DISCOS
9-Jardim abandonado
Sergio & Odair Assad. Nonesuch
Editado hace un año en Estados Unidos y recién publicado localmente, este disco del dúo de guitarras más importante de las últimas décadas es una verdadera joya. Además de una versión extraordinaria de Rhapsody in Blue y varias piezas de Clarice y de Sergio Assad, se destacan las riquísimas interpretaciones de obras de Claude Debussy, Darius Milhaud y, sin desentonar en absoluto, Antonio Carlos Jobim. El sonido y la digitación prodigiosos, donde muchos terminan, son para este dúo apenas el punto de partida. D. F.
9-Dearly Beloved
Stanley Turrentine. Blue Note
Hay algo particularmente atractivo en la conformación instrumental: saxo tenor, órgano –que se hace cargo de los bajos– y batería. Pero esta grabación de 1961 recién editada localmente tiene bastante más para ofrecer, empezando por los nombres de quienes tocan esos instrumentos: Stanley Turrentine, un saxofonista que ocupó el rincón más soul del jazz –o lo contrario–, la gran organista Shirley Scott y el baterista Roy Brooks. La interacción, en un terreno siempre cercano al gospel, es extraordinaria. D. F.
7-Motörizer
Motörhead. Icarus
La carrera de Motörhead reconoce 27 álbumes en más de 30 años. Este es el último, aunque es necesario un esfuerzo para diferenciarlo estilísticamente de los primeros. Es que la música de la banda británica es inalterable e inoxidable. El día que Lemmy cambie habrá que barajar y dar de nuevo. Trash, speed, punk, heavy, hard rock, pueden ser algunos de los calificativos que le caben a esta “nueva” andanada de exabruptos del cantante y bajista, que no parece dispuesto a bajar un cambio, ni a aggiornarse. Nadie se lo pide. F. D.
8-Café y bar ciencia fictiona
Hugo Fattoruso. S’Jazz
Suerte de continuación libre de Ciencia fictiona, este Café y bar funciona a modo de zapada rigurosa, como si el atravesar géneros y modalidades interpretativas hubiera encontrado un cauce formal, compatible con la estructura “de estudio” de un disco. El uruguayo entrega nueve capítulos de su versatilidad como pianista. Hace “suya” “Drive my Car” y se permite, como “digresión”, una única y emotiva página cantada: “La partida”. Ubicar el CD en el rubro “jazz” sería un reduccionismo que chocaría con la propia lógica de Fattoruso. F. D.
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