Sábado, 4 de diciembre de 2010 | Hoy
VIDEO
8-Una semana solos,
de Celina Murga. Con N. Gómez Alarcón, I. Giménez y Lucas del Bo.
2007, 110 min. Transeuropa.
Antes de ser apadrinada para su próximo proyecto por el mismísimo Martin Scorsese, en Una semana solos la realizadora paranaense Celina Murga se acerca al enclaustrado mundo del country sin dejarse llevar por el prejuicio. Como en Ana y los otros, Murga aborda la ficción con mirada documentalista, filmando al grupo de chicos al que sus padres dejaron por unos días como si en lugar de actores fueran auténticos vecinos del barrio cerrado. Ficción de observación en su primera parte, embriones de conflicto van agrietando la aparente serenidad protegida, hasta que las tensiones acumuladas hagan estallar la burbuja. La narración es fluida, la presencia de la cámara jamás se nota, los encuadres respiran, las actuaciones son perladas.
7-Triángulo,
de Christian Petzold. Con Benno Fürmann, Nina Hoss y Hilmi Sözer.
2008, 93 min. Transeuropa.
Versión no acreditada de El cartero llama dos veces, en este film de Christian Petzold (referente de lo que podría considerarse “nuevo cine alemán”), el vagabundo del original es un ex soldado dado de baja en Afganistán. El cantinero griego es ahora un empresario turco (con todo lo que eso significa en la sociedad alemana) y su esposa sigue dejándose arrastrar por el deseo, con la misma dosis de resignada fatalidad que Cora en la novela de James M. Cain. Aggiornado a los tiempos que corren, Petzold deja que la ambición material prevalezca por sobre la fuerza del destino, sin representación de la ley a la vista. Rindiendo culto a Brecht, el realizador encamina las cosas hacia la tragedia de modo sintético, meditado y analítico.
5-Francia,
de Adrián Caetano. Con Natalia Oreiro, Milagros Caetano y L. Delgado.
2009, 78 min. Transeuropa.
Algo así como una fábula proletaria, la película más reciente de Adrián Caetano describe el mundo de una hija de padres separados (mamá mucama; papá obrero metalúrgico desempleado) desde su propio interior, dado al fantaseo. El colegio privado al que va la niña da la sensación de no poder contenerla y en casa, cada vez que mamá y papá se cruzan, arde Troya. Con su propia hija por protagonista, Caetano aborda ese mundo con altas dosis de riesgo y una absoluta libertad de registro, capaz de combinar realismo urbano y fantasía, melodrama social y farsa envenenada. El problema es que todo ese burbujeo, en lugar de amalgamarse, tiende a perder el rumbo, naufragando entre caricaturas y decisiones estéticas no siempre bien encaminadas.
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