“Es increíble lo complicado que resulta hacer algo verdaderamente original en la actualidad.” La afirmación –casi un sincericidio– es de Steven DeKnight, el productor ejecutivo y cerebro por detrás de Spartacus, la serie que vuelve a contar la historia de Espartaco, el esclavo tracio que dirigió la rebelión contra la república romana, 73 años antes del nacimiento de Jesús. “Pero estoy seguro de que cada generación pensó exactamente lo mismo”, agrega, justo a tiempo para no tener que dar explicaciones a sus jefes de la cadena de televisión Starz. Su respuesta alcanza para reflexionar un poco sobre el revisionismo que embarga a las industrias del cine y la televisión con remakes, precuelas, secuelas y, como en este caso, con series basadas en hechos históricos. “A veces uno puede ser lo suficientemente afortunado y sacar de la galera una idea brillante, pero la mayor parte del tiempo uno construye su propio mundo con los elementos y piezas que fue amasando en el inconsciente a través de los años, que son los mismos que otros utilizaron”, cierra, en comunicación telefónica desde Los Angeles, desde donde anuncia que Spartacus, war of the damned será la tercera y última temporada de la serie.

Quizá en un intento por escapar de la simple remake, Spartacus cuenta con varias particularidades que la distinguen y destacan entre diferentes productos como Roma, The Tudors o The Borgias. En primer lugar, el antecedente de la clásica película de 1960, dirigida por Stanley Kubrik, protagonizada por Kirk Douglas y ganadora de cuatro premios Oscar y un Golden Globe. Luego, el tratamiento de imagen (llamado Chroma Key, similar al de películas como 300 y Sin City), que combina escenarios y elementos digitales con actores reales. Por último, el siempre exitoso combo de sangre (mucha), sexo (mucho y poco sutil), traiciones y excesos. Y aunque no haya sido justamente una virtud, Spartacus cuenta con un hecho que le dio algo más de (triste) celebridad: a su protagonista, Andy Whitfield, le fue diagnosticado un linfoma, que lo obligó a abandonar la serie antes de comenzar las grabaciones de la segunda temporada, y que le quitó la vida en septiembre de 2011, a los 39 años.

Pero la maquinaria estaba en marcha, y el show debía continuar. Liam McIntyre fue el elegido para reemplazar a Whitfield y, quiera o no, siempre estará obligado a responder algunas preguntas sobre qué significa haber tomado esa posta siendo un desconocido. “El era un actor increíble, su trabajo fue genial, por lo tanto es difícil reemplazarlo, pero es un honor”, sintetiza sin polémica. “Tanto Starz, como Steven y todos los demás me apoyaron para que yo lo interpretara de la mejor manera posible, y que hiciera mi propia versión del personaje”, cierra. Y no le resultó fácil: “mi preparación fue agotadora. Tuve mucho entrenamiento físico, aprendí nuevas cosas, como a manejar una espada, pelear y andar a caballo, y nunca pensé que estar en esta serie fuera tan divertido”.

“La historia es suelo fértil”, explica de nuevo DeKnight, “está llena de tesoros y secretos que pueden ser repensados para los nuevos públicos”. A pesar de tener (al menos en apariencia) tanta tela para cortar, la cadena Starz decidió que la temporada que están filmando y que se estrenará en enero de 2013, sea la última. “Tuvimos muchas discusiones acerca de qué tan largo debíamos hacer el programa, y llegamos a la conclusión de que no queríamos arruinarlo (como muchos otros shows), y es por eso que vamos a filmar una última y espectacular temporada, que le ponga un fin a la historia.” Lo que prometen los adelantos es que –a diferencia de las temporadas anteriores, más centradas en el personaje principal o en él y unos pocos soldados– War of the damned será mucho más épica y multitudinaria, porque relatará las batallas de la III Guerra Servil. En resumen: más sangre, más sexo y más acción. Puro entretenimiento, de ese que la televisión estadounidense sabe hacer bien.