Miércoles, 26 de agosto de 2015 | Hoy
DISCOS › LUCERITO, GRABACIONES INéDITAS DE MERCEDES SOSA
Registradas quince años atrás, las canciones –muchas de ellas conocidas– aparecen en versiones que no habían sido escuchadas hasta ahora y que fueron recuperadas de las cintas originales. La Negra canta “El olvidau”, “Esa musiquita” y “Romance de barrio”, entre otras.
Por Karina Micheletto
Mercedes Sosa sigue siendo La voz de América, y esto será así mientras sigan sonando sus canciones. La reciente aparición de Lucerito, un disco que recoge una grabación de la tucumana que permanecía inédita, vuelve a ubicar su voz en un momento particular de su carrera, el de principios del siglo en curso, con el sonido de la banda que la acompañaba por ese entonces, y con esa capacidad que también fue un sello distintivo de la artista, la de oficiar de antena atenta para captar las nuevas músicas y poesías que pasarán a ser clásicas, volviendo propias además las que ya lo son, sin barreras de géneros ni distinción de “clases” musicales. Como siempre ocurrió, al grabarlas, estas canciones pasaban a pertenecerle a ella, y en ese gesto, de alguna manera a todos: al más amplio repertorio de la música popular.
Y así eran nuevas, en el complicado verano de 2000, “El olvidau”, aquella chacarera de Duende Garnica que quedó fijada como postal de época, y el carnavalito del joven cordobés Pablo Almirón que da nombre al disco. Y así Mercedes supo poner el ojo y el oído y el corazón en “Caja de música”, del trabajo en el que Pedro Aznar musicalizó a Borges, y en “Esa musiquita”, de Teresa Parodi, y en Raúl Carnota y su “Como flor del campo”, y darse otra vuelta por el tango con “Romance de barrio”. Y volver también propio el “Himno de mi corazón”, de Miguel Abuelo, el gran final del disco, en esa unidad que daba su voz, que era también estética e ideológica.
Las de Lucerito son catorce canciones, versiones que no habían sido escuchadas hasta ahora, de grabaciones recuperadas de las cintas originales. No se trata de grabaciones encontradas: fueron concebidas y registradas para formar parte de un disco, grabadas en los estudios ION en tres intensas y veloces jornadas, bajo la supervisión técnica de Portugués Da Silva. Se trató de un proyecto que encaró la cantante de manera personal y que en ese entonces –sin una compañía discográfica a la cual la intérprete “perteneciera”– no pudo avanzar hacia su edición. Una década y media después, tras un trabajo de recuperación y digitalización de las cintas originales, la edición de este disco (por Sony Music) devuelve la voz y la intensidad artística de Mercedes Sosa, en una búsqueda que –aparece ahora claro como metáfora– la trascendió.
La producción musical y los arreglos de este disco y de esta época de Mercedes Sosa son de dos laderos que dejaron marca en su sonido: el guitarrista Nicolás “Colacho” Brizuela y el pianista y tecladista Popi Spatocco. Junto a ellos tocan además Carlos Genoni en bajo, Rubén Lobo en batería y percusión y Beatriz Muñoz hace coros; Rodolfo Ruiz se suma tocando charango en “Lucerito”. Seis de estos temas sólo fueron interpretados por la tucumana en estas sesiones; no volvió a grabarlos después. A otros ocho los volvió a grabar en segundas versiones en otros discos: Acústico, de 2002; Corazón libre, en 2005 –con la dimensión sonora que les dio Chango Farías Gómez desde la producción artística–, y el primer Cantora, de 2009, pensado en duetos.
Escuchados desde hoy y desde esas grabaciones se vuelven clásicos más clásicos “Ojos de cielo” (Víctor Heredia), vuelve también “Gira y gira” (León Gieco) y vuelve a advertirse tan bella la zamba del santiagueño Marcelo Perea, “Lapachos en primavera”. Una suerte de rareza (y un gesto frecuente en la tucumana, que se materializó también en la anterior edición post mortem de la artista, Angel, en ese caso con grabaciones inéditas realizadas en giras) es la traducción del tema del israelí nacido en Argentina Shlomo Idov, “Como Adán”.
Vuelve Mercedes Sosa cantando desde quince años atrás y, como un relámpago emocional y afectivo, vuelve una época, con toda su carga. Si hasta las fotos del disco, tomadas por Nora Lezano en el concierto que la cantora dio en la isla de Santa Catalina, en Jujuy, en aquel país, en aquellos años, remiten a una época. Escuchar hoy este disco es comprobar hasta qué punto es también de escuchas que está hecha la memoria.
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