Una forma de acentuar. Un impulso rítmico que el público de las décadas de 1940 y 1950 llamaba dramático y hasta agresivo. Una manera de frenarse y arrancar, de crear suspensos y explotar de golpe, de detenerse y acelerar, que quedó ligada para siempre a una orquesta. Ni más ni menos que una estética. Y es que Osvaldo Pugliese, pianista y compositor, fue, sobre todo, el creador de un estilo. Nada había sonado antes como su orquesta y nada sonaría así después, salvo que lo imitara.

Ese estilo, llamado “puglieseano” a falta de otra palabra, se identificó casi exclusivamente con el de uno de sus temas ejemplares, “La Yumba”. Sin embargo, no son sólo esos rasgos los que caracterizan a esta orquesta sino, más bien, otros menos llamativos y aparentes. Y es que el trabajo con los matices y las dinámicas y la riqueza de planos de información –sobre todo en los arreglos de Emilio Balcarce– no tuvieron equivalente posible en el mundo de las músicas de tradición popular.

Ligado en sus comienzos a figuras como Elvino Vardaro y Pedro Láurenz, la orquesta de Pugliese debutó discográficamente en 1943 y, más allá del éxito de sus cantores –y del atractivo de Alberto Morán para las mujeres– fue incomparable en los temas instrumentales. En todo caso, uno de sus sellos fue mantener un estilo absolutamente diferenciado para los temas cantados, directos, muchas veces melodramáticos, y los instrumentales, de una fineza y una complejidad inéditas. Y otra de las particularidades es que, lejos de tener una única edad de oro, en los años de su fundación, produjo mucho de lo mejor de su carrera –con arreglos como los de “Inspiración” o “La mariposa”– durante los años ‘60. Y abrió esa década, justamente, con un proyecto altamente inusual: un sello discográfico propio llamado Stentor.

La vida de Stentor fue fugaz. Allí grabó su primer disco el grupo Los Trovadores (todavía con el nombre Los Trovadores del Norte) y Pugliese llegó a registrar un LP, Osvaldo Pugliese y su nuevo repertorio, que acaba de ser publicado por Lantower en una restauración sonora ejemplar. El disco, que incluye un notable arreglo de “Nonino”, de Piazzolla, y otros dos temas instrumentales, “Malambeao”, de Ruggiero, y “Arrabal”, de Pascual, tiene como cantantes a Jorge Maciel y Alfredo Belusi, que, además, interpretan a dúo “Vamos tropilla”, de Balcarce y Camilloni, y “Baldosa floja”, de Gilardoni y Sassone. La edición de Lantower, cuidadosa también en la consignación de datos como la formación de la orquesta, se completa con otros dos temas grabados también en 1960 pero no incluidos en el disco Stentor, “A los amigos”, de Armando Pontier y, con la voz de Maciel, “Un lamento”, de De Leone y Numa Córdoba.