DISCOS › OLD SOCK, LO NUEVO DE ERIC CLAPTON
Paul McCartney, JJ Cale y Steve Winwood, entre otros, participan de un CD en el que se versionan clásicos de diversos géneros.
› Por Fernando D´addario
Hay algo de dignidad y también una dosis de autoindulgencia en Old Sock, el nuevo disco de Eric Clapton. El peso de ambas actitudes –dignidad y autoindulgencia– es imposible de mensurar desde fuera de las entrañas del propio Clapton, que a los casi 70 se hace cargo de la encerrona que afecta a su generación rockera: la inexorabilidad de ya no estar a la altura artística de “aquella” época y –al mismo tiempo– la imposibilidad de jubilarse (una gratificación que no les es concedida a los rockeros ni siquiera después de muertos).
Clapton, también llamado Dios, asimismo conocido como Slowhand, salda de manera decorosa ese problema insoluble, privativo de aquellos que ya lo han dado todo hace mucho tiempo. ¿Por qué Old Sock es un disco digno? En principio, porque asume de entrada la inviabilidad de un proceso creativo ambicioso. A falta de grandes ideas, el guitarrista opta aquí por rendir tributo a viejas glorias, a ilustres olvidados, a géneros diversos que diseñaron su personalidad artística. Se ganó el privilegio de poder sentarse en el living de su casa e invitar a sus amigos para que vayan cayendo de a uno: Paul McCartney, Taj Mahal, JJ Cale, Steve Winwood y siguen las firmas. Como si dibujara un mapa genético de influencias no siempre explicitadas en su obra, Clapton muestra su pasión (bueno, “pasión” a la manera de Clapton) por los standards (“Our Love is Here to Stay”, de Gershwin, “The Folks Who Live on the Hill”, de Kern y Hammerstein, popularizado hace miles de años por Peggy Lee), revisita el country (noble versión de “Born to Lose”) y pretende revalidar aciertos de los años ’70 incursionando en el reggae: lleva naturalmente a ese ritmo “Further on down the Road”, de y con Taj Mahal, y “Your One and Only Man”, clásico de Otis Redding, en este caso, claro, sin Otis Redding. Pero decepciona en la innecesaria recreación de “Till Your Well Runs Dry”, aquel himno de Peter Tosh.
En el rubro Dignidad cabe agregar: Clapton tomó la decisión de correrse de su condición de guitarrista virtuoso. No hay aquí grandes líneas de guitarra. En “Still Got the Blues”, aburrida versión –cómo podría no serlo, con Steve Winwood como invitado– de aquel babeante hit de Gary Moore, demora hasta el final de la canción la ejecución del punteo-leitmotiv que saturó las FM un par de décadas atrás. El título de este último tema lleva a destacar que tampoco el blues abunda en este CD. Entonces: Ni blusero, ni guitar hero, ni autor de hits. El Clapton 2013 sólo quiere que lo dejen envejecer tranquilo, escuchando y tocando la música que le gusta.
Claro que allí también anida una cuota de autoindulgencia; tal vez Clapton tenga para ofrecer algo mejor que esto. De hecho, los temas nuevos compuestos por integrantes de su banda –“Gotta Get over”, un chispeante funky con Chaka Khan en las voces; y “Every Little Thing”– son de lo más interesante de Old Sock. Pero Clapton prefiere mostrarse confortablemente indolente. Da la sensación de que se ha divertido grabando este CD, aun a costa del aburrimiento de los no fanáticos. Tiene una carrera que lo protege. Una historia que le susurra al oído: “Quienes quieran otro Clapton, que se bajen los discos de Cream”.
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