Will Ferrell fue miembro estable del mítico Saturday Night Live desde mediados de los ’90 hasta comienzos de la década siguiente, cuando sus apariciones como secundario cinematográfico –en las dos primeras Austin Powers y en Zoolander, sobre todo– ya le habían dado suficiente exposición como para escalar a estrella. Algo que haría rápidamente en películas como Old School (editada aquí como Aquellos viejos tiempos, 2003), Anchorman: The Legend of Ron Burgundy (2004), Kicking & Screaming (2006) y Talladega Nights: The Ballad of Ricky Bobby (2006), varias de ellas coescritas y coproducidas por él. Allí se produce un fenómeno curioso, atribuible tal vez a diferencias en los gustos del público, quizás a simple cerrazón de distribuidores y exhibidores. En la misma medida en que las puertas del cine se le abren en su país, se le cierran en el nuestro. En efecto, la única posibilidad de que en la Argentina se estrenen sus películas es que en ellas la participación de Ferrell se reduzca a algún papelito secundario, como en Starsky y Hutch (2004), Melinda y Melinda (2004), Los rompebodas (2005) y Los productores (2005). O que las protagonice, sí, pero sólo como actor contratado. Que es lo que sucede en Elf, el duende (2003), Hechizada (2005) y Más extraño que la ficción (2006). Para verlo en su salsa es necesario arrimarse al videoclub. Allí pueden conseguirse sus películas más personales, varias de ellas creadas por él mismo junto a Adam McKay. Las fundamentales son El reportero (Anchorman, 2004, foto), Ricky Bobby, loco por la velocidad (Talladega Nights, 2006) y Patinando a la gloria (Blades of Glory, 2007). Los ferrellianos más duros tienen también a disposición, en DVD, Semi-Pro, el amateur y Hermanastros (Step Brothers), ambas de 2008. Así como el show You’re Welcome America - A Final Night with George Bush (2009), donde estupidiza a gusto a cierto presidente estadounidense que sabía estupidizarse solo.