DISCOS › ANTOLOGIA DE IGGY POP
El rock de garaje tiene su prócer
El flamante A million in prizes recorre la extensa e intensa carrera de la Iguana, pero no es un simple museo de grandes éxitos. Un notable proceso de remasterización le da nueva vida, por ejemplo, a los mejores temas de los Stooges.
Por Roque Casciero
Cada vez que Iggy Pop salta y se retuerce sobre el escenario, da la sensación de que el legendario cantante nacido en Muskegon, Michigan, estuviera sacudiéndose el bronce con el que la historia del rock debe reconocerlo. La estela incandescente que dejaron sus Stooges, un cuarteto de lunáticos aburridos de la vida de la industrial Detroit, fue la chispa que encendió el punk rock y que, más cerca en el tiempo, ha inyectado energía en el rock de este siglo a través del revival del garaje rock, con los magníficos White Stripes a la cabeza. Es por eso que surge la tentación de poner a Iggy en el pedestal, para admirarlo como a un viejo prócer del costado más descontrolado del rock. Pero entonces él, que ya tiene 58 y un problema de cadera que lo hace renguear, mueve ese cuerpo lleno de cicatrices como si lo hubiera atravesado una descarga de 220 watts y... ¡al carajo con el bronce que canta!
Por eso se entiende que A million in prizes - The Anthology no huela a museo, como la mayoría de los discos destinados a repasar la carrera de un artista. Nada más lejos de un “grandes valores del rock” en las canciones del primero de los dos CD, que abarcan el período 1969-1977 y que suenan frescas y devastadoras gracias a un notable proceso de remasterización. En esas condiciones sonoras, Iggy y sus secuaces opacan a cualquiera de los que tomaron su posta. El más puro y original protopunk (o rock de garaje o el título que quieran ponerle) late en joyas sónicas como No fun, I wanna be your dog o Search and destroy, algunas de las canciones de Stooges incluidas en este compilado. La guitarra de Ron Asheton serrucha con su perfecta combinación de distorsionador y wah-wah, su hermano Scott golpea la batería con fervor primitivo y Dave Alexander llena el ambiente de graves, mientras Iggy se dedica a aullar cuentos de desamor, de locura y de embole (“otro año para mí y para vos/ otro año sin nada para hacer”, dice en 1969).
Las perlas del disco 1 son las versiones de I got a right! y Gimme some skin, grabadas para un disco que rechazó la compañía original de los Stooges y que eran material difícil de rastrear, especialmente en las anémicas bateas argentinas. Ron había pasado al bajo, la guitarra había quedado en manos de James Williamson (que con sus agudos desbocados formateó el killer punk) y David Bowie había aparecido por primera vez en la vida de Iggy: el británico, fascinado con la bestia rock, le produjo el disco Raw Power. No fue el último contacto entre Iggy y Ziggy: las últimas canciones del disco 1 dan cuenta del período de notable creatividad para la dupla en Berlín, en 1977. Mientras Bowie publicaba Low y Heroes, encontraba tiempo para producirle a Pop los dos mejores álbumes de su carrera solista, The idiot y Lust for life. Parece increíble que en tan corto período Iggy haya podido entregar discos tan diferentes. El primero (del que aquí aparecen Nightclubbing, Funtime y China girl) estaba cargado de la atmósfera berlinesa y el aura de Kraftwerk, que impactó también en los trabajos de su amigo y productor; el segundo (Tonight, Success, Lust for life y The passenger) es una especie de celebración vital en compañía de los hermanos Hunt y Tony Sales, quienes más tarde formarían Tin Machine con Bowie.
El segundo CD abarca un período más largo y más errático en la carrera de Iggy, quien saltó de estilos casi de disco en disco: de la new wave a los sonidos étnicos, de ahí al tecnopop y luego al heavy... Y no siempre con buenos resultados. Por supuesto, como se trata de una antología, este disco agrupa singles radiales como Cry for love, Real wild child, Cold metal, Home (en compañía de Slash) y Candy, pero también trae un par de figuritas difíciles: Well, did you evah!, en compañía de Debbie Harry y Chris Stein, de Blondie (del disco benéfico Red Hot + Blue), y dos impresionantes versiones en vivo de TV Eye y Loose, grabadas en 1993. A million in prizes termina con Skull ring, una de las canciones grabadas por los reformados Stooges en 2003. Buena forma de cerrar el círculo y, de paso, resistirse un rato más al museo.