Miércoles, 10 de octubre de 2012 | Hoy
DISCOS › CON CANCIóN DE VIAJE, SOLEDAD VILLAMIL ABRE EL JUEGO
La cantante y actriz, que edificó su carrera hasta aquí basada en el tango, se desmarca ahora con un destacado repertorio que incluye a Pablo Milanés, Violeta Parra y Leo Maslíah, trabajado de una manera en la que ella logra sonar a la vez fresca y bien plantada.
Por Karina Micheletto
Fue el tango lo que atrajo, lo que enamoró, lo que terminó capturando a Soledad Villamil, en un principio a través del acercamiento que tuvo como actriz en el espectáculo Glorias porteñas. Aquel fue, por cierto, una suerte de semillero en el que también despuntaron las voces de Rita Cortese y de Brian Chamboureylon, cada uno dedicado, a su manera y en diferentes momentos, finalmente al tango. Pero Villamil fue puliendo, a paso lento pero firme, una carrera cada vez más sólida como cantante, con el tango como eje conductor. Eso era hasta ahora. Porque con su flamante disco, Canción de viaje, el eje se abre a América latina, con un destacado repertorio no necesariamente nuevo ni novedoso en cuanto a la elección de gemas, pero sí hecho de bellas canciones, trabajadas de una manera en la que Villamil logra sonar a la vez fresca y bien plantada. A este repertorio, que incluye a Pablo Milanés, Violeta Parra, Leo Maslíah y también llega al Brasil con “O samba e o tango” (vieja gloria del repertorio de Carmen Miranda, popularizada también por Caetano Veloso), Villamil suma un par de buenos temas propios, hechos en coautoría con Jose Teixido.
No es sobre una voz especialmente potente ni caudalosa en que hace base Villamil, sino sobre un trabajo de exploración de sus posibilidades expresivas, extendido también a los arreglos, trabajados de manera diferente en cada caso. Están, por ejemplo, las cuerdas que vuelven tan dulce un tema como “Biromes y servilletas”, de Maslíah, o la orquestación que suma también vientos en “De qué callada manera”, aquel poema de Nicolás Guillén que Milanés volvió canción, o la melancolía que alcanza el vals “Desde el alma” (Rosita Melo y Homero Manzi), con una instrumentación más despojada. O el dramatismo explícitamente buscado –y encontrado– en “Maldigo del alto cielo”, la invocación de Parra, con sesionistas de la talla de Daniel Maza en bajo y Facundo Guevara en percusión, entre otros. Se destaca, de este modo, el trabajo de arreglos, dirección y producción musical de Jose Teixido, que también interpreta guitarra.
Y así sigue navegando el disco, que arranca bien arriba, con una rumba con arreglo de vientos y percusiones, y suma bolero, vals, espíritu carioca, atraviesa el lamento y la celebración, y hace de esta Canción de viaje muchos viajes diferentes, o un viaje personal con múltiples paradas.
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