Martes, 31 de enero de 2012 | Hoy
PLASTICA › UNA EXPOSICIóN SOBRE EL DIARIO DE POESíA EN LA FUNDACIóN OSDE
Dentro de diez días se inaugura una muestra para celebrar los 25 años del Diario de Poesía, publicación literaria relevante que además restableció el “viejo diálogo estético entre pintores y poetas”, como quería Juan Pablo Renzi.
Por Viviana Usubiaga *
En la historia cultural argentina de las últimas décadas, uno de los espacios más fértiles y significativos para los encuentros entre artistas visuales y de las letras ha sido el Diario de Poesía. El poeta Daniel Samoilovich, su promotor y director, desde joven se vinculó con artistas plásticos. Conoció a Eduardo Stupía a comienzos de la década de 1970 en los bares aledaños a la Escuela de Bellas Artes, que por entonces funcionaban como especie de “usinas de cruces” –al decir de sus protagonistas– entre los modos de hacer literarios y plásticos.
Dos de las premisas del proyecto editorial, que Samoilovich ideó hacia 1984 y comenzó a desarrollar junto a sus amigos y colegas Martín Prieto y Daniel García Helder, fueron generar una revista de poesía en formato tabloide y hacerla circular a través de quioscos. Con estos principios y la idea de las secciones que tendría (reportaje, ensayo, poemas, una agenda con noticias y concursos), habló con su amigo Juan Pablo Renzi para que pensara un posible diseño, “sencillo y versátil, que pudiera manejarse desde la redacción, sin necesitar un diseñador para cada nota de cada número”. Samoilovich tenía en mente algunas de las tapas que Renzi había hecho para la revista cultural Punto de Vista y un proyecto suyo para una revista dominical de un periódico rosarino que finalmente no salió. A los pocos días, Renzi había dibujado una docena de páginas maestras, una propuesta de tapa y un logotipo. “Eran dibujos, cada página era un dibujo con sus rayitas en vez de texto y sus fotos cualesquiera, redibujadas o pegadas o evocadas con rectángulos negros”, recuerda el poeta. En otras palabras, el formato del Diario nació junto con la idea del contenido. El proyecto tenía algo de periódico ilustrado, “una revista exigente en su contenido pero animada en su forma”, en palabras de Eduardo Stupía, quien se hizo cargo de la dirección de arte del Diario tras la muerte de Renzi en 1992.
El proyecto de la revista fue madurando durante 1985, al tiempo que se sumaban para trabajar en la propuesta amigos y colegas porteños y rosarinos. En marzo siguiente comenzaron a trabajar en el Nº 1, que finalmente salió a la venta en julio de 1986. [...]
Aquella primera edición tuvo una tirada de cinco mil ejemplares que, para sorpresa de todos, se agotó. Debieron realizar una segunda de dos mil más.
El lanzamiento del Diario fue precedido por una pegatina de afiches en la vía pública. Este fue también uno de los rasgos distintivos de la publicación que, a diferencia de otras revistas culturales, hacía uso de los canales de circulación y de los recursos utilizados por la prensa masiva. [...]
El editorial del Diario fue muy claro al exponer los objetivos de la publicación que se publicitaba con el provocativo slogan: “¡Basta ya de prosa!”. “La poesía de este siglo es de por sí bastante difícil como para que además se agregue opacidad en su presentación, escasez informativa, y en general se prodiguen señales de un goce autofinanciado en que muy pocos entiendan de qué se trata. En cuanto a esta publicación, de lo que trata es de tentar los límites de circulación de la poesía, en lugar de aceptarlos como un dato ya establecido. [...] Nos hemos imaginado un lector sensible, inteligente e interesado, aunque no necesariamente un erudito, y nos propusimos crear para él un ámbito donde todas las voces que nos parecían de valor pudieran hacerse oír, independientemente de su ‘claridad’ u ‘oscuridad’.”
En la creación de ese ámbito de expresión plural, que además se distanciaba de la opacidad en la presentación del lenguaje poético, fue clave el desarrollo visual de la revista. La primera maqueta de Juan Pablo Renzi había establecido una tapa dividida en cinco columnas que podían unirse por sectores y de modos diferentes. Esta estructura –que perdura hasta hoy en la publicación– se encuentra coronada por el nombre de la revista donde la palabra “poesía” adquiere una presencia ordenadora en la lectura global de la tapa. Al repasar las virtudes de esa arquitectura inicial establecida por Renzi, Stupía ha señalado que es “virtualmente indestructible” por la suerte de “audacia estructurada” que el primer director de arte había logrado en su diseño: “Creo que la maqueta ha sobrevivido veinte años porque tiene algo apropiado que te permite diseñar, una especie de rigidez dinámica. [...] Si hubiera que examinar por qué decimos que es indestructible, habría que pensar qué elementos fijos la anclan muy fuertemente en lo visual. Y la palabra poesía, justo en el medio del universo geográfico de la tapa, ordena todo”. El contenido visual de las portadas, fueran fotos o dibujos, daba siempre lugar a lo inesperado, a lo probable en relación con un artículo, pero incluso “a lo incomprensible en términos de una primera legibilidad”, explica Stupía. Cada una de las imágenes incorporadas era resultado de una decisión meditada y ensayada por Renzi. Así lo demuestran las decenas de bocetos de tapas y portadas para los dossiers realizados por el artista, que en realidad exceden las cualidades de un boceto por sus trazos detenidos y nivel de detalle. Renzi no sólo diagramaba los espacios y ubicación de los materiales en la hoja sino que ideaba las tipografías y dibujaba en forma minuciosa cada una de las imágenes fotográficas o de ilustración que acompañarían a los artículos. La comparación con los resultados impresos de las primeras ediciones permite apreciar su maestría como dibujante, al tiempo que conocer sus peculiares propuestas para articular la palabra con la imagen. Las ilustraciones nunca eran serviles al texto, más bien se deslizaban entre líneas, pulsando sus sentidos. De esta manera, las imágenes y las notas, aun siendo de universos diversos y ajenos, una vez puestas juntas funcionaban en forma sugerente y, con el tiempo, el Diario logró un peculiar “contexto escénico propio, de legalidad visual”.
Por otro lado, los recursos visuales utilizados provenían de muy diversas fuentes. Podía tratarse tanto de retratos realizados por un fotógrafo local como fotografías importadas de otras publicaciones; dibujos hechos especialmente para el Diario o imágenes extraídas de otros impresos antiguos o contemporáneos; historietas y libros de medicina; reproducciones de cuadros, obras maestras de la historia del arte universal o pequeñas viñetas de mano anónima. Todo este caudal de imágenes, como archivos visuales disponibles, ha sido el material utilizado para los diferentes montajes, como constelaciones gráficas orbitando en cada página. En este sentido, el Diario ha desplegado un singular espacio donde la edición literaria convive en equilibrio con el collage plástico.
Esta postura de comunión entre lenguajes se sostenía en relaciones concretas con los integrantes del circuito de las artes visuales. El mismo Renzi propició que la presentación del Diario en Buenos Aires se realizara en la galería de arte Ruth Benzacar. El 11 de julio de 1986, las puertas de la galería porteña se abrieron para los poetas que fueron ampliamente acompañados por sus amigos pintores. Renzi alentaba a “restituir aquel viejo diálogo estético entre pintores y poetas”. [...]
Más allá de la composición visual de cada página, el Diario destinó un espacio particular a las artes plásticas, creando desde su segundo número la sección “Página de artista”. Allí se reprodujeron a página completa dibujos, pinturas o fotos de reconocidos creadores junto a una breve biografía o reseña crítica al pie de la página. Inauguró la sección una obra del propio director de arte del Diario junto a un texto de Juan José Saer. [...]
Lo siguieron las páginas dedicadas a Ana Eckell, Luis Felipe Noé, Alberto Heredia, Fernando Fazzolari, Stupía, Américo Castilla, León Ferrari, Guillermo Kuitca, Mimi Doretti, Luis Pereyra, Pablo Suárez y Eduardo Medici. Entrada la década del ’90, la sección continuó con las páginas de Luis Wells, Enrique Aguirrezabala, Jorge Gumier Maier, Daniel Scheimberg, Emilio Torti, Roberto Elía, Juan Astica, Felipe Pino, Carlos Gorriarena y Mirtha Dermisache, entre otros. [...]
El conjunto de las “Páginas de artista” configura certeramente un pequeño panorama de las producciones plásticas que, de alguno u otro modo, acompañaron la producción poética contemporánea.
* Curadora de la muestra. Fragmento editado del ensayo “Un poco de prosa sobre el Diario de Poesía”, del diario/catálogo preparado para la exposición 25 años del Diario de Poesía que se inaugura el 9 de febrero en el Espacio de Arte de la Fundación Osde, Suipacha 658.
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