Martes, 4 de agosto de 2015 | Hoy
PLASTICA › LA ARTISTA PERUANA TERESA BURGA EN EL MALBA
Desde mediados de los años sesenta renovó la escena artística en Lima a través de una obra experimental. Ahora se presenta una breve antología en Buenos Aires, donde Burga ya había mostrado su trabajo en 1966 y 1967.
Por Fabián Lebenglik
El Malba presenta en estos días una breve antología de obras y proyectos de la artista peruana Teresa Burga, una renovadora del arte de su país, con curaduría de Miguel López y Agustín Pérez Rubio.
La artista, que tiene ochenta años, visitó Buenos Aires para la inauguración y dialogó con los curadores sobre su trabajo e ideas, que la llevaron al conceptualismo y a ser una de las precursoras, en el Perú de los años sesenta, del proceso que llevó a la desmaterialización del objeto artístico.
La ocasión inmediatamente anterior que quien firma estas líneas tuvo de ver obra esta artista fue durante los días inaugurales de la Bienal de Venecia, a comienzos de mayo pasado, cuando Burga fue convocada por el curador general de la Bienal, Okwui Enwezor.
La obra de Burga (un autorretrato –con datos médicos– de comienzos de los años setenta que, como toda la Bienal, sigue en exhibición hasta fines de noviembre) está incluida en la muestra de tesis del curador, que lleva por título “Todos los futuros del mundo” y fue montada en el pabellón central de los Jardines, en el sector más político.
La autorreferencialidad de la artista, el valor que les da a la politización del cuerpo, a lo contextual y procesual; su feminismo y su práctica en el arte conceptual hicieron que su trabajo resultara coherente con la propuesta de esta edición de la muestra veneciana.
En el Malba se exponen dos grandes instalaciones concebidas originalmente en 1970 y una serie de obras sobre papel que constituyen un conjunto de diagramas e instrucciones para performances e instalaciones, algunas musicales (partituras –ver detalle de la imagen inferior–).
Teresa Burga nació en Iquitos, Perú, en 1935. Se formó en la Universidad Católica de donde egresó en 1964. Durante los primeros años sesenta su obra se volcó hacia la pintura y el grabado. A mediados de aquella década forma parte del Grupo Arte Nuevo desde el cual aportó su práctica a las vanguardias de aquellos años. Estudió en la School of the Art Institute de Chicago, EE.UU., luego de lo cual su obra se vuelve más experimental.
Su tendencia al conceptualismo hace que las obras realizadas consistan frecuentemente en informes, diagramas que consignan formulaciones de trabajos a realizar, registros de acciones, y un uso de la estadística para interpretar el contexto.
Hacia fines de los años sesenta Teresa Burga problematiza un conjunto de temas de género que confluyen en causas comunes con las corrientes feministas de su país.
La primera de las dos grandes instalaciones montadas en el museo porteño es Obra que desaparece cuando el espectador trata de acercarse, que tiene lugar en una sala a oscuras, donde se entra de a uno o de a dos. Al fondo de la sala, una gran obra realizada con luces de colores intensos (una suerte de escultura lumínica) encandila al visitante, que a medida que se acerca, gracias a una serie de sensores, va apagando parcialmente la obra desde los bordes hacia el centro. En pocos pasos, cuando el visitante está muy cerca de la obra, las luces se apagan completamente. Entonces el espectador debe girar sobre sí mismo, para volver sobre sus pasos y a medida que se aleja, la obra se va encendiendo nuevamente.
La segunda instalación, Estructuras de aire, se desarrolla en una sala completamente a oscuras en la que los espectadores van ingresando. Hay que caminar lentamente y con cuidado, para recorrer a ciegas el espacio, al tiempo que se elude o se choca a los demás visitantes. Advertimos entonces que la sala a oscuras está virtualmente atravesada por columnas de aire que conforman las “estructuras” del título. Cuando el visitante percibe y atraviesa cada columna, la estructura se deshace porque se ha invadido la columna de aire.
Según rememoran y celebran los curadores, “este proyecto expositivo surge desde Buenos Aires como ciudad referente, una de las pocas ciudades latinoamericanas en las que Burga expuso durante los años ’60, tanto en 1966 en la Galería Siglo XX (una serie de grabados), como el siguiente año junto al grupo Arte Nuevo en la Galería Lirolay”.
“Se trata de dos importantes instalaciones de los años ’70 –siguen los curadores– que tienen relación directa con el trabajo que el CAYC (Centro de Arte y Comunicación), hacía en Argentina en la misma época, en relación a cuestiones conceptuales como la disolución de la obra y la experiencia directa como erosión y señalamiento crítico de sus soportes materiales pero también sociales. Ambas piezas son un claro ejemplo del interés de Burga por lo inmaterial y por el dibujo como partitura de interpretación en sus instalaciones”. “Las piezas aquí exhibidas fueron concebidas en un momento global de cuestionamiento de la obra-objeto que, a través de su desmaterialización, apuntaba a una transformación profunda de la práctica artística. El riguroso trabajo de Burga con instrucciones y obras en serie la aproxima también a las investigaciones en torno al arte de sistemas, que muchos artistas argentinos y el crítico Jorge Glusberg desarrollaron en los años ’60 y ’70”.
* En el Malba, F. Alcorta 3415, hasta el 16 de noviembre.
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