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Miércoles, 5 de octubre de 2005

DISCOS › KEITH JARRETT VOLVIO A GRABAR SOLO Y EN CONCIERTO

Un relato hecho de relatos

Radiance es un álbum doble. Son 17 partes, algunas largas y otras muy breves. Fue grabado en Osaka y en Tokio y es uno de los discos más importantes del jazz de los últimos años.

 Por Diego Fischerman

La música de Keith Jarrett es misteriosa. Y lo es por varios motivos. Por un lado, por su falta de certezas. Porque, literalmente, es un misterio cómo sonará la música y los rumbos que seguirá nunca se saben de antemano. Por ese militante detenimiento en puntos oscuros, por su exhibición de los procesos y la manera de poner en escena la búsqueda de una idea y los caminos de su desarrollo, casi como si se tratara del mapa detallado de la improvisación entendida como recorrido. Por otro, es misteriosa porque allí hay una contradicción irresoluble: ¿cómo puede alguien con un estilo tan personal y tan inmediatamente identificable ser tan distinto a sí mismo en cada uno de sus discos y actuaciones?
Si en sus últimas grabaciones junto al trío que conforma con el contrabajista Gary Peacock y el baterista Jack De Johnette se deleitaba en extraer nuevas posibilidades de la formación más transitada del jazz –y muchas veces, también, del repertorio más transitado–, en su flamante Radiance, que recoge sus actuaciones solistas en Osaka y Tokio, en 2002, el misterio y las sorpresas son, directamente, la materia. Como en el célebre Köln Concert de hace treinta años, los distintos movimientos –o momentos– de sus improvisaciones aparecen nombrados apenas como partes sucesivas (“Part 1”, “Part 2”, etc.) numeradas correlativamente desde el 1º hasta el 17º. Las trece registradas en la Osaka Festival Hall el 27 de octubre y las cuatro grabadas en la Metropolitan Festival Hall de Tokio tres días después son consideradas, de hecho, secuencias de un mismo relato. Jarrett podría estar diciendo, allí, que la vida es una larga improvisación –o un largo viaje, para expresarlo en los términos gurdieffianos que él utiliza–, conformada por improvisaciones más breves que, a su vez, incluyen células y motivos cada vez más pequeños.
Radiance, editado por ECM, es un álbum de 2 CD y está compuesto por 17 partes que van desde la brevedad extrema –la decimoprimera dura un minuto con trece segundos– hasta los catorce minutos de la decimocuarta o los trece con treinta y cuatro segundos de la decimoseptima. Pero, a su vez, Radiance es una parte de un relato que comenzó con Solo-Concerts, una grabación de actuaciones en Bremen y Lausanne, en 1973, y continuó con el Köln Concert, los recitales de Japón –editados en Sun Bear Concerts, originalmente una caja de 10 LP–, los de Bregenz –que próximamente se reeditarán en tres CD incluyendo por primera vez también las tomas realizadas en Munich– y los registrados en la Opera de Viena y la Scala de Milán. Como si se tratara de una retrospectiva, además, Jarrett recorre –aunque volviendo en espiral y nunca exactamente al mismo sitio– sus estilos pasados: el contrapuntismo angular y ascético aprendido con los Preludios y fugas de Shostakovich (de los que grabó versiones magníficas), cierta elegancia ornamental y cristalina, à la Rameau, como la que aparecía en sus improvisaciones de Book of Ways, en clavicordio (un instrumento similar al clave aunque con posibilidades de intensidad mucho menores, que martillaba las cuerdas en lugar de pellizcarlas), el free, tal como circulaba en pasajes de Survivors Suite, las citas al gospel y el rhythm & blues, como en Bremen-Lausanne o Facing You –su primer disco en piano solo, grabado en estudio–, o el trabajo casi estático sobre planos sonoros, como en su concierto de París. El antiguo pianista de Charles Lloyd, organista que formó parte de la época más confusa de Miles Davis –aquella en que se registró el show en el Fillmore East–, el que en los comienzos de la década de 1970 solía tocar, también, percusión, flauta dulce bajo y saxo soprano, ha recorrido su propio libro de caminos y, como recomendaba Gurdieff, no ha huido de la llama sino que la ha atravesado sin quemarse. Y ahora, simplemente, ha publicado uno de los discos más importantes del jazz de los últimos tiempos.

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Keith Jarrett tocó en 2002 en Osaka y Tokio. Radiance es la grabación de esas actuaciones.
 
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