Martes, 8 de agosto de 2006 | Hoy
PLASTICA › FOTOGRAFIA CONTEMPORANEA DE ALEMANIA EN EL CENTRO RECOLETA
Una impactante selección de fotos de artistas alemanes de las últimas décadas propone imágenes y debates.
Por Fabián Lebenglik
La muestra Fotoarte es una selección caprichosa y muy potente de ocho artistas alemanes, curada por Wulf Herzogenrath, organizada por el instituto alemán IFA (Instituto para las Relaciones con el Extranjero), con el auspicio local del Instituto Goethe de Buenos Aires y se exhibe en el Centro Cultural Recoleta, en el marco del Festival de la Luz.
Se trata de un conjunto heterogéneo de autores, que incluye fotografías visualmente impactantes, fechadas entre 1969 y 1993, donde cada artista está representado por una breve antología de trabajos: Dieter Appelt (1935), Anna y Bernhard Blume (nacidos ambos en 1937), Thomas Florschuetz (1957), Jürgen Klauke (1943), Astrid Klein (1951), Sigmar Polke (1941), Klaus Rinke (1939) y Katharina Sieverding (1944).
El montaje de la muestra es contundente como las imágenes, salta al ojo, se impone. Fotoarte no intenta ser un panorama general de la fotografía alemana de las últimas décadas, sino un recorte puntual, preciso, que según el curador, como se presentan “grupos de obras cerrados en sí mismos y con diferentes puntos de vista y posturas, fue necesario limitarse a extractos de la obra de algunos pocos artistas, que entendieron a lo largo de muchos años, generalmente décadas, a la fotografía como medio central de su trabajo artístico o la emplearon en igualdad de condiciones junto a otras formas de expresión artística –pintura, dibujo, performance–”.
En este sentido, dentro de la multiplicidad de orígenes, prácticas y sentidos que cada uno de los seleccionados le da a la fotografía, se advierte en común no sólo la contundencia de las imágenes, sino también la violencia simbólica (como reflexión y como puesta en escena), así como la determinación de lo que se elige mostrar, la teatralidad, la experimentación técnica y el dramatismo, junto con un innegable carácter compositivo de naturaleza pictórica.
El período elegido (1969-1993) coincide con el ascenso vertiginoso de la participación de la fotografía en las bienales y demás exposiciones internacionales, así como muestras monográficas, colecciones y galerías especializadas, concursos, etc., en todo el mundo y también en la Argentina. Tal protagonismo se corresponde con una consideración y una valoración especial de la fotografía como arte, con la consiguiente producción crítica y teórica.
En la selección se establecen de entrada cuatro límites conceptuales y prácticas alrededor de la fotografía, que la fotografía “artística”, en su infinita voracidad y avance, absorbió tempranamente a lo largo del siglo veinte, hasta llegar a una interdependencia entre lo artístico y las demás prácticas no artísticas. Estas zonas de la fotografía (en tensión y retroalimentación) son la fotografía no profesional, el fotoperiodismo, la publicidad –incluida la moda– y la fotografía utilitaria y técnica.
La fotografía artística hizo desde fines de la década del sesenta un proceso de incorporación de la mirada del fotógrafo aficionado, como modo de fotografiar, revalorizando el “disparo” casual y la fascinación ingenua por la fotografía. En el catálogo se citan experiencias alemanas, como la muestra “Volksfoto” (foto popular), que reunió fotografías tomadas desde mediados de los setenta hasta 1980. Allí se ponía el acento en la fotografía cotidiana, familiar, privada, de uso masivo. En Colonia se abrió el Instituto privado de fotografía familiar contemporánea, donde presumiblemente se podía avanzar en encuadres y técnicas de tomas de familia, viajes, hijos y mascotas.
Otra zona límite –la del fotoperiodismo y su coqueteo con la fotografía de autor– también generó un diálogo fecundo con la fotografía artística (en perpetua definición).
La fotografía publicitaria y de modas constituyó una compañera de ruta desde los años veinte, a través de las vanguardias, la propaganda políticay la fusión conceptual que supuso el arte pop alrededor de su apología y al mismo tiempo crítica del mercado.
La vertiente utilitaria y técnica de la fotografía también se fue acercando a la avenida de la foto artística a partir de las experiencias de la Bauhaus.
Por supuesto que detrás de todas estas zonas en tensión y complementación siempre está presente el debate sobre el valor documental de la fotografía y su relación directa o indirecta con lo real, así como sus disputas y tensiones particulares con la pintura. En este punto el carácter pictórico de la selección de fotos de este grupo de artistas alemanes resulta evidente. Y por otra parte también se ve claramente la constante ampliación del campo fotográfico, que todo lo subsume.
Surge entonces la relación entre la fotografía artística y el mercado, que algunos señalan como inevitable, al punto que las discusiones sobre el carácter artístico de la fotografía comenzaron cuando el mercado del arte y el coleccionismo pusieron su ojo en la fotografía.
Para describir brevemente cada uno de los conjuntos fotográficos se puede decir que los trabajos de Dieter Appelt lucen como esculturas fotográficas, entre arcaicas y rituales, donde hombre y objeto (a veces de manera alternada, a veces simultáneamente) son los ejes de la imagen.
En las fotos de Anna y Bernhard Blume, los autores se fotografían en relación directa y dinámica con objetos cotidianos o de la naturaleza. Las posiciones forzadas y la tensión entre los cuerpos resultan evidentes y violentas. Un collage fotográfico de polaroids resulta una síntesis entre pintura, publicidad y fotografía.
Las obras de Thomas Florschuetz siempre exhiben partes y secciones del cuerpo con una particular extrañeza. Desde incómodos retratos hasta manos, dedos, ojos en fotografías de gran formato sumamente impactantes. Se destaca también el trabajo con el color.
Las fotos de Jürgen Klauke por momentos recuerdan a los comienzos de la fotografía, en sus encuadres, artificios, teatralizaciones, posturas. En sus obras se puede hablar de performances fotográficas donde el actor suele ser el propio fotógrafo. Aquí se reflexiona sobre las relaciones humanas y con el entorno. Hay notorios contrastes de luz y sombra, lo que vuelve más teatral cada secuencia.
Varias de las tomas de Astrid Klein provienen de fotografiar y ampliar imágenes tomadas de los medios gráficas. Los contrastes y el grano fotográfico tomado como parte del lenguaje visual apuntan a reflexionar sobre la naturaleza de ciertas informaciones. Una de las obras, “Fronteras del pensamiento”, pone en diálogo la sombra de una pelea callejera reflejada sobre la arquitectura monumental de un edificio. La violencia urbana y las desigualdades sociales son algunas de las constantes de sus trabajos, que se mueven entre la figuración y la abstracción de las formas.
El célebre pintor y dibujante Sigmar Polke también ha utilizado siempre la fotografía y el cine como medios y prácticas. En su producción fotográfica hay una productiva contaminación entre lenguajes visuales y una cita de la historia de las vanguardias (dadaísmo, surrealismo, arte pop...). La propia pintura constituye –desde su materialidad– una cita en sus fotografías.
En el caso de Klaus Rinke, sus fotos, al mismo tiempo que se constituyen como obras independientes, documentan una acción artística que muchas veces es realizada para ser fotografiada. Se trata de acciones simples, poéticas, como sumergirse en un barril de agua y fotografiar el instante en que su cuerpo desplaza el agua del barril y ésta se vuelca. En su obra hay una continua reflexión alrededor de la relación entre el cuerpo y el entorno, el espacio y el tiempo.
Katharina Sieverding conjuga arte y ciencia, así como la relación entre los factores psicológicos y el mundo exterior. Sus autorretratos son en general muy provocadores, y en ocasiones generaron fuertes polémicas y hasta episodios de censura, como sucedió con su obra “Alemania se alemaniza” (1992), cuando utilizó el lenguaje publicitario para incitar a la solidaridad y criticar el sexismo, a través de un tríptico en el que se ve un rostro femenino, unos cuchillos clavados sobre un muro y la frase del título (“Alemania se alemaniza”) sobreimpresa al modo de un slogan.
(En el Centro Cultural Recoleta, Junín 1930, hasta el 3 de septiembre.)
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