Miércoles, 9 de agosto de 2006 | Hoy
TELEVISION › VALENTINA BASSI, “EL TIEMPO NO PARA” Y “EL BOQUETE”
En TV y en el film que se estrena mañana, la actriz compone a desesperadas por salir de la pobreza con un batacazo salvador.
Por Julián Gorodischer
El tema es el dinero. ¿Por qué le tocaron dos personajes desesperados por pegar el batacazo en forma simultánea? ¿Síntoma de época o pura casualidad? La que responde es Valentina Bassi, la que debutó nada menos que en la piel de María Soledad Morales (dirigida por Héctor Olivera), la misma que pasó a la inmortalidad catódica con esa Carolina (madre soltera desesperada) de la gran ficción generacional de los años ’90 llamada “Verdad/consecuencia”. Tan fuerte fue su exasperada en el unitario coral (el que inauguró la saga de éxitos iguales a sí mismos, uno tras otro, de la usina Pol-ka) que diez años después sigue vigente en la composición de Valeria, la madre que acaba de quedarse soltera en “El tiempo no para”, un fresco sobre gente de 30. Se agrega allí a la trama del viejo “Verdad...” un dato central: en 2006 esta gente (amigos de un muerto que les legó una fortuna y problemas) vive ambicionando el batacazo, que llegará como una herencia. Lo mismo pasa con esa criatura desbordada de Mirna Susana en El boquete (la película de Mariano Mucci que se estrena mañana), sólo que para llenarse de plata la alternativa es robar.
–¿Su tema, este año, es el dinero?
–Es muy difícil comparar a esta bestia salvaje de Mirna Susana (la prostituta de El boquete que, en su pico, le practica sexo oral a un cliente delante del padre o tiene sexo con su hermano), casi animalito, con Valeria de “El tiempo no para”, clase media de Palermo, que no se quería ir del barrio ni aun empobrecida. Las dos quieren plata de arriba, que les llueva el dinero. Y la plata les saca lo peorcito de ellas. En la tira, el shock de ser rica (tras el cobro de la herencia de 500 mil pesos per cápita) no le hizo bien a su personalidad. La sedó, pero ahora no hace nada; antes era un poco más histérica pero más activa.
–¿Es casual que coincidan estas dos desesperadas por salvarse?
–Es que querer plata de arriba será muy argentino. Todos soñamos con zafar. Tengo la sensación de que en el aire se respira. Por ahí es por la falta de continuidad en el laburo, por no saber qué va a pasar mañana. O por saber que trabajando no vas a lograrlo. ¿Cómo hago en un país así? Acá ante la incapacidad de proyectar, lo único que te queda es que pase algo. Una herencia, un tío, un amigo en este caso...
Empobrecida o en la miseria, ya sea como la caricatura que compone en cine o el retrato naturalista de la tele, Valentina Bassi transita caminos opuestos hacia un mismo tema. Valeria, de “El tiempo...”, es en esencia una mujer compleja que no podía convivir ni separarse de su marido, que goza en el derroche actual pero atravesada por la culpa, entregada a la vacilación como forma de vida, individualista pero dependiente del grupo.Mirna Susana, en El boquete, es un estereotipo social: la pobre y degenerada es una pintura “políticamente incorrecta” que no se estila pero, ¿no es también el ideal conservador que no se asombraría de que en las villas tuvieran sexo entre hermanos o salieran a robar en familia, en un ritual equiparable a la mesa dominguera?
“De la pobreza se suele hablar con mucho más respeto”, apunta Bassi. “Pero ésta es una película completamente incorrecta. Por eso a mí también me chocaba, creía que se iban a enojar todos. No creo que los sectores conservadores tengan la mirada de El boquete. Es otra cosa totalmente distinta.” La pobreza o la clase media empobrecida, para Mucci o Constanza Novick, guionista de “El tiempo...”, son lugares de salida marcados por sus desgracias y sacrificios, nada pintorescos como en otras ficciones de casas chorizo y/o conventillos glamourizados (como “Sos mi vida”, que bate records de audiencia) llenos de gente linda. Para escapar, Bassi tiene a su cargo unas pocas fantasías colectivas de derrotados. ¿Cómo se da el batacazo cuando no existe la promoción de una generación a otra propia de M’hijo el dotor, ya caduca la esperanza de pegarla con una invención artesanal digna de Los siete locos de Roberto Arlt?La primera de las fantasías dicta que, en la barbarie, cuando no queda nada, el cuerpo deberá responder por uno; Mirna Susana, de El boquete, alterna la prostitución barata con la participación en una porno (en un buen momento en que el director porno Víctor Maytland dirige una película dentro de la película). “Me parece que ésa no cuenta”, dice Bassi. “Nadie se hace rico poniendo el cuerpo; es el último manotazo de ahogado. En el caso de Mirna es su circunstancia, ni siquiera se lo cuestiona, así es la vida.” La siguiente fantasía, más prohibida, apuesta al robo planificado de El boquete, sin violencia ni rehenes, como salvación y/o vacación de tiempo compartido. “De ésa lo que más me gustó es salirme del naturalismo, porque no tengo oportunidades tan seguido. Y darme cuenta de que uno siempre se pone de parte del boquetero, más cuando actúa sobre cajas de seguridad, sin uso de violencia porque, como dice uno de los personajes, es un laburo.” La última opción se hizo carne en la TV: Valentina (Valeria) cobra, como el resto, una herencia millonaria que, sin embargo, no le saldrá gratis. “Valeria es la negadora –sigue–, a la que cada vez le cuesta más. Cambió el estilo de vida, pero se siente muy culpable. Lo económico estaba también muy metido en ‘Verdad/consecuencia’, pero ahí todos teníamos laburo. Estos nuevos son un poco más individualistas, aunque muy amigos. Cuando están en problemas, lo primero que les sale es el ‘ya zafo’.”
De los ’90 en adelante, después de varias películas y otras tantas criaturas de TV, cambió el signo de los tiempos, pero no la zona en la que la tele fija la narración (Palermo) ni la condición de madre soltera que parece sentarle bien en “Verdad...” o ahora. “En los dos casos era madre soltera”, recuerda. “Pero aquélla era más inconsciente, aunque ésta también mete a la nena en el medio de las peleas con su marido.” Esas discusiones conyugales con Nacho (Gonzalo Valenzuela, emigrado abruptamente de la ficción para irse a protagonizar el “Montecristo” chileno) lideran su ranking de mejores momentos. “Es lo que más disfruté, y lo que extraño muchísimo”, dice. “No podían separarse y no podían estar juntos. Realmente nos matábamos y sin transición nos abrazábamos y dábamos besos: eso es muy humano. Se me fue, pero cada tanto puede ser que se aparezca. Sin lugar a dudas en los guionistas de ‘El tiempo...’ hay algo nuevo: me identifico con sus libros, tienen buenos diálogos, hay imaginación en las historias. No soy de grandes definiciones, soy de intuiciones. Y aquí hay imaginación que no es la convencional; es menos previsible. A mí me sorprende que pinten bien los personajes y nos den bola.”
Su obsesión que vuelve es la referencia a “tocar la misma melodía” en orquestas que asocia a rodajes y grabaciones, aunque cueste imaginar esa figura aplicada al disonante griterío de El boquete. Es más fácil de entenderla en “El tiempo...”, al menos el de la primera etapa, donde el signo de esas amistades era siempre la amargura.
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