Martes, 28 de marzo de 2006 | Hoy
PLASTICA › MUESTRA POR LOS TREINTA AÑOS EN EL PALAIS DE GLACE
Noé, Gorriarena, Alonso, Bianchedi y Rep, entre otros, pintaron y dibujaron para conmemorar los treinta años del golpe, a partir de una canción de Gieco. Detalles de una experiencia artística, política y pedagógica.
Por Fabián Lebenglik
El miércoles pasado, 23 de marzo, la Secretaría de Cultura de la Nación inauguró una serie de exposiciones en el Palais de Glace (ver recuadro) para conmemorar los treinta años del último golpe de Estado.
La muestra La memoria - Testimonio colectivo, creación permanente, idea de Elio Kapszuk, consiste en la participación de 25 artistas plásticos con pinturas de 90 x 90 cm –excepto un objeto del colectivo Provisorio Permanente y un video en formato DVD dirigido por Carlos Trilnick– e ilustraciones de Rep, todas realizadas especialmente.
El punto de partida es la letra de la canción La memoria, de León Gieco, en donde, como dice Kapszuk, “se enumeran distintos hechos trágicos de nuestro país y continente y se advierte sobre los efectos que puede tener no ejercer la memoria”. La letra de la canción se descompone y recompone a través de una serie de dibujos de Rep quien, con sus personajes –nacidos casi en Página/12–, va dando cuenta de la letra, al mismo tiempo que va puntuando la exposición y, a modo de diálogo introductorio, le presenta al espectador cada una de las obras de los plásticos invitados. En este sentido, Rep oficia de narrador e hilo conductor.
Los pintores convocados –además de Rep, el citado colectivo artísticos y el videasta Trilnick– son: Carlos Alonso, Susana Beibe, Remo Bianchedi, Blas Castagna, Diana Chorne, Diego Dayer, Fernando Fazzolari, León Ferrari, Daniel García, Jorge González Perrín, Carlos Gorriarena, Leonel Luna, Eduardo Molinari, Sergio Moscona, Luis Felipe Noé, Omar Panosetti, Pérez Celis, Ernesto Pesce, Daniel Santoro, Mariano Sapia, Mariana Schapiro, Clorindo Testa y Luis Wells. La convocatoria incluye maestros consagrados, artistas de la generación intermedia y artistas emergentes, con distintos lenguajes, procedencias y formaciones.
A través de metáforas, abstracciones, frases incrustadas y citas realizados en diferentes técnicas, pero sin salirse de sus propias estéticas –más bien tendiendo un puente entres sus lenguajes personales y el tema que los convoca–, los artistas invitados generan un recorrido particular, en el que las obras respectivas funcionan como un conjunto de recuerdos e iluminaciones que echan luz sobre el pasado y el presente. Algunos artistas eligen puntualizar su obra-memoria con referencias concretas: Sapia, La chica de la UES; Luna, Juicio y castigo; Schapiro, Cuervos negros, negras lágrimas; Ferrari, 1976-2006; Chorne, Los años de terror; Provisorio Permanente, Todo está escondido en la memoria; Molinari, Sólo los hechos. Otros prefieren universalizar su propuesta y apuntan a la memoria como una condición de supervivencia. En algún caso, la relación entre lo particular y lo universal se articula dando pistas en uno y otro sentido.
En el catálogo de la exposición, Ludmila da Silva Catela parte del ejemplo del álbum de familia y escribe que “la memoria familiar es un laboratorio de ideas y recursos, para imaginar y reconstruir aquello que en una nación se produce y construye en torno a la idea de memoria, a lo que se recuerda, lo que se silencia u olvida. Producto de la interacción y construcción entre subjetividad de los individuos y las normas colectivas, sociales, políticas, religiosas y jurídicas, el trabajo de la memoria fabrica las identidades sociales, enunciando tanto lazos de pertenencia como relaciones de diferenciación (...). La memoria (con sus olvidos y silencios) puede intervenir con una fuerza inusitada y de manera conjunta tanto en la aprehensión y clasificación del mundo como en la constitución de la subjetividad, la elaboración de conocimiento, la transmisión de herencias y saberes”.
Los artistas invitados a esta muestra sobre la memoria de la última dictadura se someten, en sintonía con la convocatoria, a una serie de condiciones y restricciones –tales como el punto de partida, el tema, el formato, el tiempo de realización, etc.– que los lleva a ceñirse a la cuestión con mayor o menor felicidad en los resultados. Pero aquí se trata obviamente de una exposición donde el mayor peso está puesto en la intención político/pedagógica y en señalar una de las funciones posibles del artista: como generador de conciencia a través de las formas (artísticas). Y en este sentido, los valores plásticos no están presentes necesariamente como autónomos, sino que se aplican en función del objetivo que los convoca.
En todo caso, la respuesta está en la variedad de propuestas y de diálogo entre cada una de las exposiciones realizadas para conmemorar el golpe del ’76, no sólo en el Palais sino en el resto de la ciudad y del país.
(La memoria - Testimonio colectivo, creación permanente. En el Palais de Glace, Palacio Nacional de las Artes, Posadas 1725, hasta el 16 de abril.)
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