Mar 07.06.2016
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PLASTICA › ACRóBATAS Y LOBOS, LA NUEVA EXPOSICIóN DE DANIEL GARCíA

Los acróbatas y los ácratas

Las figuras circenses que el pintor rosarino Daniel García exhibe en estos días en una galería porteña se inscriben directamente en la genealogía y la tradición de ciertos personajes de fines del siglo XIX y comienzos del XX, con algunos agregados propios.

› Por Fabián Lebenglik

El punto de partida fue un Acróbata, más bien un contorsionista, pintado por Picasso en 1930.

Una figura antropomórfica, o quizás, más precisamente, “biomórfica”, porque se trata de un personaje con dos brazos y dos piernas, en donde la cabeza, sin tronco, está adosada a una de las extremidades inferiores. Las torsiones imposibles de la figura son tales que a duras penas cabe dentro de los límites del cuadro. Paradojas de la forma y el sentido, con un humor -y también cierta melancolía- que va de lo real a lo surreal.

A través de las cortosiones del “acróbata” picassiano lo que se tematiza es el mundo circense, al que el gran artista le dedicó centenares de obras. En una muestra itinerante hace nueve años se llegó a reunir trescientas piezas de Picasso sobre el mundo del circo. Por supuesto, no fue un tema exclusivo de Picasso, sino muy extendido en la modernidad y las vanguardias históricas. Lo circense remitía, por la vía de los malabaristas, bufones, trapecistas y saltimbanquis, a los desclasados, excluidos y autoexcluidos del sistema; también a una soledad compartida y aventurera. Pero especialmente a cierta rebeldía contra las normas asociada con la vida itinerante, porque la mayoría de las veces eran pintados en la vida cotidiana, posando o descansando y en menor medida durante el ejercicio de sus habilidades.

Puede decirse que de los acróbatas a los ácratas hay apenas un salto y una contorsión verbal. Y en esa oscilación entra la obra que el rosarino Daniel García (1958) inauguró la semana pasada en la galería Isabel Anchorena.

Los y las contorsionistas que Daniel García exhibe en estos días, se inscriben directamente en la genealogía y la tradición de los personajes circenses de fines del siglo XIX y comienzos del XX, pero siguiendo sus propias reglas pictóricas.

“En mis cuadros -escribe Daniel García en el libro catálogo Bandido, publicado el año pasado-, ademaìs, hay un cierto elogio de la obsolescencia. Una cierta atmoìsfera de obsolescencia las recubre, esto es, un cierto grado de inadecuacioìn a las circunstancias actuales. Esta inadecuacioìn deliberada me permite dar un paso al costado del veìrtigo de lo nuevo e introducir una anacroniìa que me lleva a repensar el pasado y el presente. Esa anacroniìa estaì buscada mediante la cita (y reactualizacioìn) de estilos e imaìgenes del pasado, tanto de la cultura popular como del arte canonizado”.

Daniel García: nació en 1958 en Rosario. Estudió teoría del color con Eduardo Serón. Realiza exposiciones desde 1981. Entre 1991 y 1992 asistió a los talleres de Guillermo Kuitca patrocinados por la Fundación Antorchas. Presentó más de un centenar de exhibiciones entre individuales y colectivas, locales e internacionales y participó de bienales como las de Venecia, La Habana y del Mercosur.

Los anacronismos en la obra de Daniel García resultan muchas veces anticipatorios. Por ejemplo, el desbarrancamiento argentino de fines del 2001 ya estaba anunciado -a su manera, oblicua e indirecta- en sus pinturas. El centro de su obra siempre fue la tragedia, la enfermedad, el mal, tanto individual como social.

En los cuadros de ese período, los cuerpos, los objetos y las cabezas lucían como fuera de tiempo desde el tratamiento de la imagen. Sus pinturas están realizadas con un apego perverso por la pedagogía -por su claridad y frontalidad supuestamente explicativas- y el discurso científico del siglo XIX. En sus imágenes se lee la reactualización de la historia, la crónica de un pasado que también es o puede ser presente o, tal vez, el anuncio de un futuro ominoso. Las cabezas y los cuerpos de los cuadros de Daniel García siempre están de vuelta del dolor, atravesando infiernos pasados, presentes y futuros. La serie de las cabezas toma en su obra la forma de una galería de casos, tal como lo tomaría el discurso científico o jurídico: imágenes de la excepcionalidad, de la violación de la norma. Lucen como casos criminales, clínicos o psiquiátricos.

Aunque surjan como homenajes o citas, los cuerpos y objetos de sus pinturas se posan sobre la excepción a la norma, para remarcar su perversa ejemplaridad.

La de García es una pintura construida para analizar y criticar toda una concepción del saber. Sólo que para criticar con mayor fundamento, el artista se sitúa dentro de las coordenadas de ese saber, lo cual resulta eficazmente corrosivo.

La multiplicación del sinsentido y de la imagen anacrónica de las obras de García generan un alto grado de absurdo: el artista se burla de los discursos científicos positivos, reducidos a sus aspectos escolásticos y coercitivos.

En esa reactualización de la historia, los anacronismos de las pinturas de Daniel García, siempre ligadas al contexto, evocan de manera irónica las peripecias (o, directamente, las acrobacias) a las que los nuevos tiempos políticos someten al ciudadano de a pie. Allí pueden buscarse los sentidos de esta nueva exposición, “Acróbatas y lobos” que por el camino de la cita culta y el mundo circense anuncia un presente signado por una contorsión brutal.

* En la galería Isabel Anchorena, Libertad 1389, hasta el 8 de agosto.

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