Miércoles, 20 de marzo de 2013 | Hoy
DISCOS › EL NUEVO, SOBERBIO DISCO DEL COLECTIVO BAJOFONDO
El tercer disco del grupo que encabezan Gustavo Santaolalla y Juan Campodónico los ubica mucho más allá de cualquier etiqueta: de la pista a la canción, y de allí al instrumental de pura belleza y la orquesta desencadenada, Presente resulta ineludible.
Por Eduardo Fabregat
En los últimos tiempos, el concepto “tango electrónico” fue adquiriendo tal carga negativa que se convirtió en algo parecido a un insulto. Es comprensible: la tarea de los artistas pioneros en el experimento, y de otros que los siguieron mostrando creatividad y buen gusto, fue quedando desvirtuada por el trabajo de advenedizos que, lejos de la audacia original, se limitaron a buscar el billete fácil, metiendo un par de bases y un sonido de bandoneón en disquitos berretamente for export.
Pero los pioneros son los pioneros. Y los pioneros saben evolucionar, partir de un primer concepto para dibujar algo nuevo, transitar otros terrenos y escaparle a toda fórmula, volver a sorprender.
Bajofondo no hace tango electrónico. Bajofondo es Bajofondo. La prueba está al alcance de la mano, del oído y de las emociones que provoca Presente, el formidable nuevo disco de la formación que encabezan Gustavo Santaolalla y Juan Campodónico. Este cronista tuvo el año pasado un anticipo de la dimensión artística que estaba alcanzando Bajofondo en la Expo Mundial de Yeosu (Corea del Sur), donde dio dos shows tan impactantes como alimenticios. La expresión en vivo se completa ahora con un disco extenso (estuvo a punto de ser doble), pero al que no le sobra ni le falta nada, firmado de modo colectivo: un paquete de canciones que transita la explosión bailable, el obvio aire tanguero, la orquesta contundente, la canción emocionante y el rock que enciende la sangre. ¿Mucho? No, Bajofondo.
Todo queda claro desde ese soundscape que antecede a la tormenta de “Código de barra”, con dos orquestas desatando el Apocalipsis bajo la dirección de Alejandro Terán. De allí en más, Presente deja caer un impacto detrás de otro: la belleza instrumental de “Nocturno”, “Patrás” y “Rendez vous”, la intensidad de “Pide piso”, “Milongón” y “A repechaje”, las visitas al universo canción de “Así es (Propergol)” y la demoledora “Pena en mi corazón” o la invitación al baile desatado de pasajes como “Cuesta arriba”, “Olvidate” (con cantito de cancha bajofondero incluido, una declaración de principios que se sostiene con lo que está sonando) o la demoledora “La trufa y el sifón” (¿una referencia a “El baile y el salón” de Café Tacuba?), donde la base bailable y la guitarra con distorsión al taco se dan la mano sin conflictos.
Por supuesto, el octeto cuenta con lo que se necesita para darle forma a este tercer disco que se podría definir como “consagratorio”, si no fuera porque llevan consagrados hace rato. Tiene a Javier Casalla destilando magia en el violín y a Martín Ferrés redefiniendo el rol del bandoneón, convirtiéndolo en una Stratocaster sin quitarle identidad tanguera; tiene una base monolítica y melodiosa en el baterista Adrián Sosa y el bajista Gabriel Casacuberta, tiene un tecladista con una enormidad de recursos y matices en Luciano Supervielle y, a la hora del vivo, tiene a Verónica Loza agregando a su voz ese arsenal de imágenes tocadas que suma efecto dramático. En estos días, la banda lleva a cabo una gira de presentación por Estados Unidos. Frente a semejante álbum, es de esperar que pronto se suban a un escenario local, para que quede claro hasta qué punto el de Bajofondo es un presente cargado de futuro.
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