DISCOS › QUEENS OF THE STONE AGE Y SU DISCO ...LIKE CLOCKWORK
En su último paso por Buenos Aires, el cantante y guitarrista Josh Homme habló de los problemas que tuvo para completar el álbum y también de las buenas experiencias vividas junto a invitados como Elton John, Nick Olivieri, Dave Grohl, Mark Lannegan y Trent Reznor.
› Por Leonardo Ferri
Josh Homme sabe bien cómo intimidar a alguien. Como si su aparente arrogancia, sus mínimas palabras sobre el escenario y sus casi dos metros de pura masa pelirroja desértica no fueran suficientes, el cantante de Queens of the Stone Age recibe a Página/12 con un susto. Sí, un susto literal, de esos que se dan por la espalda cuando alguien entra en una habitación y la otra persona está escondida atrás de la puerta, lista para el ataque. Entonces, el colorado –ya seco y descansado después de haber tocado bajo la lluvia en Costanera Sur– pega un grito digno de su tamaño y, efectivamente, logra su cometido: asustar al cronista. Las risas son asimétricas y sólo provienen de él y de sus compañeros de banda, los no menos altos pero más morochos Dean Fertita y Michael Shuman. Y ahora sí, a pura sonrisa y amabilidad, Homme rodea con sus dedos tatuados la mano de su entrevistador.
Hoy es día de entrevistas y el líder de Queens of the Stone Age está de buen humor. No sólo siente que la lluvia de la noche anterior lo “purificó”, sino que también tiene muchas ganas de hablar de ...Like Clockwork, el nuevo disco de la banda que acaba de ser editado en la Argentina y que se convirtió en uno de los lanzamientos más esperados del año. Los motivos son varios: éste es el primer álbum de la banda en seis años (el anterior fue Era Vulgaris, de 2007); porque tiene como invitados a viejos conocidos (Nick Olivieri, Dave Grohl, Mark Lanegan) y a nuevos por conocer (Elton John, Trent Reznor de Nine Inch Nails, Jake Shears de Scissors Sisters y Alex Turner de Arctic Monkeys); y también (último pero no menos importante) porque Homme ha logrado hacerse de un nombre propio a fuerza de grandes discos. Primero con Kyuss, luego con QotSA, Dessert Sessions y Eagles of Death Metal y más tarde con Them Crooked Vultures. Pero Homme, que ya se acomodó en el piso e invita al resto a hacer lo mismo, sólo quiere hablar de ...Like Clockwork. Y empieza.
–A los músicos les gusta decir que su último disco es el mejor que hicieron...
Josh Homme: –(Interrumpe.) Este es nuestro mejor disco.
–Se lo nota convencido, ¿pero qué pasaría si no fuera así?
J. H.: –Es nuestro mejor disco.
–¿Por qué?
J. H.: –Porque este disco va a perdurar de una manera completamente diferente. ¿Quiere saber qué pienso de nuestros discos? Pienso que el primero es genial, que el segundo les dijo a todos qué éramos capaces de hacer –eso de ir en todas las direcciones posibles– y que en el tercero finalmente lo hicimos. El cuarto es mucho más parecido a ...Like Clockwork, porque tiene mucho dolor e indecisión y lleva a preguntarse cosas tipo “¿Cómo carajo salimos de ésta?”. Lullabies to Paralyze es muy bueno, aunque esté rodeado de cierta confusión y desorden. Y, por último, pienso que Era Vulgaris es un gran “¡Fuck you!” a todo y a todos, que me hizo tambalear, saltar... Y creo que este último es muy honesto y crudo y que todos los problemas, subidas y bajadas que tuvimos con los anteriores no tienen nada que hacer al lado de los que tuvimos ahora. Este disco es su propia bestia.
–Y suena como una bestia: es agresivo, fuerte, denso y pesado aun en los momentos en los que no hay distorsión. ¿Tienen una fórmula para sonar así o todavía les lleva mucho trabajo?
Dean Fertita: –Lleva muchísimo trabajo.
J. H.: –Sonamos de determinada manera sin importar lo que pase. No creo que seamos una banda de heavy metal, nunca lo creí. Antes peleaba contra eso y pensaba que éramos pesados por accidente, sin haberlo planeado antes. Pero es heavy porque ésa es la manera en que las canciones suenan cuando pasan a través de nosotros. No es a propósito, ¿se entiende? Cada canción es como se supone que debe ser, como si pudiéramos definir qué tipo de persona es esa canción, cómo luce, cómo actúa, qué hace, qué características tiene... Y entonces, cuando estamos tratando de meterlas, algunas canciones suenan como un “te amo” y otras como un “te odio”. Son como pequeños monstruos, Frankensteins...
–Y en ese armado tan dispar invitaron a gente como Elton John, Dave Grohl, Jake Shears, Alex Turner y Trent Reznor. ¿Qué le dieron ellos al disco y a su sonido?
D. F.: –Fue todo como un pequeño experimento. Todos aportaron lo que son, pero también sirvieron como disparadores para nosotros. Uno reacciona ante lo que hace el otro y de ahí sale algo nuevo. Todos tuvieron la capacidad de involucrarse y ayudarnos a sacar algo nuevo de eso que estábamos haciendo. Eso, para mí, es la parte más apasionante de hacer música.
J. H.: –En el medio pasamos por el tema de Joey (N. d. R.: Castillo, baterista que abandonó la banda durante la grabación), que a pesar de ser un amigo tuvimos que dejarlo ir. Eso fue una mierda, pero al mismo tiempo apareció Dave (Grohl), que fue algo maravilloso dentro de todo lo complicado que estaba siendo este disco. Pasa algo terrible y luego llega algo genial, son situaciones que se tocan. Creo que este disco está en el punto exacto donde esas cosas se tocan. Que algo funcione perfecto y preciso como un reloj (“...Like Clockwork”) es lo único que no sucedió en este disco. Nada fue así.
–¿El título es una ironía?
J. H.: –Eso diría... Y también es como un mantra, una especie de protección, porque escribí las canciones bastante antes de grabar, y cuando alguien preguntaba cómo iba todo, yo decía “Perfecto, como un reloj”. Y seguí diciendo eso hasta el último día de grabación.
Lo dicho: Josh Homme tiene ganas de hablar. Y mientras fuma un cigarrillo light y usa como cenicero la bocamanga doblada de su jean, él mismo retoma la pregunta que no terminó de responder. Entre pitada y pitada habla de los invitados, dice que son sus amigos y que siempre es bueno tocar con ellos. Y que tenerlos fue todo pura casualidad. Pero el cigarrillo se termina justo cuando habla de Elton John y de su facilidad para sumarse a un tema que a todos les parecía difícil. “Lo sacó así (chasquea sus dedos), verlo aprender la canción fue increíble.” Y entonces, casi al pasar y sin parar su relato, Homme escupe en su mano, apaga la colilla en su palma izquierda y sigue.
–¿Cómo llegaron a él y qué hizo en el estudio?
J. H.: –El es de fantasía. Yo estaba en mi casa con mi hijo en brazos y llama alguien que me dice “Josh, soy Elton”, cosa que no creí porque pensé que me estaban jodiendo. Pero insistió y dijo “lo único que le falta a tu banda es una verdadera reina”, y yo le respondí “Cariño, ¡no tenés ni idea! (risas)”. Empezamos a hablar y me dijo que le había encantado el disco de los Vultures y que le encantaría tocar con nosotros. Pero bueno, la cosa es que él estaba grabando con Engelbert Humperdinck y voló a último momento para estar con nosotros. Llegó temprano y aparentemente se arrepintió, estaba un poco nervioso y le preguntó a su asistente “¿Por qué estoy haciendo esto? Seguramente me den una balada y me pidan que toque ahí”. Después entró al estudio y dijo “Ok, ¿tienen una balada para mí?” Y ni en pedo la teníamos, así que de alguna manera él creó un abismo que fue bastante fácil de sortear, porque nosotros teníamos una canción de rock que estábamos grabando en vivo y que no era fácil. Pero él lo hizo fácil. Lo curioso es que cuatro días antes de esto habíamos tenido que dejar ir a Joey. Los dos días siguientes fueron con Dave tocando y terminamos cuatro canciones. Y ahí fue que vino Elton y terminó de redondear todo. Fuimos de lo más bajo a lo más alto en sólo cuatro días... Encima las canciones son sobre cosas densas, uno se encuentra envuelto en tener que grabar una canción que es un tanto oscura...
–¿Y cuántas horas durmieron después del último día, cuando estuvo todo terminado?
J. H.: –Cuando tocamos “My God is the Sun” en Brasil fue como... listo, el disco es de ustedes ahora. Chau, ya no es nuestro, por fin es suyo, quédenselo.
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