TELEVISION › ESTA NOCHE ARRANCA EN FOX LATINOAMéRICA LA SEGUNDA TEMPORADA DE THE WALKING DEAD
La serie, basada en el comic homónimo que se publica desde 2003, ya cosechó millones de fans, por lo que se verán trece capítulos en lugar de los seis que se habían emitido durante 2010. Un grupo de hombres y mujeres intenta sobrevivir a un apocalipsis de muertos vivos.
› Por Facundo García
Mientras miles de manifestantes ocupan las principales ciudades estadounidenses, no deja de tener cierta gracia que uno de los programas de TV más esperados del año trate sobre zombies que toman las calles. La segunda temporada de The Walking Dead arranca esta noche a las 22 por Fox Latinoamérica, y volverá a poner en las pantallas a un grupo de hombres y mujeres que intentan sobrevivir a un apocalipsis de muertos vivos.
La serie –basada en un comic homónimo que se publica desde 2003– ya cosechó millones de fans, por lo que se decidió hacer trece capítulos en lugar de los seis que se habían emitido durante 2010. Es cierto que el primer tramo de la historia fue casi un calco de Exterminio, aquella joya que dirigió Danny Boyle hace casi una década. La base es idéntica. Un policía, Rick Grimes (Andrew Lincoln), se despierta luego de un largo coma y encuentra que el planeta ha sido afectado por un virus que convierte a los seres humanos en temibles cadáveres depredadores. Luego se contacta con su familia y con otros que, como él, pretenden escapar de la catástrofe. Con el correr de las escenas el relato fue ganando en velocidad e interés, asentándose sobre una idea que formularon –en distintas épocas y a su modo– Thomas Hobbes y George Romero, a saber: que el verdadero enemigo del hombre no son los monstruos... sino el hombre mismo. Por eso en The Walking Dead –que literalmente significa “los muertos que caminan”– los conflictos más importantes son, precisamente, los que se dan entre los vivos.
Hasta ahí las similitudes con la novela gráfica. Después están las diferencias, y habrá que ver si suman. Lo que está claro es que el éxito conseguido en 2010 dio coraje a los productores y guionistas para meter mano en el argumento original. ¿Los perdonará la guardia pretoriana de las viñetas? Quién sabe. En el libro número seis del comic, el pequeño Carl –hijo del oficial Grimes– mata casi por accidente a Shane (Jon Bernthal), el compañero de patrulla de su padre. Pero parece que como el personaje de Shane había pegado en la audiencia se decidió mantenerlo, para desarrollar el triángulo amoroso entre los dos policías y la mujer de uno de ellos. Un culebrón de aquéllos.
En tren de hallar diferencias, es interesante notar que aun cuando el creador del comic Robert Kirkman ha supervisado el rodaje, hay mensajes de cierto peso político que no llegan a la versión televisiva, o llegan lavados. Por ejemplo: en la historieta hay momentos en que los refugiados sienten un alivio irónico ante el hecho de que el fin del mundo los libere de las deudas hipotecarias que tenían antes. Nada de eso se cuenta en la serie de televisión.
Por lo demás, hay que decir que aparentemente se han pulido algunas de las actuaciones “a cuerda” que hubo que aguantar hace unos meses; y que la mirada desde una lente cotidiana –en The Walking Dead hay radiadores que se rompen, accidentes bobos y gente que se entusiasma si consigue ropa bonita– favorece la verosimilitud. De hecho, en la emisión que se verá hoy, el indispensable negro que tiene toda serie estadounidense va a cortarse el brazo, y no será por ningún factor extraño, sino por apoyarse sobre una chapa rota. Es que como adelantó el propio Kirkman, “la idea es mostrar que sigue habiendo muertes ‘naturales’ y que ahí, como en cualquier sitio, las personas pueden enfermarse de cualquier cosa y morir”.
En The Walking Dead, los zombies son una fuerza impersonal y fluctuante, no del todo explicada, que obliga a los “buenos” a moverse sin descanso para poder subsistir. El escenario es el de una crisis global sin refugio posible ni espacio para las certezas; una realidad en la que el engaño es una constante no sólo para defenderse de los enemigos, sino también para convivir en cierto equilibrio junto a los seres que uno quiere. En ese universo cada cual intenta aferrarse a sus signos de pertenencia. Algunos dan la vida por lo demás y otros solamente se preocupan por sí mismos. La ficción es así.
En la televisión estadounidense los recortes presupuestarios están a la orden del día. A pesar de sumar capítulos respecto del año pasado, se sabe que The Walking Dead debió adaptarse a cifras menos cuantiosas de lo esperado, y eso podría haber hecho que Frank Darabont decidiera dejar de capitanear la producción. A Darabont –que, entre otros films, había dirigido la remake de un clásico de John Carpenter, La niebla– una serie en la que el mal es una presencia difusa y nunca explicada le cabía perfectamente. Habrá que ver si Glen Mazzara, el showrunner que lo reemplazará, es capaz de mantener la línea. En una entrevista que dio hace días al Hollywood Reporter, el guionista reconoció que así como Rick, el protagonista de la serie, se hace preguntas acerca de su capacidad para liderar el grupo que lo sigue, él se plantea permanentemente si estará a la altura de la tarea que la suerte le acaba de encomendar. Por lo menos, nadie le quiere comer el cerebro.
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