Viernes, 20 de enero de 2006 | Hoy
VIDEO
Llega finalmente al video Peter Ibbetson, la película que hizo delirar a los surrealistas, que hallaban en ella una de las grandes materializaciones del amor loco. Dirigida por Henry Ha-
thaway a partir de una novela de George Du Maurier, Sueño de amor eterno es un canto al triunfo de la ensoñación por sobre la realidad. Un niño y una niña se enamoran y ese amor terminará acompañándolos hasta la propia muerte. Lo más interesante de Peter Ibbetson es la fuerza que ciega a los amantes. Hasta el punto de hacerlos dialogar entre sí en ausencia, reencontrarse por una de esas casualidades que más parecen causalidades, asesinar al marido de ella y, finalmente, soñar el mismo sueño.
El proteico y prolífico Winterbottom (filma de a dos películas por año, y ninguna de ellas se parece a otra) incursiona esta vez en la ciencia ficción, imaginando un futuro en el que, como consecuencia del desarrollo de la ingeniería genética, dos personas pueden llegar a cometer incesto sin saberlo. Con esa aclaración inicial no es difícil suponer qué lazo puede llegar a unir a un detective informático (Tim Robbins) y una dealer de documentación para inmigrantes ilegales (Samantha Morton), en el momento que se conocen y se enamoran. Con elementos prestados de Blade Runner y otras obras de Philip Dick, con una hipnótica utilización del cinemascope y un embriagador trip hop en la banda sonora, a Código 46 le sobra clima.
Bastante castigada resultó esta comedia dramática en el momento de su estreno, y lo cierto es que funciona bastante mejor de lo que se le ha reconocido. Dirigida por Peter Weitz (el mismo de Un gran chico), éste confirma aquí su muy buen timing para la comedia, además de su fluidez narrativa y buena mano para la dirección de actores, jugando en este último rubro con tres ases en la mano. El renacido Dennis Quaid es el típico ejecutivo cincuentón que un día se despierta y se encuentra con que su esposa espera un chico, su hija (la descacharrante Scarlett Johansson) no le da ni la hora y además acaban de desplazarlo en su trabajo, ante la llegada de un yuppie insoportable (insuperable Topher Grace).
Un “Grandes Exitos” del último cine oriental. Protagonizada por una especie de Robin Hood femenina, que en su versión enmascarada pasará a ser conocida como El Dragón Blanco, la película dirigida por el hongkonés Wilson Yip cruza la comedia naïf-adolescente con las artes marciales, usando y abusando una vez más de saltos, cabriolas y habilidades sobrehumanas en el arte de la espada. Pero a su vez introduce delirios autoparódicos dignos de Kung-fusión (una escena se rebobina sola) y hasta de Old Boy. Como esa barra de descarga de archivos de computadora, que se dibuja en un momento en la parte inferior del cuadro, para representar el traspaso de información de un personaje a otro.
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