Mariana Najmanovich nació en Buenos Aires en 1983, a los 7 años se fue a vivir a Chile con parte de su familia; estudió y se formó en la Universidad Finis Terrae de Santiago, ciudad donde realizó sus primeras exposiciones individuales (cinco, a partir de su licenciatura, en 2005) y colectivas (ocho, desde 2002). Agotadas sus expectativas en Chile, la artista, tras un paso fugaz por Buenos Aires –oportunidad en la que fue entrevistada por Página/12–, decidió instalarse en Barcelona, donde acaba de ser admitida para cursar un doctorado.

–¿Cuándo comenzó tu historia con las artes visuales?

–Desde chica estuve muy ligada al dibujo. Y al principio dibujaba algo parecido al diseño de indumentaria. Hacía vestidos imposibles de realizar. Por eso noté que los vestidos eran un pretexto para hacer arte. Supuse que el diseño de indumentaria me privaba de algunas posibilidades y entonces pensé que avanzaría más estudiando arte que diseño de indumentaria. Entré a los 17 a estudiar arte. Fue una apertura en todo sentido. Sirvió para quitarme prejuicios y me produjo un cambio muy fuerte. Empecé a encontrar un camino. Los primeros años tienen un plan común, que incluye el estudio de pintura, dibujo, fotografía y grabado, y luego viene el ciclo de especialización.

–¿Cuáles fueron los primeros temas de tu pintura?

–A partir de ese ciclo de especialización fui desarrollando un lenguaje personal. Fue cuando comencé a trabajar mis temas alrededor de la ciudad y la naturaleza. Apareció la imagen del elefante: desde entonces me propongo investigar cada imagen en términos técnicos y de contenido, hasta que considero que para mí está agotada. En eso llegué a un punto muerto luego del cual tuve que reinventarme. Allí aparecieron los camaleones y su posibilidad de cambio y adaptación al medio. Comencé a reunir muchos elementos en un mismo espacio. También trabajé la imagen del chimpancé, su similitud genética con el hombre. Empecé a colocar figuras humanas. En este caso la figura del hombre, pero no tanto lo urbano. En mis primeros trabajos la ciudad entraba con las máquinas, tal vez por la carpintería de mi papá. Actualmente estoy trabajando con el concepto de lo “oculto” en base a dos grandes ejes, los animales y la física.

–¿Cómo vas ajustando tu trabajo en la imagen y la técnica?

–Busco encauzarlo en términos del mensaje, del oficio, de limpiar lo que creo no tiene que estar. Me siento más cómoda trabajando sobre el papel que resiste la pintura. Me siento mejor así, que con la pintura sobre tela, donde creo que aún me falta.

–¿Qué pasó con la experiencia como artista en Santiago?

–Me tocó exponer y ahora ser artista de la galería Animal, la más innovadora. Algo así, por supuesto, me incentiva. Estamos analizando la posibilidad de hacer otra exposición en 2010. Estoy muy contenta con eso. Pero al mismo tiempo siento que Chile se agotó para mí. Quiero buscar nuevos escenarios para mi obra. En Barcelona espero ver más: exposiciones, artistas, más lugares donde se muestre arte, arte urbano. En Santiago siento que el espacio es muy poco. Que los artistas son siempre los mismos. Hay algunos lugares nuevos. Pero los mejores espacios dan prioridad a los consagrados. Chile es conservador, tal vez por su público. Es muy difícil sobrevivir para una galería nueva, de arte joven. Tal vez mi formación fue más amplia que este medio dominante. Cuando estudiaba en el secundario, en un colegio público de Vitacura, allí convivíamos personas de distintas procedencias sociales y económicas. Entonces el ambiente del colegio era muy propicio por la mezcla. Mientras el colegio me dio una plataforma de tolerancia, la universidad me dio herramientas técnicas. El irme ahora a Barcelona, con lo que supone como toma de distancia, me va a dar más perspectiva.

–¿En qué consiste el doctorado en Arte que vas a cursar en la Universidad de Barcelona?

–Entre otros temas, trata sobre nuevos medios, performance y sobre la discusión entre pintura y fin del arte.