Viernes, 11 de abril de 2008 | Hoy
CINE › PROFIT MOTIVE AND THE WHISPERING WIND, DE JOHN GIANVITO
En menos de una hora, el opus 2 del director estadounidense puso una nota altísima en los primeros días de la competencia internacional. Por su parte, Ballast propone también una estética poco convencional.
Por Horacio Bernades
¿Será demasiado atrevido postular, al segundo día de proyecciones, que de aquí hasta el final de la competencia internacional el 10º Bafici no presentará un film tan intenso y concentrado, tan puro, tan lírico y emotivo como Profit Motive and the Whispering Wind? Puede sonar exagerado, sin duda, y sobre todo apresurado, ya que la competencia recién acaba de abrirse y todavía queda todo por ver. Pero la sensación que produce el opus 2 del estadounidense John Gianvito es tan fuerte que no admite tibiezas ni términos medios. Como toda gran película, Profit Motive... convierte al espectador en un fanático, y ese fanatismo merece defenderse.
Con una duración de menos de una hora, Profit Motive... (segunda película de Gianvito, de quien en la edición 2002 del Bafici había competido ya la primera, The Mad Songs of Fernanda Hussein) comienza con una cita: “No hay en América idea más radical que la memoria de largo plazo”. De fondo, el registro de una canción en lengua nativa, hecho a fines del siglo XIX. Inspirada por un libro llamado Una historia popular de los Estados Unidos, la película de Gianvito se concentra en ejercer esa radicalidad, practicando un recorrido histórico que se remonta a tiempos coloniales y llega hasta el presente. Marxista férreo, lo que Gianvito evoca es la historia de las batallas contra la opresión, ya se trate de la guerra anticolonial de fines del siglo XVII y siglo XVIII, la resistencia de las naciones indias al hombre blanco, las primeras protestas obreras y sindicales de comienzos del siglo XX o las luchas por los derechos civiles de los ’60. ¿Cómo hace el realizador para poner en escena semejante volumen de Historia? Filmando placas recordatorias, lápidas, túmulos funerarios, y dándole tiempo al espectador para que pueda leer cada placa, cada lápida, cada túmulo.
Simplemente con eso, sin una sola palabra en off y ni una nota musical, Gianvito convierte su película en un acto político en tiempo presente. Tan elocuente es ese acto que los últimos minutos, en los que se suceden imágenes de manifestaciones contemporáneas y empiezan a oírse los acordes de La Internacional, suenan a añadido innecesario. Confrontado con ese largo responso hecho de tumbas y recordatorios, el whispering wind (viento susurrante) del título no cesa de soplar sobre una América de prados, árboles y bosques, que parecerían observar como mudos testigos tanta sangre derramada, de siglo en siglo. Siendo también rural, la América de Ballast es, en cambio, mucho menos mítica y más recortada, ceñida apenas a unos pocos personajes de clase media-baja, casi enteramente afroamericanos. Practicando un realismo de estilo sumamente elíptico y hasta elusivo, filmada con una cámara en mano de pulso deliberadamente titubeante, lleva un tiempo reconocer quiénes son los personajes, qué relación tienen entre ellos y, en ocasiones, qué es exactamente lo que sucede en cada escena.
Todo lo cual es de celebrar, proviniendo de un cine que como el estadounidense (sea mainstream o independiente) juega siempre con cartas marcadas y jugadas muy visibles. Opera prima del californiano Lance Hammer, presentada en la última edición del Festival de Sundance, Ballast construye el relato de modo fragmentario y discontinuo, con un montaje cortante y saltos muy marcados entre escenas. Lo que se narra es mínimo y concentrado: el intento de una mujer por recomponer su vida y la de su hija, inmediatamente después del suicidio de su marido (y del intento de suicidio de su cuñado, que vive la condición de mellizo del modo más simbiótico posible). Con el fantasma del reemplazo de un hermano por otro flotando todo el tiempo, por suerte el film deja abierta una recomposición familiar que nueve de cada diez películas del mismo origen hubieran concretado indefectiblemente.
Hoy será la última proyección de la otra película que en estos días presenta la competencia internacional del Bafici. Se trata de Andalucía, del francés Alain Gomis, que sigue a su protagonista, con entregada fascinación, en su errático deambular por las calles de París. De familia argelina, Yacine parecería ejercer la inestabilidad laboral, afectiva y vital casi como un credo, pasando de un trabajo eventual a otro y viviendo circunstancialmente en la calle, preferentemente de noche, como una suerte de semi-clochard. Se trasluce un romanticismo naïf-callejero en el desfile de “tocados”, marginales, extras de cine y acróbatas de circo que presenta el film, derivando sobre el final hacia una zona místico-mágica bastante alarmante. Pero no es para tomárselo tan en serio: Andalucía es una película liviana, sin pretensiones y llevada por una simpática dejadez, a la que favorece enormemente la presencia de Samir Guesmi, despatarrado arlequín lunar.
Profit Motive and the Whispering Wind se verá hoy a las 16.45 y mañana a las 15.30, en ambos casos en el Hoyts 9. Ballast, hoy a las 16.30 en el Hoyts 10 y mañana a las 18.15 en el Atlas Santa Fe 2. Andalucía, hoy a las 22 en el Cosmos.
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