Viernes, 4 de abril de 2008 | Hoy
CINE › COMO LA SOMBRA, FILM INDEPENDIENTE ITALIANO DE MARINA SPADA
El segundo largometraje de Spada se entronca consciente y programáticamente en la línea trazada por el cine de Michelangelo Antonioni.
Por Luciano Monteagudo
COMO LA SOMBRA
(Come l’ombra, Italia/2006).Dirección: Marina Spada.
Guión: Daniele Maggioni.
Fotografía: Gabriele Basilico, Sabina Bologna y Giorgio Carella.
Música: Tommaso Leddi.
Intérpretes: Anita Kravos, Karolina Dafne Porcari y Paolo Pierobon.
Proyección en soporte DVD únicamente en las salas Arteplex Centro, Arteplex Belgrano y Dúplex Caballito.
Desde su comienzo, cuando la protagonista contempla la ciudad de Milán desde las alturas y luego desciende en un ascensor vidriado, en un plano que cita casi literalmente a uno equivalente de La noche (1961), queda claro que Como la sombra es un film que decide entroncarse consciente y programáticamente en la línea trazada por el cine de Michelangelo Antonioni. La soledad y la alienación urbanas serán también el tema central del segundo largo de ficción de Marina Spada, una documentalista, cineasta experimental y docente de la escuela de cine de Milán.
Claudia (Anita Kravos, una actriz a seguir) ha pasado los treinta años, trabaja en una agencia de viajes y lleva una vida rutinaria y solitaria. No se priva de alguna relación ocasional, pero sus noches suelen ser tan silenciosas como las páginas del libro que se lleva a la cama. La única distracción que parece permitirse es un curso de ruso, que se diría sigue casi por aburrimiento. Pero el profesor, Boris (Paolo Pierobon), le despierta cierta curiosidad y lo invita un par de veces a su departamento. El prefiere mantener distancia, aunque aprovecha esa confianza para pedirle un favor: una prima suya de Kiev está por llegar a Italia y necesita un lugar donde alojarse los primeros días. Claudia acepta alojarla y cuando llega Olga (Karolina Dafne Porcari) descubre que no sólo habla más italiano de lo que ella hubiera supuesto sino que puede llegar a ser una compañera cálida y generosa. Es por eso que cuando Olga desaparece súbitamente una tarde, dejando tras de sí no sólo su valija sino también su pasaporte y su dinero, Claudia no puede permanecer indiferente.
Como en La aventura (1960), esa desaparición marcará el film de manera determinante, provocará un vacío angustiante. Pero a diferencia del clásico de Antonioni, donde la desaparición de Anna adquiría un sesgo metafísico, aquí en cambio la ausencia de Olga tiene una connotación de orden político. Nada se dice expresamente en el film, pero se puede llegar a intuir detrás de ese enigma que parece desvelar solamente a Claudia la sombra oscura del tráfico de mujeres, que viene asolando a Europa.
De manera sutil, la directora Monica Spada hace de Milán, en pleno verano, un laberinto frío y distante, alejado de la postal turística, como si fuera la transfiguración de algún óleo onírico de Giorgio de Chirico. La única vida parece provenir de los barrios de inmigrantes o de la plaza donde los domingos se reúnen las combis que llevan y traen a quienes piensan que en el primer mundo van a encontrar una prosperidad muchas veces ilusoria. Film frágil, pausado, formalista (por momentos en extremo), Como la sombra –un título que deriva de un poema de la rusa Anna Ajmatova que cobra sentido en el final– hace pensar que en Italia es posible un cine pequeño, intimista, independiente, que no esté condicionado por las exigencias del mercado.
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