Miércoles, 11 de diciembre de 2013 | Hoy
PLASTICA › LA GRAN BARATA DE ARTE SE HARá ESTA TARDE EN RUBIK
Estos encuentros están dirigidos a acercar al público a los artistas, generar un vínculo más desacartonado entre ellos y facilitar el acceso en ambas direcciones. Las obras deben ser de formato pequeño y su precio no puede superar los 760 pesos.
Por María Zentner
El mundo del arte muchas veces puede parecer lejano, exclusivo, inalcanzable. El hecho de comprar y vender obra está arraigado en el inconsciente colectivo como una actividad destinada a una elite de artistas, galeristas, críticos y coleccionistas que mantienen de forma casi endogámica un circuito integrado por unos pocos. Afortunadamente existe una nueva corriente de gestores culturales, curadores y personas relacionados con el arte en general que se propusieron darle un nuevo vuelco al panorama artístico y generar propuestas que lleven un poco de aire fresco a las tradicionales formas de consumir arte. Hace un año y medio, Florencia “Popi” Lamadrid, Vanesa Gemelli y Helena Ferronato –desprendimiento del ex colectivo de arte Pétalos Gloster– dieron con una fórmula que les permitió desestructurar un poco el método de la compra-venta de obra con la creación de la Gran Barata de Arte, encuentro que hoy festejará su cuarta edición, a partir de la 17 en Rubik (Bolívar 823).
“Nuestro objetivo es generar un coleccionismo diferente, cotidiano. Cuando empezamos con las Baratas, no sabíamos muy bien a quiénes apuntábamos. Sabíamos que queríamos vender a un precio accesible y que todo el mundo comprara, pero, a la vez, tratábamos de atraer coleccionistas y gente del arte. Fue recién en la última que vimos el objetivo cristalizado: todo el mundo que fue se llevó al menos una obra y eso no le significó desembolsar un montón de plata. Así hay muchos que comenzaron sus pequeñas colecciones”, se enorgullece Lamadrid. El fin al que apuntan las baratas, en definitiva, es ése: acercar al público a la obra y al artista, generar un vínculo más desacartonado entre ellos y facilitar el acceso en ambas direcciones. “Nos ubicamos por fuera de las galerías y por fuera del mercado tradicional del arte. Es algo independiente y, en un punto, fraternal. No lo hacemos con un interés económico. De hecho, cada peso que ganamos, lo gastamos en obra”, explica Gemelli. Para ellas, las Baratas son una reivindicación, un llamado de atención y una forma de demostrar que existe una manera diferente de manejarse en el ambiente artístico.
La estructura de la barata está bien definida. Después de tres experiencias en las que fueron adaptándose al espacio y a las condiciones, pudieron llegar a delinear la forma que, a esta altura, ya tienen instalada casi como marca: las obras deben ser pequeñas, que quepan en cajas que deberán llevar el nombre del artista. Gemelli lo llama “formato batea”: presentadas en un cartón, envueltas en un folio transparente, deben tener una etiqueta con toda la información de la obra y el autor. Y, por supuesto, el precio, que no debe superar los 760 pesos y que parte de un mínimo de 20. Fotografías, dibujos, ilustraciones, pinturas y hasta libros de edición independiente se exhiben para la venta. Trabajos producidos especialmente y otros que forman parte del proceso creativo, bocetos, aproximaciones. Las baratas mez-
clan artistas reconocidos y con amplia trayectoria que se acercan porque les divierte la propuesta o les interesa ese acceso más frontal con un público diferente, con otros que, en muchos casos, muestran obra por primera vez: “Los artistas –que en esta edición serán más de cuarenta– se dan el lugar para vender barato. Y adaptan la obra a las características que proponemos”, advierten las organizadoras.
“Me parece una opción súper revolucionaria para lo que es el mercado del arte. Una opción a mano, sin tantas vueltas, sin esa cosa como de quirófano que imponen muchas galerías. Es súper accesible para cualquiera. No sólo en lo que es el precio a pagar, sino también en esto de poder llegar. De ver la obra, conseguirla y comprarla. Es un espacio que se está estableciendo desde hace un par de años y que pisa cada vez más fuerte justamente por eso: porque la gente lo sigue sosteniendo. Cada barata se llena y eso habla de que algo van a buscar, ¿no?”, resume Victoria Iriondo, artista plástica dedicada a la pintura, la fotografía y el collage. La de hoy será su segunda experiencia en las baratas.
Para Ana Montecucco, el evento se presenta como un desafío: el de generar obra vendible. Dedicada a las performances y a las instalaciones en las que, según sus palabras, “la técnica y el dispositivo surgen después, están supeditados a una idea”, este tipo de propuesta le permitió explorar otro costado creativo, a la vez que exponer algunas piezas que forman parte de su camino a la obra: “Es una buena oportunidad para reencontrarme de otra manera con trabajos u objetos del pasado, resignificarlas, revalorizarlas. De repente me vi repasando un montón de cosas que estaban perfectas para la barata y que no mostraba porque lo que buscaba, en su momento, era otro resultado: una instalación o una escena para una performance”.
Laura Bedoian ya es una veterana de este tipo de encuentros: participa con sus pinturas, collages y fotografías casi desde su etapa fundacional. Ella rescata el nivel de circulación que se crea alrededor del espacio que habilitan las baratas. “Es una circulación mucho más factible –afirma–. Ya por el precio o por la escala. Nos sirve mucho para conocernos entre artistas, para darnos un pantallazo acerca de cómo trabaja cada uno. Todos aprovechamos para ver y, también, para adquirir obras de colegas. Se genera un poco esta cosa como de intercambio y de mostrarse de manera más descontracturada, más natural”, asegura.
Arquitecto y con amplia trayectoria en cine y publicidad, Jo Johannes es uno de los artistas más experimentados que exponen esta tarde. En esta oportunidad presenta una selección de fotografías abstractas que formaron parte de la colección Joya, exhibida hasta hace poco en la galería de arte Popa. “Me encanta el espíritu de las baratas. Lo que hacen las chicas está muy organizado y me parece que está bueno que pueda haber arte que tenga precios accesibles –reivindica–. La gente piensa que el arte es caro. Yo creo que este momento en que todos están pensando en regalos por Navidad y Fin de Año es una buena oportunidad para colaborar con el artista y, a la vez, regalar algo de más calidad y más original.”
Las organizadoras resaltan el espíritu de estos encuentros y los describen como “ferias itinerantes de obra” en las que intentan (y, al parecer, logran) que público y artista se adapten al formato y lo incorporen: “Somos como una especie de tres mosqueteras del nuevo coleccionismo joven –define Lamadrid–. Trabajamos para que se pueda vender obra de otra manera y llegar a un público mucho más amplio. Al principio no estábamos seguras de que pudiera pasar y finalmente sucedió. Y eso es lo que más nos reconforta: ver a un montón de gente que compra –y vende– obra por primera vez”.
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