Martes, 18 de enero de 2011 | Hoy
PLASTICA › LA EXPOSICIóN NARRATIVAS INCIERTAS EN EL MUSEO DE ARTE MODERNO
Una de las muestras del reinaugurado museo porteño –con artistas jóvenes argentinos– se presenta como contrapunto de la otra –la colección abstracta de Pirovano–. Contemporaneidad, puntos de incertidumbre y conflicto.
Por Valeria González *
El título Narrativas inciertas fue propuesto como un contrapunto con la exposición histórica de arte abstracto que se presenta en el primer piso. La idea de incertidumbre permite pensar en relatos que, más que ilustrar o representar la realidad, plantean puntos de conflicto: sea desde el pensamiento crítico o la puesta en juego de la imaginación o la subjetividad. La incertidumbre ha estado presente siempre, en todas las culturas. Lo distintivo del siglo XX fue haber dotado a este concepto de estatuto científico. La ciencia exorcizó así las amenazas de la Naturaleza y sus monstruos metafísicos y asumió la complejidad irreductible del mundo como su objeto.
Muchos de los artistas presentes en esta selección abandonan las convicciones de los saberes contemporáneos y exhuman antiguas potencias. Un halo fantasmal rodea a la imagen, como si el pasado se hubiera apoderado del trabajo y tratara de emerger por entre las grietas: de este modo describió Mariano Vilela los cuadros en los que imita los petit genres que gustaron a la burguesía del siglo XVIII y luego parecen haberse desvanecido en el olvido. También Estanislao Florido, Lux Lindner, Alberto Passolini, Dino Bruzzone y Nicola Costantino abrevan en la historia del arte. En sus últimas obras, Bruzzone toma a Venus, figura mítica del erotismo, a través de sus sucesivas transmigraciones, desde las sensuales cortesanas rococó, hasta los cuerpos femeninos imaginados por la bohemia parisiense de la belle époque o los jóvenes pop de los ‘60. Costantino toma de referentes a los grandes maestros del Barroco, como Caravaggio y Velázquez, que utilizaron la perspectiva científica del Renacimiento para crear ilusiones engañosas. En sus fotografías, la artista encuentra en las incertidumbres del siglo XVII un argumento para resignificar la inclinación a la autorreferencia que caracteriza al arte contemporáneo.
Precisamente la autorreferencia es el segundo tópico de estas Narrativas inciertas. Aquí destacan tres artistas. Guillermo Iuso quien, a diferencia del mito romántico, construye, a partir de sus fracasos amorosos y de sus cotidianas angustias existenciales, una suerte de antihéroe, cuyos testimonios hacen uso del relato confesional y de cierta belleza revulsiva heredada del arte abyecto. En el polo opuesto, pero alejado también de la “verdad” autobiográfica, Gabriel Baggio rescata del mundo de sus abuelos, y de las prácticas fuera de moda de generaciones pasadas, herramientas para producir experiencias capaces de ofrecer resistencia a la anomia de la cultura contemporánea. Las fotografías de Hernán Marina derivan de un trabajo performático presentado en el año 2007. Asumiendo el rol de un cantante de ópera ficticio, el artista se inserta a sí mismo en la historia como partenaire de Maria Callas con una intensidad que parece revelar su destino de artista.
El tercer eje de la muestra se titula Juegos Serios. Leandro Erlich propone juegos para grandes y explota la satisfacción que nos da descubrir, en la experiencia, el origen de un engaño bien simulado. Eduardo Basualdo busca, en cambio, restituir en el espectador la aceptación del asombro, esa mezcla de entrega y recogimiento que nos provocaban las películas de misterio cuando éramos chicos. Si en la obra de Erlich funciona el sofisticado trampantojo, Basualdo se vale de mecanismos precarios. Ningún doblez habita, en cambio, los dispositivos de Esteban Pastorino que combinan la toma fotográfica y el decurso del relato cinematográfico, pues su obra se ha empeñado, en todas sus etapas, en exhibir la coherencia entre procedimiento y resultado. Alessandra Sanguinetti hizo uso del juego como un pacto para adentrarse en un universo increíble que consta de dos habitantes, dos jovencitas casi adolescentes que viven en medio del campo y se tienen una a la otra. A contrapelo de las estrategias posmodernas, que apelan a la ficción para relativizar la verdad del documento, la fotógrafa la utilizó como lugar de encuentro, expresión y autoconocimiento, es decir, para incrementar la capacidad testimonial de su registro. En Narrativas inciertas la artista presenta un video que exhibe la arista quizá más desnuda de esta conocida serie fotográfica.
El cuarto y último núcleo se vincula con la idea de Apocalipsis. En sus pinturas, Matías Duville, más que representar catástrofes naturales, escenifica la mirada atónita e impotente de una divinidad que, desde lo alto, asiste al flujo de corrosiones cuyo origen y destino ignora. El mundo de los video juegos y el consumo mediático de violencia han hecho de cada uno de nosotros una encarnación de esta divinidad en miniatura. En “El Sur”, Borges imaginó un personaje al que le fuera otorgada la potestad de elegir su muerte. Los simulacros lúdicos han barrido esa dimensión existencial. En El fin de la infancia, Carlos Huffmann recrea las iconografías apocalípticas de los videogames, pero en una superficie donde la materia pictórica se acumula, sorda y laboriosa, como en un esfuerzo por volver a dotar de misterio la encrucijada que separa la vida y la muerte. Semejante es la distonía que, en la pintura de Martín Legon, abre un abismo entre las grafías infantiles y su textura escabrosa, su superficie ajada, sus colores desalentados. Es evidente que el título –Tratado de armonía– es irónico y alude a este doble discurso. En sus cerámicas, Débora Pierpaoli conjuga referencias narrativas con el peso informe de la materia. Sus pequeños seres habitan una suerte de interregno inquietante entre lo sordo y lo brillante, lo vivo y lo muerto, lo escabroso y lo ornamental.
Así como estos jóvenes artistas se enmarcan en la caudalosa herencia del arte informalista, el consagrado Fabián Marcaccio, emigrado a fines de los ’80 a Nueva York, llevó a cabo una apropiación crítica del expresionismo americano, cuestionando su supuesta abstracción y ligando al naciente poder global el ímpetu heroico de su escala.
El Principio de Incertidumbre, enunciado por Heisenberg en 1927, se aplica a los experimentos con magnitudes conjugadas. Se refiere a la imposibilidad de conocer con precisión situaciones o prever resultados cuando están en juego variables diversas. Se extendió a variados campos del conocimiento, pero puede aludir también a la unión imposible que es la raíz de la pasión amorosa. Aquí subyace la potencia poética de la instalación de Mariano Sardon, quien, al poner frente a frente el discurrir de dos pensamientos matemáticos, cifra, precisamente, el delgado pero incesante punto de desencuentro que alimenta la acumulación especular de ambas corrientes.
La civilización que hizo de la incertidumbre un principio científico fue también la que supo ostentar la certidumbre más acabada, aquella que adviene con el control consumado sobre el planeta y sus habitantes. En medio de este proceso, Sigmund Freud proyectó, por primera vez, la amenaza de lo incierto hacia el interior del sujeto. Los monstruos no están en una región ignota, sino que nos habitan por dentro. Marcelo Grosman convierte la precisión del archivo policial en horrorosos fantasmas. Contrariando el principio de Heisenberg, la fusión entre magnitudes inconmensurables arroja una muestra precisa de nuestra cruda realidad.
Narrativas inciertas reúne obras inéditas de los artistas más representativos del panorama local. El montaje potencia los diálogos entre obras de por sí muy diversas y nos hace sentir que cada timbre es necesario en la partitura general. (Hasta fin de marzo, en el Museo de Arte Moderno, San Juan 350.)
* Docente universitaria y crítica de arte. Curadora de la exposición.
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