Miércoles, 10 de septiembre de 2008 | Hoy
DISCOS
9-Jaco Pastorius
Idem. Sony
El primer disco solista de Jaco Pastorius es de 1976 y sigue siendo uno de los registros más importantes, no sólo de su breve carrera sino de toda una época en que el jazz y el rock se contaminaron mutuamente. Entre los numerosos atractivos, además del virtuosismo y la musicalidad del bajista, con un instrumento hasta ese momento exótico (el bajo eléctrico fretless, o sin trastes) están el corno de Peter Gordon en “Oknokole y Trompa”, la batería de Jenny White, la percusión de Don Alias y el piano de Herbie Hancock. D. F.
9-Hercules and Love Affair
Idem. DFA/EMI
Andrew Butler, cerebro de este combo pansexual neoyorquino, hizo con la música disco lo mismo que sus compañeros de sello LCD Soundsystem con el baile postpunk: en lugar de entregarse al revival, realmente lo revivió. O sea que tomó los elementos fundacionales del género (el groove del bajo, el ritmo a puro hihat abierto) y los mezcló con todo lo que vino después en la música bailable, especialmente el house. Con canciones redonditas, el debut de estos titanes de las pistas está entre lo mejor de 2008. R. C.
8-Live Cult
The Cult. Warner Music
El público argentino ha sido testigo de la imprevisibilidad de The Cult. La banda de Ian Astbury es así y pronto se conocerá en Buenos Aires un nuevo capítulo de esa ciclotimia. Este doble álbum (CD y DVD), que forma parte de la colección “Sight & Sound” en formato digipack, registra un show contundente en el Grand Olympic Auditorium de Los Angeles en 2001. Hard rock oscuro, glamour decadente, para ver y escuchar. “In the clouds”, “Edie”, “The witch”, “Wildflower”, “Rain”, entre otros clásicos que deleitarán a los fans. F. D.
7-Fadeiros
Idem. UMI
Sensibilidad y buen gusto acompañan a este quinteto dedicado a un género poco transitado por aquí: el fado. Sin el temor reverencial que suele alejar el abordaje de esta suerte de “blues portugués”, definido por el poeta Fernando Pessoa como “el cansancio del alma fuerte”, estos fadeiros interpretan canciones entrañables, como “O primeiro canto” de Dulce Pontes. E incursionan en piezas ajenas –a priori– al target, más cercanas al imaginario “latinoamericano”, como “La llorona”. La tristeza, aquí purificadora, siempre aparece. F. D.
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