Martes, 24 de marzo de 2009 | Hoy
PLASTICA › MUESTRA DE CAYETANO ARCIDIACONO EN EL MUSEO NACIONAL DE BELLAS ARTES
El artista mendocino de larga trayectoria presenta una antología de cuarenta fotografías que resumen su obra alrededor de motivos abstractos y de inquietantes naturalezas muertas que lucen como composiciones pictóricas.
Por Laura Valdivieso *
Pocas veces sucede que los grandes artistas que desarrollan sus carreras en el interior del país logren el reconocimiento merecido en los circuitos nacionales e internacionales. Afortunadamente no es el caso de Cayetano Arcidiacono. Nacido en Italia en 1942, reside en Mendoza desde 1950. Es ebanista profesional y se dedica a la fotografía a partir de 1970. Además, desde 2003, crea y dirige la Fotogalería Arcidiacono (ubicada en Patricias Mendocinas 2953 de la ciudad de Mendoza), en la que pueden verse exposiciones de fotógrafos argentinos y extranjeros.
Hasta el 10 de mayo se presenta una muestra de sus obras en la Sala de Fotografía del Museo Nacional de Bellas Artes, en la que se puede ver la exposición Still Life (Todavía vivo), curada por Sara Facio. Pero esto es sólo el corolario de una larga carrera nutrida de premios y reconocimientos. Ya en 1974 obtuvo el Gran Premio de Honor Cóndor otorgado por la Federación Argentina de Fotografía y en 1982 el Primer premio en el Salón Nacional de Arte Fotográfico del Consejo Federal de Inversiones. Sus fotografías han viajado por el mundo, se han exhibido en Chile, Brasil, México, Venezuela, Guatemala, Francia, Suiza, España, Italia y Estados Unidos. Muchas de ellas han quedado en esos lugares y se han integrado a colecciones como el Gabinete de Fotografía de la Biblioteca Nacional de París, Francia, el Museo de Bellas Artes de Caracas, Venezuela y el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, más varias colecciones privadas. Fue invitado a participar en el Lugar de Encuentro para Artistas y Reseñas Portfolio, en el FotoFest de Houston, Texas, en Estados Unidos, que se realizará en 2010.
Still Life pretende ofrecer una revisión de la carrera de Arcidiacono, por eso integra dos grupos de obras de diferentes etapas dentro de su trayectoria. Para ello, la curadora ha seleccionado dos series. La primera, correspondiente a la década que va entre 1985 y 1995, es el grupo denominado “Abstracción”. Se compone de 20 obras, en blanco y negro. La segunda, que reúne sus últimas fotografías entre 2007 y 2008, llamada “Bella Naturaleza Muerta”, serie a la que corresponden las fotos que ilustran esta nota, reúne otras 20 obras, esta vez en color y con técnica digital.
En ambas series la fuente de inspiración es la Naturaleza y el mundo cotidiano, pero su acercamiento al objeto fotografiado es diferente.
En las “Abstracciones”, cuyos motivos son las plantas, algunos detalles de la arquitectura o algún rincón, hay un proceso de abstracción (valga la repetición) en el sentido más clásico del término: partir de la realidad para terminar en una imagen muchas veces irreconocible. Como primer distanciamiento, el blanco y negro supone una especial artificialidad. Luego produce un encuadre mediante un acercamiento excesivo con el objeto y un desplazamiento del centro de interés hacia alguna zona insospechada, hasta lograr desdibujarla. El motivo de origen muta para definir una composición en la que los protagonistas son los blancos, negros y grises (la luz), las líneas y las texturas. Todos los detalles están sometidos al mismo tratamiento, lo que le da un aspecto gráfico a la obra. No hay un interés por el contenido narrativo, sino un formalismo estético cuyo fin es simplemente la belleza. A esta serie pertenecen las obras más conocidas de Arcidiacono y constituye un punto de inflexión clave en la visibilidad de su carrera, tanto a nivel nacional como internacional.
Luego de muchos años de trabajar en blanco y negro y volverse un experto en las técnicas del laboratorio, decidió incorporar el color y la fotografía digital.
Es el caso de la segunda serie de la exposición, es decir, las “Bellas Naturalezas Muertas”. Aquí se repite la presencia de la Naturaleza pero como único tema y es diferente la relación con ella. No hay proceso de abstracción. En esta serie, dominada por frutas y verduras en descomposición, mantiene el acercamiento al objeto, pero se detiene en un primerísimo plano, con lo cual el pimiento o el limón son absolutamente reconocibles. El motivo queda atrapado en el centro de la imagen y el fondo que lo rodea se disuelve con posterioridad en un efecto de manchas de color, logrado con Photoshop (programa que manipula con sus conocimientos previos obtenidos en el laboratorio).
No hay como en las anteriores un tratamiento regular de la superficie. La relación figura-fondo está definida por contrastes. En la figura hay un estilo hiperrealista y un fuerte efecto de claroscuro, de carácter barroco, fortalecido por una iluminación dirigida de tipo teatral, que combina perfectamente con los pliegues de los elementos. El fondo, en cambio, es oscuro y su forma pierde todo tipo de referencias a la realidad que le dio origen para constituirse en una superficie informalista, dominada por manchas. Se produce así un acercamiento entre la fotografía y la pintura.
Dentro de esta serie podrían definirse dos grupos. Uno, integrado por obras como “Cebollines con tablero”, “Un pimiento” o “Berros” en las que el motivo central y su relación con el fondo no han despertado en el artista el interés de guiar al espectador hacia un universo de metáforas. Hay figura-fondo en un sentido compositivo y permanece aquí algo del carácter formalista de la serie anterior.
En el segundo grupo, en el que están “Estelar”, “Pordiosera” y “Navegante nocturno”, Arcidiacono se ha dejado llevar por las sugerencias que provocan las formas, como cuando se observa una nube, y les ha otorgado un significado poético, de carácter romántico, como lo define Rodrigo Alonso en el catálogo de la muestra. De allí surgen los títulos de las obras.
Sean cuales fueren sus fuentes, técnicas o procedimientos, Cayetano Arcidiacono se define a sí mismo como fotógrafo. No le cierra la idea del artista contemporáneo que usa la fotografía para expresarse. Y algo de eso hay, porque es muy difícil contextualizarlo o definirlo. Es de bajo perfil y silencioso. El desarrollo de su carrera corresponde a una sensibilidad intimista y a un devenir interno. De ello dan fe los motivos de sus fotos que muchas veces provienen de su cocina o de su jardín. Porque es también experto en plantas.
En Mendoza es un referente ineludible de la fotografía y es admirado por todos los que tienen contacto con esa técnica (si cabe el término): publicistas, directores de fotografía para cine, aficionados, artistas visuales, periodistas. Y este sentimiento de admiración guarda una estrecha relación con su talento natural para la perfección y la exhaustividad. Tiene un profundo sentido del virtuosismo, que también vuelca en su trabajo de ebanista.
Esta exposición es una pequeña ventana para abordar una prolífica producción, a la que hay que ingresar sin preconceptos y dejarse sorprender por la belleza, que es, en definitiva, su finalidad.
(En el Museo Nacional de Bellas Artes, Libertador 1473, hasta el 10 de mayo.)
* Artista plástica, curadora y docente de Mendoza.
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