DISCOS › “A BIGGER BANG”, LO NUEVO DE LOS STONES
La satisfacción está más que garantizada
La banda de Jagger y Richards vuelve a pisar firme con el viejo y querido rock’n’roll, que les ha dado tantas alegrías.
Por Roque Casciero
Los fanáticos de los Rolling Stones se empecinarán en negarlo, pero los últimos discos de la banda fueron poco más que un souvenir que justificaba un nuevo tour elefantiásico y otra excusa para poner las carotas sonrientes de Mick Jagger y Keith Richards en las tapas de las revistas (aunque ellos no se soportaran). El truco, que a los Stones les funciona desde los 80, se tornó casi un chiste cuando empezaron a salir de gira para presentar discos en vivo o recopilaciones de hits. Por supuesto, los shows siempre fueron garantía de rock’n’roll y por eso nadie salió defraudado. ¿Cómo no sonreír, por ejemplo, cuando se recuerda la stonesmanía desatada en Buenos Aires las dos veces que el cuarteto pisó la ciudad? Sin embargo, los álbumes de estudio que los Rolling entregaron en las últimas dos décadas (largas) suelen juntar bastante más tierra en las discotecas que los anteriores, esas joyas rockeras de los 60 y los 70. Ya lo dijeron ellos: no siempre se puede obtener lo que uno desea.
Todo esto viene a cuento porque los Rolling Stones acaban de publicar un nuevo trabajo llamado A bi-gger bang, como sabrá cualquiera que no haya pasado los últimos meses dentro de una estación orbital o haciendo turismo por Siberia. La campaña para generar interés ha sido intensa y ha pulsado los botones correctos. Se habló de un retorno a las fuentes, se relacionó al disco con Exile on Main Street, se aclaró que Mick & Keith habían vuelto a componer juntos después de mucho tiempo... Pero esta vez todo el marketing es casi innecesario: A bigger bang es un gran disco, uno que no va a palidecer cuando se lo coloque en el mismo estante que Sticky fingers y Beggars banquet. Y eso es una gran noticia.
Apenas arrancan los primeros acordes de Rough justice, uno se da cuenta de que está en terreno familiar: después de largo tiempo, los Stones abandonan su intención de modernizar su sonido y pisan firme con el viejo y querido rock’n’roll que les ha dado tanta satisfacción. Alguno podrá saltar con el latiguillo de “más de lo mismo”, pero esta vez no costará refutar con “más de lo mejor”. En su mayoría, las canciones de A bigger bang son de lo más inspirado que escribieron Jagger & Richards, con riffs compactos e interpretaciones lustrosas. La banda parece haberse tomado el tiempo para encontrarle el punto justo a las composiciones: casi nada suena a medio cocinar ni afectado por sobreproducción empalagosa.
El álbum tiene picos muy altos. Uno es la magnífica Rain fall down, tan sexy en su ritmo funky como sólo los creadores de Miss you podrían lograrlo. Ahí Jagger se suelta, sin necesidad de convencer de que no precisa del Viagra para seguir siendo un playboy a los 62; le basta con arrastrar las vocales cuando canta “And we made sweet love” para imaginarlo en esa escena casera, de domingo a la tarde. Streets of love es una balada del tamaño del estadio de River, como para que cincuenta mil encendedores le pongan luz a los lamentos de Sir Mick, quien también aparece insólitamente vulnerable en Laughin nearly died. La influencia del delta del Mississippi aparece en Back of my hand, con descomunal solo de armónica, y su majestad satánica Keith Richards se luce en This place is empty, perfecta para su garganta rasposa y para la guitarra slide ¡de Ja- gger! Cuando levantan el pulso, estos rockeros sexagenarios no fallan: seguro que en febrero veremos a Ja- gger correr de una punta a la otra del escenario cantando Oh no, not you again y pondrá a todos a saltar con Rough justice, el punto justo entre Brown sugar y You keep me rockin.
Con tantas canciones inspiradas, es una lástima que los Stones hayan decidido incluir otras como Sweet neo-con o Dangerous beauty. La última es el típico relleno innecesario; la primera, controvertida por la letra que ataca a George W. Bush, tiene la melodía y el estribillo más pobres del disco. Pero ante la envergadura del álbum, casi que son minucias. A bigger bang no va a juntar polvo en algún rincón, porque en él los Stones prueban (y se prueban) que la química de la banda todavía puede producir una explosión muy fuerte. ¿Será exagerado compararlo con un big bang?