Martes, 1 de noviembre de 2011 | Hoy
TELEVISION › 15 AñOS LUZ ACTUALIZA EL LEGADO DE FABIáN POLOSECKI
Diego Lublinsky, que trabajó junto al periodista en El otro lado y El visitante, fue a buscar a los mismos personajes de aquellos ciclos, para hacer dialogar el pasado –los tapes originales– y el presente. El ciclo empieza mañana por Encuentro.
Por Diego Braude
Allá por el ’94, Diego Lublinsky y Fabián Polosecki habían llegado a Quilmes para entrevistar a una banda de amigos que se reunían en una esquina; era un episodio sobre la infancia, y el programa que estaban realizando era El otro lado. Más de una década después, Lublinsky volvía a la misma esquina, ya sin Polo, para buscar a Federico, el más pequeño del grupo: “En el material vi la intersección de las calles. En ese momento ni siquiera estaba la estructura del programa, pero fui y pregunté por Fede”, cuenta el realizador. Ese puntapié inicial de la búsqueda de una conexión entre el presente y el pasado terminó convirtiéndose en el primer capítulo de 15 años luz, el ciclo que desde mañana a las 21 comenzará por Canal Encuentro (con repeticiones jueves a las 15, viernes a las 12 y sábados a las 18.30).
Entre 1993 y 1995, en el por entonces ATC que tenía a Gerardo Sofovich como interventor, Polosecki encabezó los ciclos El otro lado y El visitante, que marcaron un antes y un después en la manera de realizar programas periodísticos en la televisión argentina. “El sistema tiene fisuras y por esa fisura entramos nosotros”, reflexiona Lublinsky y recuerda que la experiencia marcó a todos los que participaron de ella. “Yo no hacía más que eso en aquella época. Además, éramos muy jóvenes, no poníamos límites al trabajo, vivíamos para eso. Cuando terminó, estábamos perdidos, nos encontramos con un país que no tenía lugar para ese tipo de cosas.”
Polosecki le puso fin a su vida en diciembre del ’96 y eso marcó un punto de inflexión para los que conformaban su entorno, pero también colaboró a alimentar el mito. Por un lado, los ciclos televisivos habían mostrado que se podía entrevistar y contar otras historias de modo diferente, cruzando códigos de la literatura, el periodismo, el documental, el comic y el cine negro, con lugar para la pausa y el silencio (el equipo de trabajo contaba con Marcelo Birmajer, Pablo de Santis, Ricardo Ragendorfer y Pablo Reyero, entre otros). Por otra parte, Fabián Polosecki se disolvía en la imaginación de muchos en el personaje Polo: el detective escritor de historietas de incansable campera de cuero negra, nocturno y oscuro buscador de relatos no escuchados.
En ese proceso de quiebre, los miembros del grupo de trabajo fueron siguiendo destinos dispares. En el caso de Lublinsky, el suyo lo llevó a emigrar a España, donde vivió durante cinco años. Tras su regreso, Viviana Gallardo, ex esposa de Polosecki, se puso en contacto con el realizador para que la ayudara en algunas posibilidades que aparecían para poner nuevamente en circulación el material. Eso llevó a Lublinsky a vincularse nuevamente con aquella obra que había producido junto a Polo en los ’90 y también con los archivos en bruto de las entrevistas. Eran 72 programas, pero además las entrevistas en crudo llegaban a más de dos horas y media cada una. Enfrentarse con eso lo movilizó, pero también fue germinando lentamente el proyecto.
Lublinsky, que había comenzado a trabajar con Polo en el ’92, en Rebelde sin pausa (en un segmento del programa conducido por Roberto Pettinato que fue el germen de El otro lado), asegura que “no quería hacer un programa de ‘¿Qué fue de la vida de...?’”. “Me interesaba ver si eso por lo que pasamos en aquellos años hoy se puede transformar en otra cosa, y registrar esa transformación. También es que estoy volviendo sobre un trabajo mío del pasado, que terminó de una manera un poco fea. Entonces, yo también quisiera transformar eso en una energía diferente.” Le comentó sus ideas a Nacho Garassino (otro de los tres realizadores de los ciclos; el restante, Daniel Laszlo, falleció en 2008) y a Claudio Beiza (quien fuera el director de fotografía); a ambos les gustó la propuesta, pero prefirieron no ser de la partida.
En 15 años luz dialogan las imágenes del pasado y del presente, los que ya no están con los que los continúan. Los cuatro episodios llevarán los títulos de “Compañeros de la infancia”, “Nombre propio”, “El legado” y “Disfraces de carnaval”. “En estos quince años hubo cambios tremendos, muy profundos”, dice Lublinsky. “Es como si les trajéramos a todos algo del pasado que revisar, entonces salen transformados de la entrevista.” Una peculiaridad es que no sólo aparecen fragmentos de los programas originales, sino también del material que había quedado fuera de la edición. Aquel efecto de intimidad que Polose- cki generada en las secuencias televisadas era el producto de un trabajo cuidadoso con cada persona, que Lublinsky describe como “yo no estoy por encima tuyo como entrevistador, vos tenés algo que enseñarme, y escuchar y sorprenderse con lo que te dicen”. Ese archivo en crudo también permite ver a otro Polo, el que solía quedar fuera del corte final. Distinto del que, en la visión de Lublinsky, quedó como un “personaje oscuro, de la noche”. “No lo veo así, no es lo que viví. Era una construcción, una narración que armábamos. Era una imagen que se daba, porque servía a la narración.”
El paso del tiempo está presente en 15 años luz, desde la infancia, esa “estrategia de los grandes para tener un pasado que los justifique” –como decía Polo en los primeros planos de aquel episodio del ’94 con la banda de amigos–, a la vejez, pasando por los cambios sociales y la presencia de la vida y la fiesta. En “El legado”, luego de ver a su padre en el material de los ’90, Aída (la sobrina de Nazareno, el último de los tres hermanos Anconetani fabricantes de acordeones), dice: “Cuando veo estas cosas no me da tristeza, para nada. Me gusta, me da alegría verlos, porque ellos eran así, eran alegres, y el legado que dejaron es de alegría”. Ese es el espíritu que busca Lublinsky para su programa, en el que el pasado no es un monstruo que amenaza en las sombras ni un fantasma que impide mirar hacia delante. No es mochila sino herencia, puente y parte de un ciclo vital. Por eso, el realizador que se apareció un día por una esquina de Quilmes buscando a quien fuera un gurrumín reo de 10 años insiste en que “la idea es retratar el camino”.
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