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Miércoles, 21 de marzo de 2007

DISCOS › SE EDITA UNO DE LOS DISCOS FUNDAMENTALES DE JARRETT

Una invitación al Big Bang

Expectations, de 1972, es una explosión musical, junto a Haden, Redman y Motian.

 Por Diego Fischerman

En un chiste que suelen disfrutar los músicos de jazz se cuenta cómo un pianista, al morir, va al cielo y debe esperar su turno para poder tocar su instrumento en la Big Band celestial. Pasan, uno a uno, Earl Hines, Duke Ellington, Bill Evans, Teddy Wilson, Bud Powell y el difunto está cada vez más maravillado. Hasta que llega al piano un anciano de larga barba blanca que se mueve como loco y parece posesionado por la música. “¿Y este quién es, que no lo conozco?”, pregunta. “No, no es músico”, le contestan. “Es Dios. Pero se cree Keith Jarrett.”

En 1972, Keith Jarrett estaba todavía lejos de ser el dios que Dios podría haber querido imitar. Había tocado con el exitosísimo grupo de Charles Lloyd. Y había participado del salto al jazz rock de Miles Davis. Pero eso era casi todo. Por eso, cuesta imaginarse la impresión que debe haber causado el comienzo del genial Expectations, donde, en “Vision”, el piano emerge en un torbellino desde una serie de acordes de cuerdas y, luego, en “Common Mama”, cuando esa especie de tema de rhythm & blues deriva hacia una frenética improvisación en la que el toque perlado, casi mozartiano, del piano contrasta con el espeso sonido del contrabajo de Charlie Haden y una pequeña orquesta de bronces a la que se suma el propio Jarrett en saxo soprano. Podría decirse que ahora es fácil ser Jarrett –hasta Dios podría imitarlo–. Pero la vorágine de Expectations corresponde a un momento anterior, a una explosión creativa en que todo era nuevo. A un tiempo en que Jarrett recién empezaba a inventar a Jarrett. Y la reciente edición local de Sony-BMG de este disco doble, que se vende al precio increíble de $36, es la invitación especial para asistir –con el agregado de un pequeño ensayo escrito por el propio Jarrett– al que tal vez haya sido el último big bang del jazz.

A contracorriente del modernismo de entonces, liderado por otros desprendimientos del Miles Davis eléctrico de fines de los ’60 –McLaughlin y la Mahavishnu Orchestra, Corea y Return to Forever y Shorter y Zawinul con Weather Report–, Keith Jarrett logra un disco original y extraño renegando del rock, aunque integrando algunas de sus enseñanzas. Una de ellas pasa por la guitarra eléctrica y por el uso que Sam Brown hace, a pedido de Jarrett, de un amplificador muy pequeño, de manera que la guitarra sonara distorsionada y a muy baja intensidad. También aparece aquí la percusión, a cargo de Airto Moreira –quien también tocó con Return to Forever–, pero el uso es totalmente distinto al de cualquier pintoresquismo latino y tiene el efecto, más bien, de multiplicar las subdivisiones del ya polirrítmico –y extraordinario– Paul Motian. El resto del grupo está conformado por el notable Dewey Redman en saxo tenor y Haden en contrabajo (dos ex integrantes del cuarteto de Ornette Coleman), más la aparición esporádica de escuetas orquestas de cuerdas y bronces. Jarrett, además del piano –que toca en verdadero estado de gracia– interpreta saxo soprano, órgano y algún instrumento de percusión. En un momento en que las revoluciones musicales todavía parecían posibles, Expectations hacía su jugada. Una jugada que, a pesar de que Jarrett ya es Jarrett, todavía sorprende.

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Keith Jarrett y un álbum original y extraño.
 
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