TELEVISION › DOUG LIMAN, ENTRE EL CINE Y LA TEVé
› Por Roque Casciero
Para llegar a la cita con la prensa latinoamericana, Doug Liman se tomó un avión desde Londres, donde está dirigiendo a Tom Cruise y Emily Blunt en All you Need is Kill. El coproductor ejecutivo de Suits tiene en su haber varios éxitos de Hollywood: Swingers, su primer film, lo llevó a películas de mayor presupuesto, como Sr. y Sra. Smith, Identidad desconocida (también fue productor de las otras dos de la saga de Bourne) y Jumper. “Lo más difícil sigue siendo encontrar buenas historias”, asegura Liman. “Irónicamente, mi padre dirigió un estudio jurídico neoyorquino de alto perfil, incluso más prestigioso que el que se muestra en Suits, y él me decía que algunos aspectos de ser abogado se ponen más fáciles cuando tenés más poder, porque contratás otra gente para que te haga ciertas cosas. En mi trabajo, por el contrario, hoy no es más fácil conseguir buenas historias que cuando empecé. Tenés que conseguir el guionista adecuado, los actores correctos, el momento exacto... Hay muchos componentes. Y te sirve la experiencia, pero es como en un equipo deportivo: a veces simplemente funciona y el equipo empieza a ganar. Suits es una experiencia de ese tipo.”
Pese a su larga trayectoria en cine, Liman disfruta especialmente del éxito de Suits porque “está bueno poder compartir el éxito con la gente que está haciendo el programa”. “Me encanta la naturaleza comunitaria del trabajo televisivo. En el cine, cuando la película se convierte en éxito, todo el mundo ya está haciendo otra cosa. Además, con la televisión tenés varios episodios y eso te da más posibilidades. Lo comparo con dibujar con lápiz en lugar de pintar un óleo: podés arriesgarte más, porque si un episodio no funciona, tenés el de la semana próxima. En cambio, en las películas, mi objetivo es que todo se vea natural y eso lleva mucho trabajo. En mi primera película, Swingers, me resultó más fácil porque pensé que nadie iba a ir a verla, entonces tomaba ciertas decisiones pensando que era como un boceto. Pero de repente empezás a trabajar en películas con más presupuesto y todo el mundo tiene los ojos puestos en lo que hacés... ¿Cómo te las arreglás para seguir suelto y fresco bajo esa clase de presión? En televisión también hay muchas presiones, pero por la naturaleza del proceso, vos estás más suelto, más libre. Podés explorar personajes como Louis Litt, que es mi favorito en Suits: un personaje así quizá ni aparecería en la pantalla grande. Lograr bien ese personaje es algo que permite la televisión, pero en una película es más difícil mostrar a un personaje que amás y odiás al mismo tiempo.”
–No podés saberlo realmente, lo único que podés hacer es intentarlo y empujar con todo tu esfuerzo para que salga bien. Honestamente, he hecho una carrera con cosas que no sabía si iban a funcionar. Si hay algo que sabés que va a funcionar, es probable que sea una copia de algo que vos u otro ya hizo. Pero no hay ningún programa como Suits en la televisión. Me encanta meterme en un terreno que no me resulta familiar y ver si podemos salir adelante. En el caso de Suits, su éxito es más satisfactorio que de costumbre porque realmente nos arriesgamos con algo que es más audaz que lo que se hace normalmente en la televisión de Estados Unidos: tomamos un programa de abogados y lo dimos vuelta. Más que usar al estudio jurídico como un dispositivo para tener un argumento en cada programa, me gusta que sea como un paraíso terrenal, en las alturas de Manhattan, donde hay dinero, prestigio y poder, y nuestros protagonistas estén aterrados de ser echados. Crecí en un ambiente así, de estudios jurídicos de Nueva York, así que lo conozco bien. Tengo una amiga que empezó a trabajar en el mismo estudio en el que está mi hermano y la vista desde su oficina, en el piso 45, es fabulosa. Ella tiene 25 años, yo tengo 46, soy un director de cine exitoso, y mi vista es de un cuarto piso en Canal Street (risas).
–Realmente me enamoré del concepto del impostor. Hace unos años tuve la posibilidad de conocer a un director de cine al que idolatro, que ha ganado Oscar y demás, uno de los grandes directores norteamericanos. Almorzamos juntos y él me dijo que en el set él se sentía como un impostor, que de algún modo había convencido a toda esa gente de que sabía cómo dirigir y que valía todo lo que le pagaban. Y eso es lo que yo sentí en cada película que hice (risas), pero pensaba que era cosa mía. Por supuesto que no iba a decírselo a nadie, mucho menos a un periodista, pero en el momento en que este director me confesó eso, me di cuenta de que no era algo sólo mío. Así que les pregunté a los otros directores que conozco y todos se sienten del mismo modo: es un sentimiento universal.
–No (se ríe).
–Hay algunos momentos en los que ponés a dos actores juntos y la magia sucede. Y en eso no tiene nada que ver el director, más allá de haber elegido a las personas: sucede o no. Ponés a Humphrey Bogart y Katharine Hepburn juntos, y la magia sucede. A mí me pasó cuando puse juntos a Vince Vaughn y John Favreau en Swingers. Y después en Sr. y Sra. Smith... La primera escena en que dirigí a Brad (Pitt) y Angelina (Jolie), que era la escena frente al psicólogo, era casi la primera vez que estaban juntos, y pude captar esa incomodidad en cámara. Ellos tuvieron química desde el primer momento y uno no puede fabricar eso. Obviamente que esa química no significaba que iban a enamorarse: John Favreau y Vince Vaughn tienen mucha química, pero no se enamoraron (risas). Lo mismo pasó con Patrick Adams y Gabriel Mark: los ponés en la pantalla y algo se enciende. Para mí, de eso se trata el programa: no es un programa legal, es un buddy show (programa de pareja despareja).
–No.
–(Risas.) Honestamente, creo que es pura suerte.
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