Sáb 10.08.2013
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TELEVISION › MARCELO CAMAÑO Y MIGRE, NUEVA SOCIEDAD DE AUTORES

“Buscamos un marco jurídico”

“Alberto Migré se resistía a ceder sus derechos a perpetuidad”, señala el autor, como forma de ejemplificar una de las discusiones que la flamante asociación quiere llevar a la mesa de los productores. Desde los ’90, los guionistas perdieron cada vez más terreno.

› Por Emanuel Respighi

La televisión es mucho más que lo que ocurre dentro de sus pantallas. Detrás de las ficciones, los ciclos de entretenimientos e, incluso, de ciertos programas periodísticos, hay un mundo de profesionales que no tienen visibilidad pero que son sumamente necesarios para lo que los televidentes terminan viendo. Los guionistas de televisión son una rama –de tantas– de esos trabajadores fuera de cámara. Dispuestos a escribir situaciones e ideas que luego recrean y completan actores, conductores y/o periodistas, los autores de TV cumplen un rol importante dentro del medio. Un papel que, sin embargo, no sólo no acompañó el desarrollo de la industria argentina, sino que –incluso– cedió terrenos en comparación con otros profesionales. Ese proceso derivó en la creación de Migré, una nueva asociación que nuclea exclusivamente a las autores argentinos de TV.

Como DOAT (Directores de Obras Audiovisuales de la Televisión) y como la Sagai (Sociedad Argentina de Gestión de Actores e Intérpretes), Migré surgió como la necesidad de los autores de defender sus derechos como autores de la obra audiovisual, a la vez que mejorar sus condiciones laborales. Bajo el lema de “sin autor no hay ficción”, la mayoría de los guionistas de TV se juntaron para la conformación de Migré: desde Marta Betoldi (Socias) hasta Ernesto Korovsky (Graduados), pasando por Adriana Lorenzón (Los Roldán), Mario Segade (Farsantes), Marcela Guerty (El hombre de tu vida), Guillermo Salmerón (Caín & Abel), Gabriel Nesci (Todos contra Juan, entre tantos otros que con las historias que escriben invitan a los televidentes a ser parte de todo tipo de mundos.

“En una sociedad que a partir del 2003 avanzó en derechos, en convenios laborales, nosotros retrocedimos gravemente”, dispara en la charla con Página/12 Marcelo Camaño, autor de Vidas robadas y presidente de la flamante entidad. “El sistema de producción necesita de un marco jurídico que debiera estar garantizado porque la falta del mismo provoca que nuestra identidad esté constantemente atacada. Decidimos asociarnos para hablar de identidad, de derechos, de fuentes de trabajo y, sobre todo, de la gestión colectiva de nuestros derechos. No puede ser que sigamos firmando contratos donde debemos ceder a perpetuidad nuestros derechos y no volvemos a tener acceso a ese material, la obra no vuelve a nosotros. Esto es ilegal. En ningún contrato puede aceptarse que la licencia de uso sea para siempre. Es un atropello que se empezó a dar a mediados de los ’90, que se fue exagerando y que hoy es un disparate jurídico.”

–Un disparate con el que buscan terminar, a partir de la constitución de una sociedad que lleva el nombre del recordado Alberto Migré.

–Para nuestra generación es el último de los mohicanos. Tal vez los más jóvenes no hayan llegado a ver nada de su autoría, pero lo citamos porque su identidad lo pasaba por encima, porque mostraba una huella autoral indeformable. Se resistía a ceder sus derechos a perpetuidad: negociaba la cantidad de años que licenciaba determinada obra a la producción para que se explotara económicamente y luego la obra volvía a él para venderla a quien quisiera. Migré tenía una raigambre popular y un sentido de la identidad cultural que hicieron que trascendiera las épocas y se convirtiera en una marca argentina indeleble.

–¿Cuáles son las dificultades que enfrenta el autor en la TV actual?

–Hemos perdido gestión porque los derechos están vigentes. Hay que pelearlo todo palmo a palmo. Queremos reparar el avasallamiento que sufrimos. No es para que se asuste nadie. Simplemente queremos ser tratados como corresponde, que cuando se nos convoca para un proyecto quede claro que hay que negociar el precio, el tiempo, la calidad y la licencia de obra. Hay muchos productores que creen que nuestro trabajo vale muy poco, y somos nosotros los que marcamos la identidad de una ficción. Atrás nuestro vienen los directores y los actores para recrear, embellecer y mejorar lo que hacemos. Unos no existimos sin los otros. Pasan por encima de nuestros derechos.

–¿Qué rol jugó la irrupción de las productoras independientes en la pérdida de lugar del guionista como autor de la obra televisiva?

–Esto comenzó sin prisa pero sin pausa a partir de la privatización de los canales y del auge de las productoras independientes, lo cual es un problema grave porque trabajamos para ellos: nos contratan y producen lo que escribimos. El tema es que han avanzado en los contenidos. Hoy, la mayoría de las productoras tienen su departamento de contenidos, donde los autores desarrollan proyectos cuyo derecho intelectual queda para la productora. Esos autores muchas veces no tienen idea del dinero que le hacen ganar a esa productora. Al no entender de negocios, desconocen sus derechos. Los que seguimos siendo free lance y que vamos donde el trabajo nos convoca o donde nos interesa, estamos en una situación desvalida: tenemos que pelear contrato, dinero e ideas como si fuera algo novedoso. Argentores debería estar interviniendo en estas situaciones con todo el peso que le da la ley. Pero no lo hace. Esto sí forma parte de un proceso histórico. En todas partes las sociedades de gestión están siendo cuestionadas, fiscalizadas y optimizadas.

–En términos comparativos, ¿el guionista argentino de TV está más desprotegido que el de otras nacionalidades?

–Nuestras leyes son excelentes, con el agregado de una sociedad de gestión con peso de ley para defendernos. Si el sistema de protección deja de funcionar y nos manejamos con la más absoluta impunidad y fuera de todo marco legal, estamos en el peor de los escenarios. En países como Brasil se paga exclusividad. En México ahora las dos emisoras principales están negociando dejar de pagar las exclusividades a sus autores. Aquí no se paga exclusividad, pero se suele exigir. Peleamos en soledad. Mis contratos varían por empresa. Nunca son iguales y esto es lo que se reclama. ¿Por qué por el mismo trabajo tengo contratos distintos? ¿Por qué no armamos un contrato base donde queden en claro todos nuestros derechos y los del productor y lo único que se tenga que discutir sea el valor del libro?

–¿No temen que quienes forman parte de Migré sean “marcados” por la industria?

–¿Cómo vamos a pensar que quedaremos marcados por manifestar nuestras necesidades? Los productores defienden lo suyo, no son personas con las que no se puede hablar. Al contrario, si ellos avanzaron es porque nuestra sociedad de gestión les dejó el camino libre... Nos reuniremos poco a poco, con buena onda y manifestando con delicado respeto nuestro punto de vista. Estamos para sumar y mejorar las relaciones, no para restar y meter miedo. Miedo te da un contrato bochornoso que muchas veces lo tenés que firmar porque tenés que comer. Miedo da no tener un marco jurídico claro. Y esto es para ambas partes un riesgo.

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