeño, no muy higienizado y siempre transpirado André es uno de esos tipos que, con tal de sobrevivir, no tiene el menor prurito en arrastrarse, rogar, engañar y estafar. Que este bicho rastrero resulte irresistiblemente simpático es puro mérito de Jamel Debbouze, actor franco-marroquí que ya se lucía en la reciente Días de gloria. El tipo le debe a un mafioso una suma de dinero que, es obvio, jamás podrá recolectar. Aterrado, decide tirarse de cabeza al Sena. Pero terminará salvando a una chica que, parada en la columna de al lado, mira también con ganas las aguas del río. Alta, parafinada, con dos kilómetros de piernas y una mini que más parece una camiseta estirada, el fuerte acento nórdico de la danesa Rie Rasmussen certifica su condición de ser de otro mundo. Hasta aquí, Angel-A parecería apuntar para el lado de la picaresca urbana, y lo hace con la suficiente energía como para que el asunto pinte bien.
A partir de ahí y por un rato, Angel-A pasa a ser una buddy movie en la que la chica salva a su salvador, trompeando a más de un pesado, seduciendo al mafioso acreedor (Gilbert Melki) y gestionando más tarde la suma adeudada, mediante una maratón sexual en una disco, que la hace digna del Guinness. No estaría mal, de no ser por dos lastres: lo que puede llamarse “factor Amélie” (que trastrueca la sordidez urbana en cuento de hadas para Bambis) y una falta de chispa, velocidad y agudeza, que hace que los muy abundantes diálogos, que deberían ser ligeros, pesen toneladas. Pero cuando la rubia revela su celestial identidad, sugiriendo que en el fondo el otro (por extensión, el conjunto de la especie humana) es también un ángel, ya dan ganas de tirarse al Sena, sin esperar rescate. Qué decir cuando despliega sus alas y se lleva al otro volando.
En blanco y negro (tal vez como homenaje a Las alas del deseo), la espléndida fotografía de Thierry Arbogast permite que París brille a pleno. Que Besson se vea en la necesidad de subrayarlo explícitamente, haciendo que André se ponga a elogiar su ciudad a viva voz, revela hasta qué punto se está aquí frente al grado cero de la sugerencia.
4-ANGEL-A
Francia, 2005
Dirección y guión: Luc Besson.
Fotografía: Thierry Arbogast.
Intérpretes: Jamel Debbouze, Rie Rasmussen y Gilbert Melki.
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