Jueves, 19 de enero de 2006 | Hoy
TELEVISION › ALFREDO CASERO EN “A TODO CULORR”
Luego de algunos papeles “serios”, el actor decidió volver a las fuentes para tratar de recuperar el caos creativo de Cha Cha Cha. Pero en su debut sólo mostró confusión. Casero pretende darle al ciclo una estética entre naïf y retro, pero la falta de gracia –que incluye a Leticia Brédice y al resto del elenco– no contribuye a mejorar el resultado.
Por Emanuel Respighi
Hacer humor en la Argentina no es tarea sencilla. Mucho más complicado si se tiene como principal meta hacer reír al público, consecuencia lógica que le quita el sueño a cualquier humorista. La TV argentina es un claro ejemplo de la intrincada labor que por estos días resulta robarles una sonrisa –ni pensar una carcajada– a los espectadores. De hecho, los programas de humor fueron desapareciendo paulatinamente de la pantalla chica y no por capricho de programadores o productores, sino por falta de ideas y capocómicos de peso. En este marco en el que el drama, la tira diaria y la telenovela se convirtieron en los pilares televisivos actuales, Alfredo Casero se animó a recuperar el tradicional programa de sketches humorísticos con A todo culorr (martes a las 23, por el 13), un ciclo de humor delirante al que no le faltó el caos creativo de Cha Cha Cha pero que careció de gracia alguna.
A más de 8 años de la despedida de la pantalla de Cha Cha Cha (el ciclo de humor que a principios de los noventa Casero encabezó en la pantalla de América), A todo culorr marcó el regreso del actor a sus fuentes. Luego de sus papeles “serios” a través de la ficción made in Pol-ka (Culpables, Vulnerables, Locas de amor), el actor decidió volver al género en el que debutó en la TV a partir de una propuesta que intenta recuperar el espíritu chachachesco, valiéndose del mismo humor absurdo que convirtió a aquel ciclo en un programa revolucionario para la época. Aunque nunca fue un fenómeno de audiencia, la influencia humorística de Cha Cha Cha fue in crescendo y propuestas como Todo por dos pesos resultaron un evidente desprendimiento de aquel programa. La idea de retomar ese camino, apoyándose en un canal competitivo y en la popularidad que ahora posee Casero, entonces, no parecía descabellada y generó cierta expectativa.
Claro que A todo culorr tropieza desde la misma naturaleza de su propuesta. Es que el programa parecería estancarse sólo en la idea de repetir el caos creativo y el humor absurdo de Cha Cha Cha, sin ninguna otra pretensión. Con la vaga idea de que el ciclo apunte “a esa media de público normal que, cuando no entiende, se ríe” –tal como el cómico señaló en su incoherente monólogo de apertura–, conforma un fresco en el que priman el desorden y la confusión. Con una estética entre naïf y retro, A todo culorr presentó en su primer envío varios sketches: un telemaníaco desesperado por ingresar a la TV, una caprichosa actriz italoucraniana que enloquece a sus asistentes, una delirante psicóloga que intenta economizar los sentimientos de sus pacientes (“¿Cuán sola te sentís? ¡Decí un número!”) y un extravagante pastor con poderes extraterrenales.
Aunque con sus particularidades, los sketches se perdieron entre la confusión de la edición y la incoherencia extrema de los diálogos que conformaron las escenas. Tampoco ayudó la composición de los personajes, tan faltos de gracia como los guiones (si es que el programa los posee...). Además, la larga duración de los sketches atentó contra cualquier vestigio de creatividad que se haya filtrado en las escenas. De este primer envío, tal vez, sólo puedan rescatarse los apócrifos avisos comerciales, idea heredada de Cha Cha Cha que no pierde el efecto.
Claro que para lograr hacer un buen programa no basta con rescatar el espíritu de una vieja fórmula. Por más exitoso que haya sido el pasado, el intento de revivirlo suele sucumbir en una experiencia desilusionante, tanto para novatos como para los seguidores históricos del programa original. Algo de eso (mucho de eso, mejor dicho) pasa con A todo culorr. El rating del primer envío dio su veredicto: el programa promedió sólo 6,5 puntos. Es que mientras en Cha Cha Cha Casero estaba acompañado por una troupe de talentosos actores surgidos del under (desde Fabio Alberti y Diego Capussotto hasta Alejandra Flechner, pasando por Alakrán y Favio Posca), en A todo culorr el capocómico se vale de una serie de actores desconocidos cuya sola razón de ser es hacerle sombra al “artista de varieté”, tal como Casero se define. La diferencia es básica: en el delirio creativo, Cha Cha Cha era un programa muy gracioso.
En A todo culorr, al humor delirante buscado se le ven demasiado los hilos, cayendo una y otra vez en chistes y composiciones forzados, sin la naturalidad lograda en escena por la troupe chachachesca de antaño. Con la única excepción de Casero –que a su verborragia delirante como actor le sumó su extravagancia como músico–, los compañeros de elenco tampoco estuvieron a la altura de las circunstancias. En ese rubro, Leticia Brédice (en su debut como actriz cómica) dejó en claro que lo suyo pasa más inadvertido como actriz dramática secundaria que como primera actriz cómica. A todo culorr dejó en claro que entre el gracioso caos creativo y la confusión hay un solo paso.
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