Sábado, 29 de julio de 2006 | Hoy
TELEVISION › ENTREVISTA CON LA ARTISTA MARTA MINUJIN
El lunes será homenajeada por Canal (á), en el programa “Arte vivo”, ocasión que le permite aportar ideas sobre el vínculo entre su obra y la TV.
Por Julián Gorodischer
Convendría pasar al cuartito de las esculturas económicas para llevarse un souvenir, pero Marta no invita. ¡Qué delicadeza la de Marta Minujín –según se verá en el primer episodio de “Arte vivo”, desde el lunes a las 21 en Canal (á)– de tener una oferta para asalariados! Desentendida del mercado y las corporaciones de las artes plásticas, no reclama una gran retrospectiva que a esta altura es una deuda. “Pero es mucho trabajo”, dice. Su obra carísima convive con otra democratizadora; lo monumental de sus esculturas en hierro coexiste con las ventanas de vidrio sobre vidrio sobre las cuales se distinguen los perfiles que obsesionan a Marta. No deberían colgarse en la pared, a riesgo de perderse una perspectiva. La facilidad para hacer convivir lo blando de los colchones plegados sobre sí mismos e hipercoloridos con los cristales, todo a la vez, será definida por ella misma como “una esquizofrenia armónica”. “Hago esculturas griegas fragmentadas, colchones multicolores pop, escultura ecológica de alambre, arte efímero, happenings. Soy una artista absolutamente de avanzada; ya Leonardo Da Vinci era así.”
La inclasificable Marta Minujín comete varios pecados a la vez: se desentiende del régimen estricto de la compra-venta, elude la exhibición periódica, fomenta desde que tiene memoria un arte efímero monumental hecho de libros prohibidos (estructurados como Partenón, 1983), pan dulce (apilado para un Obselisco, 1978) y reivindica la inclusión del Artista, que otros escriben con mayúscula en el territorio devaluado de la TV. De hecho, el programa que se verá el lunes estaba pensado como un serial sólo para ella, capítulos para un homenaje poco moderado. Ese programa, de haber triunfado su postura, hubiera incluido algunas de estas postales: por milagro (palabra que vuelve en el monólogo de Marta) las esculturas que abundan en el taller (estampas griegas fragmentadas, mujeres gigantes, perfiles contra el vidrio, colchones hechos de extrañas extremidades de tela pintada con témpera) tocarían música/ miles de Martas se treparían a una biblioteca/ los doce meses del año representados por esculturas se adelantarían (con un paso al frente) diciendo: Yo soy enero/ Yo soy febrero/ Yo soy marzo... ¿Más?
–Yo entro chiquita –enumera fantasías– y las esculturas me hablan y me cuentan su propia historia. Todo se haría realidad. Una dice: “Soy el Apolo, soy la Reflexión”. Explicaría por qué está fragmentado: “Soy uno cuando me encuentro con mis amigos, soy otro cuando estoy con mi familia; soy muchos, eso diría”.
Pero no aceptaron darle el corte final –dice– y se negó a participar más que en un primer capítulo. Entonces, se verá sólo ese estreno dedicado a su figura, en “Arte vivo”, pero igualmente a ella la experiencia la dejó muy contenta. En el programa, hizo algo poco acostumbrado, que quiebra el mito del lugar del artista como altillo o taller hermético: salió a dar una vuelta con uno de sus colchones multicolor, lo dejó descansar en una esquina esperando reacciones airadas; toleró la indiferencia; se empalagó con los halagos que también se autodedica: “Sé que los colchones son fantásticos; poquísima gente se anima a comprarlos y poquísima gente se anima a colgarlos. Yo estoy segura de lo que hago, sé que es tan avanzado a su época que dentro de 500 años se va a establecer”.
–¿Más todavía?
–Me gustaría vender mucho más para, como haría Leonardo, colgar puentes sobre la avenida 9 de Julio. Tengo la idea de hacer un laberinto para los sentidos como si fuese un parque de diversiones para la mente. Mi esencia es polimodal..., multifacética. No soy una escultora, no soy una cineasta, no soy una diseñadora. Soy ¡arte, arte, arte! (parafraseando a un contestador telefónico que tenía). Y no hago arte aplicado a nada. Si me dan algo a pedido, ¡parálisis total! Ni siquiera yo me lo puedo pedir. La que amasa el colchón y esculpe el vidrio sobre vidrio es pura “simultaneidad en simultaneidad” (como el título de uno de sus happenings concebido como invasión mediática instantánea o televisación del público en la era de las cavernas). Simplifica la combinación de sus labores reiterando obsesivamente la frase “hago todo, todo, todo”, menos hiperquinética de lo que se la recordaba cuando inauguró su reality art show en la galería Ruth Benzacar (2001, constancia de su interés permanente por la fusión entre artes plásticas y medios). En pleno apogeo del reality, se dejó ver detrás de una cámara Gesell en su nimiedad cotidiana y ahora retorna módicamente en papel de homenajeada. ¿Qué cambia? “Mi vida es mi trabajo. Mi vida es hacer y hacer; tengo mucho que sacar de adentro, muchísimo. El colchón quiere decir: Volvamos a la vida, disfrutemos de los colores. Los vidrios quieren decir: Descubramos la vida”.
Para seguir con la fluida relación de Marta Minujín con los medios habría que retroceder muchísimo, tal vez hasta su mítico happening llamado La Menesunda (1965, ambientación transitable que jugaba, en uno de sus pasos, con televisar al paseante) al que repetiría en la actualidad. “Yo no tengo edad –dice–, mi arte no tiene edad. Soy más de vanguardia que la gente joven. Haría una Menesunda en 2006, con situaciones cambiantes que descoloquen al espectador: caés por un vacío, sentís cosquillas, aparecen rayos láser, te convertís en un tronco. Sería más divertida que la anterior, para que el hombre goce de sí mismo”. Dice que hizo happenings por televisión, que se adelantó a la televisación de civiles con Simultaneidad en simultaneidad, donde sesenta personas eran filmadas y después se veían a sí mismas en “una invasión mediática instantánea”.
Cada happening, ese género de la intervención/instalación artística, se hermanó con la experiencia televisiva por su alto impacto, su convocatoria plural y su capacidad para ofrecer desde una lectura erudita a una opción de entretenimiento pasajero. Así fue como quemó sus propios colchones o pagó la deuda externa a Andy Warhol representada en mazorcas. Marta convocó a una multitud de cámaras en cada experiencia de arte efímero, con especial resonancia cuando el Partenón de libros prohibidos, apenas salidos de la dictadura, se ofrecían libremente al mejor postor. La obra de Marta se llevó muy bien desde el comienzo con las necesidades de la tele. En su nota-ensayo sobre Marta Minujín, María Moreno describe esa alianza: “La Menesunda, ese happening que demostró que el arte pop era precisamente pop-ular”.
–Inventé la Torre de Babel de picos y cacerolas, para hacer en medio de los cacerolazos. Fue una maravilla que no hice, porque a muchísimos proyectos no los hago. No era político: había que abstraerse. El Partenón de libros sí era político: 30 mil libros prohibidos por los militares. Yo propongo una respuesta al medio ambiente; es el inconsciente colectivo de la gente al que transformo en arte.
–Y hoy que todo es pop, ¿usted?
–Tomar la vida pop es tirar caballos en un programa de TV, tirar pollos desde el helicóptero, como el chiste de Bazooka, divertido. Yo soy esencialmente pop. Soy esencialmente año 2000; ya venía adelantada. Por ejemplo: ahora no trabajo con computadora pero hace 30 años hacía happenings con computadoras en Montreal. Hoy Internet me parece una pérdida de tiempo espantosa, como lavar los platos. Ves un mail, lo tenés que borrar y estás perdiendo el tiempo absurdamente.
–El clímax de “Arte vivo” es cuando saca a la calle los colchones: hace mucho que no interactuaba...
–Estos colchones son revolucionarios: dieron toda la vuelta al arte pop, todo, todo, y la gente se babea por ese colorinche, es témpera, es mano de obra. No creas que se inutilizan, son muy humanos.
–¿Y las reacciones?
–Simpáticas. Me siento querida. Por ahí las elites no me apoyan. Debería estar en todas las bienales en el exterior. No tengo obra en el Malba. Me gustaría hacer una gran muestra en la Bienal de Venecia, pero ahí hay muchos intereses creados. Ahora quiero lograr la paz interior. Quiero, crear, crear, crear.
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