PLASTICA › EL NUEVO LIBRO DEL CRíTICO DE ARTE NORTEAMERICANO ROBERT MORGAN
En su nuevo libro el crítico plantea, entre otros temas, diferenciar la comunicación de ideas más allá de la transferencia de información, para que los artistas del centro o la periferia puedan llegar a un público receptivo.
› Por Robert Morgan *
Me interesa considerar maneras alternativas mediante las cuales las obras de arte de diferentes partes del mundo que se encuentran fuera de las tendencias comerciales puedan comenzar a entablar un diálogo entre sí. Este diálogo puede darse independientemente de las típicas estrategias de exposición usualmente utilizadas por medio de bienales y ferias de arte. Llamo a este nuevo diálogo intercultural “expreso transglobal”. En el expreso transglobal pongo el foco en el uso positivo del intercambio de información en el actual entorno de medios. Una importante premisa es el agotamiento de los sistemas sociales y económicos latentes dentro de la expresión “mundo del arte”. El lenguaje que se le da a la promoción de la imagen del artista mediante exposiciones, ferias de arte, revistas (tanto impresas como electrónicas) y galerías, a menudo está desfasado de los intereses fundamentales de los artistas que trabajan en regiones fuera de los más importantes centros económicos. El hecho de que la información viaje de manera autónoma y que el traslado de un país a otro se esté volviendo una realidad estándar sugiere que ahora es posible considerar un nuevo paradigma en términos de un intercambio transglobal de ideas.
Este “expreso transglobal” permite el inevitable intercambio directo entre artistas a todos los niveles, incluido el montaje y la publicidad de exposiciones y la comunicación con potenciales mecenas, coleccionistas y benefactores. El intercambio de información y la accesibilidad del transporte ofrecen un paradigma con el cual los artistas pueden comenzar a hablar entre sí. En realidad, este fenómeno ya está ocurriendo.
He viajado mucho en los últimos años por Europa Oriental, Medio Oriente, América del Sur y Asia, y he comprobado que los artistas de esas regiones están comenzando a suscitar recursos que tienen menos que ver con incorporar estrategias de poder que con temas que están conectando a los artistas entre sí. (Aunque aún no he estado en Africa, estoy en contacto con artistas que están trabajando en varias partes del continente.) A pesar de las diferencias culturales y geográficas entre los artistas, es posible descubrir una nueva estructura de arte que se abre camino entre esas diferencias. Los artistas pueden comenzar a usar el intercambio de información para comunicar ideas en un nivel completamente distinto y a aumentar el potencial para desa-rrollar una nueva sensibilidad transcultural. Tal paradigma no tiene por qué depender de las viejas estrategias de mercado. No es un paradigma que requiera sistemas predecibles de marketing y promoción para triunfar.
Puede que los artistas no estén al tanto de los canales de que se dispone para difundir sus obras ni de que éstas puedan hallar un público receptivo. Este libro se centra en maneras de reconocer públicos potenciales interesados en el arte desde una perspectiva transglobal. Debemos considerar el famoso discurso de Paul Klee en la apertura de la Bauhaus en Dessau (1926): que los artistas necesitan de un público culto para que responda y, en última instancia, apoye sus esfuerzos. Claro que había una motivación política en el discurso de Klee –asegurarse financiamiento local–, pero ésa es también una realidad que continúa en este, el siglo siguiente. La cuestión que tenemos entre manos es cómo manejar la obra propia para hacerla llegar a posibles públicos sin la imposición y el conformismo de las tendencias comerciales.
Más todavía: el “expreso transglobal” aceptará la interrelación entre el arte y la educación mediante la ventaja tecnológica de un intercambio de información más veloz y un mayor potencial para el traslado a diferentes regiones del globo. Comunicar ideas es un paso más allá del intercambio de información. Mediante la comunicación de ideas, el artista puede reinventar los medios por los cuales su arte puede pasar a ser parte de un nuevo diálogo intercultural. Esto implica, además, la posibilidad de que el arte continúe existiendo como fuerza cultural en este entorno transglobal, no simplemente como un producto de mediación aquiescente con la moda, la publicidad, los medios y el espectáculo popular. El desfalleciente paradigma del posmodernismo de los ’80, que a menudo enfatizaba híbridos de esos medios populares bajo la rúbrica antiestética, sugiere enérgicamente una ambivalencia sin una idea clara del lugar del arte en un entorno global cada vez más mediatizado. Más bien se nos da una mezcolanza de signos, una sobrecarga de información que es endémica de este momento de transición de la historia.
El “expreso transglobal” definirá un nuevo paradigma de intercambio de información y comunicación para los artistas que avanzará hacia una comprensión más precisa del lenguaje estético. Este no será un lenguaje de la exclusividad sino de inclusión cultural: un expreso transglobal que se dirigirá hacia el legendario proyecto estético de Roman Jakobson de la década de 1920. Este lenguaje estético multidimensional ya está teniendo lugar dentro de nuestra floreciente realidad de intercambio intercultural. El arte se está convirtiendo en un asunto de espacio tanto como de tiempo, lo que Moholy-Nagy llamaba “espacio-tiempo” en la era de la información. Dentro del contexto de este nuevo entorno mediático se está desarrollando por voluntad propia un diálogo entre artistas. El expreso transglobal dará la precisión de enfoque de cómo el arte puede contribuir al enriquecimiento tangible por medio de la realidad virtual omnisciente que impregna nuestras vidas en el principio del siglo XXI.
No es una repetición del paradigma arte/vida de los ’60; este paradigma de la globalización cultural (distinto del concepto monolítico de globalización económica) dará lugar al intercambio de ideas inherentes en culturas regionales entre artistas de distintas partes del mundo. El libro no ofrecerá un paradigma estilístico sino uno basado en lo que algunos artistas, cuya obra está fuera de la corriente comercial dominante, ya están haciendo. Es un paradigma de comunicación intercultural mediante nuevas tecnologías, que incluye diversas formas de medios táctiles que está manteniendo sensibilidad hacia la realidad sentida del arte. Su arte está menos relacionado con la sensación que con la experiencia real. Es a través de la subjetividad de esas experiencias transglobales que el arte puede renovar su presencia contra la presión embotadora de esa corriente comercial dominante, ofreciendo un sentido del poder de la intimidad por encima del poder de condicionamiento de los medios y del espectáculo que se presumen hoy como más importantes que la vida.
El verdadero desafío para este expreso transglobal es descubrir maneras por las cuales los medios y las fuerzas de la mediación puedan ser integrados en relación con otros valores más perdurables que constituyen la manera en la que nos entendemos y nos comunicamos con los otros. Estos valores pueden ser culturalmente específicos, pero si son valores que de verdad comunican más allá del aspecto mundano del intercambio de información, entonces podemos utilizarlos para identificar un arte que exista fuera de las banalidades de los medios. El expreso transglobal mira hacia los medios pragmáticos y espirituales para perdurar a través de la felicidad y el bienestar, dándole al arte un lugar significativo en el mundo de los asuntos cotidianos, un mundo transglobal que se extiende hacia la democratización.
* Crítico, curador, poeta y pintor norteamericano. Fragmento de su libro El artista en el siglo XXI - La era de la globalización, que acaba de ser publicado por la Editorial de la Universidad Nacional de Tres de Febrero.
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