Mié 12.09.2007
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TELEVISION › DIEGO PERETTI, EN EL CENTRO DE UNA HISTORIA DE TERROR

“Narciso tiene cosas que me gustan más que la TV actual”

El actor se entusiasma con el registro que tendrá la serie reescrita por los hermanos Slavich, que pone más acento en lo fantástico. Pero no puede olvidar la impresión que le producía el original de Ibáñez Menta.

› Por Emanuel Respighi

El recuerdo, aunque vago por el paso del tiempo y la vida útil del chip de la memoria, aún permanece en la mente de Diego Peretti. Como una de esas situaciones más o menos banales que en la niñez se transforman en trauma, las sensaciones, imágenes y sonidos –esa inconfundible voz de ultratumba de Narciso Ibáñez Menta– siguen atormentando al actor, como a una gran parte de los argentinos que superaron los cuarenta, a casi cuatro décadas de la emisión de El hombre que volvió de la muerte. “Todavía me acuerdo de que mi familia se juntaba a ver el programa como un rito semanal irrenunciable y yo, con mis seis años de edad, me escondía detrás del sillón ante cada escena de terror... O sea: ¡toda la hora que duraba el programa!”, rememora Peretti ante Página/12. Esta noche, el actor cerrará el círculo que lo vincula con aquella mítica historia, cuando desde las 22, por la pantalla de Canal 13, interprete al monstruoso Elmer van Hess en la remake de Pol-ka de El hombre que volvió de la muerte.

Escrito originalmente por Abel Santa Cruz en 1969 e interpretado por el inolvidable Narciso Ibáñez Menta (ver aparte), el unitario que verá la luz hoy es una adaptación de quince capítulos de Marcelo y Walter Slavich (El garante, Epitafios), que intentará teñir de terror la pantalla chica como hace tiempo no sucedía. “Toda acción en el universo crea una reacción igual y opuesta. Hicieron sobre mí algo monstruoso. Y crearon un monstruo”, dice un encapuchado y oscuro Elmer van Hess. La nueva versión del ciclo emitido en su momento en blanco y negro por Canal 9 cuenta la historia de Van Hess, un gerente de sistemas de una agencia de seguridad que es arrestado en medio de su fiesta de compromiso con Erica (Nancy Dupláa). Sin noticias sobre su paradero, la Justicia decide darlo por muerto. Sin embargo, durante cuatro años, Elmer fue sometido a extraños experimentos a cargo del doctor Mortensen, en una manipulación bioquímica que construyó un monstruo. Y que, en medio de un incendio en el laboratorio en el que estaba encerrado, está suelto por las calles con sed de venganza.

“Tenía que morir para seguir vivo, eso es lo que creí. Soy odio en estado puro. Me subestimaron los perros y creyeron que me habían domesticado. A partir de esta noche cada uno va a conocer el infierno”, remarca el hombre al que alguien quiso hacer que desapareciera de la tierra, adjudicándole un plan para atentar contra la vida del presidente. Una historia que devolverá a la pantalla el género de terror fantástico, pero sin abusar de efectos especiales, sino basándose en cierta estética y estructura narrativa propia de una ópera. Se trata de un registro sobre el género completamente diferente de los infructuosos proyectos del pasado reciente de la TV argentina, como Sangre fría (Telefé) y Cuentos de terror (Canal 7). “El mío –apunta Peretti sobre su versión de Van Hess– es un personaje que no depende de algo realista, sino que es un personaje más extremo, más colorido, más operístico. Es un programa que por momentos transita el género de terror fantástico, del cual no se tiene mucha experiencia en televisión. Tenemos una historia que sustenta todo este universo, que fue la historia que escribió Abel Santa Cruz y que los hermanos Slavich están adaptando a los tiempos modernos. El programa tiene una buena base. Sólo hay que encontrar el lenguaje en la medida en que lo vamos a hacer. Mi personaje, además, es complicado de armar, porque depende en igual medida de maquillaje, vestuario, arte, caracterización, sonido y mi forma de expresión, que es más corporal que facial.”

–En la Argentina, de los ’90 hacia acá, no hay una gran experiencia en el género de terror. ¿Cómo hace el ciclo para hacer atractiva una historia esencialmente de terror, un género siempre ligado a un nicho de público muy definido?

–El hombre... es un ciclo específicamente de terror. Lo que pasa es que es un terror fantástico; no tiene la impronta de terror hitchcockiano, de thriller psicológico... La película Seven provoca terror, porque es siniestra, hay espanto, pero puede existir en la realidad un asesino serial de esa naturaleza. Aquí, en cambio, los personajes están un poquito más corridos hacia lo fantástico. Van Hess está desfigurado, como resultado de las quemaduras que sufrió debido a una experimentación química que recibió; y además tiene capacidades psíquicas y motrices superlativas a las de los mortales. Ahí te corrés hacia lo fantástico, pero sin caer en los efectos especiales. El personaje siente casi mecánicamente placer al ver sufrir a sus víctimas. Es como una máquina de matar que necesita de los asesinatos para vivir. Tiene momentos de furia que debe neutralizar en una celda de seguridad, porque en ese estado no distingue a sus víctimas. Eso lo corre a lo grandilocuente, lo operístico... Y todos los personajes están instalados en ese registro.

–El hecho de que se trate de una historia fantástica, siendo psiquiatra, ¿lo libera a la hora de componer el personaje o lo hace más complejo porque no tiene un referente real en el cual basarse?

–Estoy más dependiente. En Culpables, con la puesta melodramática de Daniel Barone y un elenco de esa calidad, era muy difícil errar. Uno interpreta a personajes o situaciones en un universo que de una u otra manera vivió o conoce. Aquí, en cambio, todo se complejiza, porque uno no depende de una única cosa, sino de un montón. Eso en lo técnico. Y que sea fantástico y salga de lo real, desde el punto de vista psicológico, me resulta divertido porque es un personaje que es blanco o negro. No hay matices en su comportamiento. Es blanco o negro químicamente, a nivel emoción y a nivel razonamiento. Sus acciones funcionan como acto reflejo. No tiene prejuicios, no tiene culpa, no tiene reflexión, no tiene tendencia religiosa: es (i)lógica pura y acción.

–Un personaje sin capas....

–Totalmente. La única grieta que se abre en esa sistematización de conducta es cuando la ve a Erica, la novia con la que no se casó. Porque, hasta ese momento, el odio que tiene, todo el resentimiento que acarrea, hace que la venganza y el sufrimiento de sus víctimas le permitan seguir viviendo. Y cuando se topa con Erica conoce otro sentimiento, y es ahí donde el personaje comienza a sufrir crisis de furia. Empieza a sangrar a través del cuerpo, eleva la temperatura corporal más de lo normal en los seres humanos, comienza a tomar más fuerza sin distinguir a quién mata. Van Hess es víctima de una tragedia: se da cuenta de que puede tener un sentimiento similar al amor, pero no puede disfrutarlo. Al sentir amor y no poder vivirlo, se da cuenta de que su final es trágico.

–El último unitario que protagonizó fue Criminal, donde interpretó a un personaje que también quería consumar una venganza por una injusticia que había sufrido, en ese caso como víctima de la inseguridad. Es un tema parecido (la venganza), pero en contextos sociales y registros narrativos diferentes...

–El registro y el contexto, desde ya, son diferentes. Mientras en Criminal se hablaba de una venganza a partir de una psicología enferma, aquí yo pondría en el mismo nivel que la venganza a la historia romántica. El odio que tiene el personaje es inversamente proporcional al amor que le arruinaron.

–¿Esta adaptación es fiel a la original o posee diferencias sustanciales?

–Es fiel y está adaptada. No son excluyentes. Es fiel porque conserva a los personajes, las relaciones entre ellos, las funciones de cada uno de los personajes. Pero está actualizado. En aquella época, a Van Hess le cambiaban los órganos por máquinas porque estaba muy en boga un médico cirujano sudafricano, Christian Barnard, que hizo los primeros trasplantes de corazón en 1967. Narciso utilizaba los videos de los trasplantes de corazón para mostrar que al personaje sólo le había quedado humano el cerebro. En este caso, eso se cambia por una cosa más bioquímica. Pero así como en aquella época Van Hess iba en búsqueda de su alma, en la versión de los hermanos Slavich va a la caza del amor que perdió. Aun sin saberlo, porque es puro odio, pero que al toparse con ella lo resquebraja y comienza a vulnerabilizarlo.

–El hombre... es uno de los ciclos más recordados de la televisión local y Narciso Ibáñez Menta uno de los actores más prolíficos del género. Al momento de aceptar la propuesta, ¿prefirió volver a ver el ciclo o se aisló de él para no contaminarse?

–Del original, lamentablemente y como mucho otro material histórico de la televisión, no quedó nada. Se quemó en un incendio. En Internet sólo hay una charla entre el doctor Morten (Eduardo Rudy) y Elmer van Hess (Narciso Ibáñez Menta), donde este último le achaca haber sido condenado a vivir 340 años. De hecho tuve que hacer un pedido radial a la solidaridad de la gente para contactar a quien tuviera material y se me acercó el actor Carlos Cardone, fanático del programa, con una pila de TV Guía con fotos y argumentos de cada uno de los capítulos. La máscara la tiene alguien que no quiso ni que la viéramos, por lo que copiamos la máscara original de una foto. Sólo que ésta no es de cartón.

–La comparación con el original va a ser inevitable, aun cuando el recuerdo de El hombre... tiene más carga mítica que real.

–Es imposible luchar contra el imaginario de la gente. Lo recordado es muy fuerte. Uno habla con el taxista y la expresión al nombrarle El hombre... es de “ahhhhhhh, ¡qué programa!”. ¡Y yo mismo me escondía detrás del sillón! En esta versión se varió la literatura del original, por las acciones; la locuacidad por la visceralidad. Es la manera que tengo como actor de hacerlo: no tengo la locución de Narciso. Tengo una formación actoral más vivencial que interpretativa o racional.

–Desde la década del ’60 hasta la actualidad, el registro televisivo cambió...

–Sí, pero estuve viendo cosas de Narciso que me entretuvieron más que muchos programas actuales. Hay algo que se ganó, pero mucho que se perdió de aquella televisión. Si bien en cuanto a la producción era una TV más floja, creo que el contenido, en general, era superior al actual.

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