Jueves, 15 de enero de 2015 | Hoy
TELEVISION › LA PRODUCCIóN DE FICCIóN ARGENTINA ESTá EN CRISIS
La decisión de Telefe y El Trece de programar las telenovelas Rastros de mentiras y Las mil y una noches puso en estado de alerta a los guionistas argentinos, quienes responsabilizan a los productores y programadores por el mal momento de la ficción local.
Por Emanuel Respighi
El que se está desarrollando puede no ser un verano más para la pantalla chica. La decisión de Telefe y de El Trece de programar dos novelas extranjeras en el prime time puso en alerta a los guionistas televisivos argentinos. ¿Cómo es posible que los canales líderes hayan decidido poner al aire el mismo día y en el mismo horario dos latas foráneas en la franja de mayor encendido de la TV local, históricamente reservada a las producciones nacionales? Independientemente de la calidad técnica, actoral y narrativa de la telenovela turca Las mil y una noches (El Trece, diariamente a las 23) y la brasileña Rastros de mentiras (Telefe, también a las 23), los autores locales de ficción levantaron su voz en el firmamento televisivo. Las plumas detrás de las historias televisivas vernáculas ven en esta movida estival un paso más dentro de un proceso en el que la ficción argentina viene cediendo terreno frente a las propuestas de entretenimiento, las latas extranjeras y la competencia de las series extranjeras. ¿Qué pasó para haber llegado a esta situación?
En pie de guerra: así están por estos días los autores de TV. La tensión no está puesta en “telenovelas extranjeras sí o no”. Tampoco en plantear la falsa dicotomía sobre telenovelas extranjeras vs. telenovelas locales. Más bien, la discusión descansa en intentar comprender qué es lo que ocurre en la industria televisiva local para que por primera vez se diera el hecho de que dos producciones extranjeras se emitan en el prime time y se mantengan, desde su estreno, entre los cinco programas más vistos en cada jornada (ver aparte). Incluso, en los últimos días la ficción turca de El Trece fue el programa más visto de la TV abierta argentina y sumó un resumen semanal los domingos.
Si bien la programación de latas extranjeras en la TV local viene de larga data, no es menos cierto que tras el fenómeno generado por Avenida Brasil el año último en la pantalla de Telefe, y la de Escobar. El Patrón del mal en la de Canal 9, los programadores se envalentonaron para echar mano sin culpa al recurso extranjero en el horario más importante de la TV. La pregunta, entonces, es ¿cuáles son las razones por las cuales lo que antes parecía inimaginable hoy se dé con total naturalidad? ¿Será que la ficción argentina corre el riesgo de perder espacios, dados los altos costos económicos que demandan las producciones locales, en comparación con lo que cuesta cada capítulo de una lata extranjera, aún de “tanques” como Las mil... y Rastros...? ¿Es sólo una decisión artística de verano o forma parte de un proceso en el que la ficción local parece ser el chivo expiatorio que algunos encontraron ante la estampida de la audiencia hacia las plataformas digitales? Página/12 contactó a guionistas y productores de ficción de la TV argentina para analizar el fenómeno.
“Ya se había difundido que Telefe y El Trece habían convenido no producir nada durante el verano, como diciendo ‘yo no abro los domingos, vos no abrís los domingos’. No sé, no entiendo mucho, pero no me parece que la libre competencia se trate de eso, en la que no gana el mejor, el más creativo, ni el más hábil...”, se lamenta Ernesto Korovsky, guionista de Graduados y Viudas e hijos del rock and roll, entre muchas otras ficciones. “Latas siempre hubo. Algunas, como Avenida Brasil, funcionaron muy bien, o como Betty la fea, o Los Simpson. Creo que hay eventos televisivos globales que valen la pena verse. No sé cómo les irá a estas tiras, si resultarán rentables. Me parece que las latas enfrían la pantalla mal, que preferiría ver algo más vivo, más cercano”, analiza el guionista.
“La ficción local ya perdió lugar en las grillas de los canales más importantes más allá de este verano”, se suma Marcela Guerty, autora de El hombre de mi vida, entre otras ficciones. “Basta ver cómo a las producciones propias se las maneja como piezas dentro de la estrategia de una programación general (por lo que no importa ni para qué horario fueron creadas ni pautadas originalmente) y a las producciones externas, como las que se producen para la Televisión Digital Abierta, se las manda en horarios y días que las vuelven prácticamente invisibles. Algo importante –y sé que ya hay gente trabajando en ello– es acotar dentro del porcentaje de producción local que tiene la ley de medios, un porcentaje específico para ficción, ya que por producción local se entiende cualquier programa con dos periodistas hablando a cámara”, propone la autora y actriz.
Defensores de sus historias, los guionistas consultados por este diario coinciden en señalar que el mediocre andar de la ficción local tiene responsables directos: los canales y quienes toman decisiones en ellos. Cecilia Guerty (Hombres de honor, Malparida, Sres. papis) no duda sobre cuáles son las razones para comprender el estado actual de la TV. “Son motivos económicos y financieros, basados en el éxito o fracaso que supone una medición de rating obsoleta para esta época. Los canales apuestan solamente a aumentar márgenes de ganancia, mientras enfrentan la crisis de contenidos nacionales que ellos mismos crearon. La decisión final sobre qué contenidos se desarrollan y van al aire fue siempre exclusiva de directores de programación y juntas directivas de los canales. Si hubieran sumado a los autores a la decisión, la realidad hoy sería otra. Desde hace por lo menos cinco años, dentro de las grandes productoras y canales, la `estrella’ es quien logre poner al aire el programa más barato, hecho en el menor tiempo posible, con el elenco más barato (peor pago) posible, presionando a directores, productores de campo, posproductores y demás para privilegiar costos frente a contenido. Si en el camino se deforma y deteriora ese contenido, no importa”, subraya la autora.
La cuestión económica parece jugar un papel central a la hora de encontrar los motivos que expliquen el hecho de que las latas extranjeras copen cada vez más espacios en el prime time. El costo que para una emisora tiene la producción propia de un capítulo de ficción es infinitamente mayor al valor que en el mercado tiene un episodio comprado en el exterior. Si bien no hay cifras oficiales, distintos allegados a la industria televisiva coinciden en que el valor para un canal argentino de un capítulo de una telenovela extranjera oscila entre los 1500 y los 2500 dólares. Por lo general, se trata de temporadas que para el mercado internacional tienen un desarrollo que va entre los 120 y 140 capítulos (los cuales los programadores pueden “estirar” o “acortar” según sus conveniencias). Por su parte, un episodio de ficción diaria, de calidad, producido en la Argentina, no baja de los 50 mil dólares de costo.
“Nos encontramos frente a un problema cultural: los canales están manejados por grupos, contadores, números”, reflexiona Marcelo Camaño. “No se apuesta porque no hay interés, no se toman riesgos porque los costos son altos y ellos no tienen idea de cómo acolchonar esos números, se devalúa el gusto del público porque ellos sinceramente creen en eso. O eso nos dicen. Puertas para adentro, es evidente que no creen en algunos productos. Hay un desinterés sorprendente y una banalidad que nos gana. Si incluso algunas secciones de espectáculos de los diarios se hacen a base del Twitter, ¿por qué les vamos a pedir a los programadores que arriesguen por fórmulas nuevas? Ellos cuidan el negocio”, se planta el autor de Vidas robadas y Montecristo, entre otros.
Más allá de los costos, no es menos cierto que producir localmente ficción tiene otros beneficios de los que carece la lata comprada en el exterior. La potencialidad económica que da la producción propia de ficción no puede ser igualada por un producto extranjero, desde el punto de vista de que una historia propia puede venderse en el exterior (como “lata” o como “libro” para su adaptación local), y generar mayores ingresos económicos en venta de publicidad y PNT. Además, y éste no es un dato menor, históricamente la ficción local refuerza la identidad argentina, poniendo en circulación valores e ideas que hacen su aporte a la cultura, trascendiendo su mero rol de puro entretenimiento. Además, claro está, de que la producción local genera trabajo local, tanto en los rubros artísticos como técnicos.
“Hoy el producto norteamericano regresa desde los canales de cable con un autor-productor y con héroes que en nombre de valores tradicionales como el amor a la familia, a los hijos, validan la falta de ética y de límites, el desconocimiento de toda alteridad”, se queja Ana Montes ante la importación de las historias. “Esos héroes trafican, crean mafia, corrompen, contaminan. Nos encontramos ante esta avanzada en la que las víctimas de sus excesos no tienen relato, no importan ante el modelo heroico que nos imponen. Esto refleja la importancia cultural que tienen los relatos audiovisuales como identidad cultural y política, los cuales no pueden ser tomados a la ligera ni en función de puros intereses económicos. Los contenidos son política de identidad cultural estratégica y como tal necesita ser considerada.”
–¿Y por casa cómo andamos?
Los autores de ficción coinciden en señalar a los que toman las decisiones artísticas y económicas en las emisoras como los principales responsables de haber llegado a esta situación. Sin embargo, también es necesario preguntarse si la falta de creatividad en las ficciones locales no pudo haber ayudado a que los que manejan los destinos televisivos empiecen a mirar hacia el exterior para abastecer sus programaciones en cualquier horario. ¿Cuál es la mea culpa que realizan los guionistas argentinos, en tanto pieza importante de la industria televisiva? “Los autores –afirma Cecilia Guerty– siempre queremos y buscamos asumir riesgos narrativos, aunque terminemos en una batalla perdida. La clásica discusión con un productor general o gerente de programación empieza con el pedido de volver a lo seguro, a lo que ya funcionó, pidiendo ‘alivianar’ tramas y conflictos. Pero la decisión final sobre el contenido siempre fue de la productora o del canal, y en general desoyendo la opinión y la propuesta del autor.” En la misma línea, Camaño señala que hay buenas historias en el mercado local, pero que nadie se anima a ponerlas al aire: “Acá se hace lo que los productores o programadores deciden. Hay muchísimos proyectos esperando oportunidad, creativos, interesantes y nuevos. Y otros, por supuesto, súper conservadores, que tienen un público fiel. Pero el problema es que la inversión es cara. Y entonces hay que sincerar a todos los rubros y trabajar para poder producir con continuidad. El 2014 fue un año más de entretenimiento... A excepción de Viudas..., nada”. Página/12 contactó a las oficinas de prensa de Telefe y El Trece, que declinaron participar en este debate.
La ruptura en los vínculos creativos entre buena parte de productores y de autores aparece, entonces, como un eslabón más del problema que tiene como rehén a la ficción argentina. “Los autores no estamos inactivos –aclara Montes–, soportamos el peso de un monopolio que nos ha dejado solos frente a corporaciones. El ataque a nuestra integridad y nuestra identidad autoral, invisivilización. El gesto tremendo del productor de imponer ideas pretendiendo un autor sin ideología. Es grave todo este proceso que además conlleva la ruptura creativa y solidaria del autor con el productor. Estamos trabajando desde Migré (la asociación que agrupa a los guionistas) en la recreación de esos vínculos. Recibimos a productores independientes y emprendemos proyectos en conjunto”.
Responsabilidad de unos y/o de otros, razones económicas y/o artísticas, decisiones coyunturales o permanentes: lo único cierto es que la ficción local está atravesando una evidente crisis en su producción. Historias más o menos parecidas, corrimientos de horarios y días de emisión, bajas y altas en los protagónicos en pleno desarrollo de las tramas, limitaciones económicas, disminución de la audiencia: todo confluye para un momento televisivo en el que la ficción local va cediendo peligrosamente terreno, corriendo el riesgo de que la devoren los de afuera.
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