VIDEO › 4:44, EL ULTIMO DIA EN LA TIERRA, DE ABEL FERRARA
Siguiendo el mismo impulso tanático de Melancholia, de Lars von Trier, y Atormentado, de Jeff Nichols, ahora el director de Un maldito policía se imagina su propio fin del mundo, con la pareja protagónica haciendo eso que se aconseja para estos casos.
› Por Horacio Bernades
El mundo terminó hace dos años. Así sucedió en el cine, al menos. En 2011 se descubrió un nuevo planeta, llamado Melancholia, que tras salirse de órbita vino directo hacia la Tierra. En el mismo año, un hombre, tras observar que el clima global se estaba volviendo loco, decidió construir un refugio antitormentas, encerrándose allí para siempre junto a su familia. Y –ahora venimos a enterarnos– fue también en 2011 que la capa de ozono se adelgazó hasta extinguirse, ocasionando la catástrofe climática de imaginar. Ultimo film de Lars von Trier hasta la fecha, Melancholia se presentó al mundo en Cannes 2011. El refugio antitormentas dio nombre a Take Shelter, de Jeff Nichols, que en la Argentina se editó el año pasado en DVD, con el título, sin duda ocurrente, de Atormentado. Lo del agujero de ozono tiene lugar en 4:44, Last Day on Earth. Se trata del film más reciente del italoamericano Abel Ferrara. Su lanzamiento internacional se produjo en la penúltima edición del Festival de Venecia y el sello AVH la lanzará la semana próxima, literalmente traducida como 4:44, el último día en la Tierra.
“Aquí termina mi tarea”, anuncia, con la calma de una noche cualquiera, el conductor del noticiero. “Desde aquí hasta el final los acompañaremos con imágenes de la ciudad de Nueva York.” El final al que se refiere no es sólo el de la transmisión, lo sabemos desde el comienzo. “Al Gore estaba en lo cierto”, había dicho un rato antes otro conductor de televisión, refiriéndose a las predicciones catastróficas (muy poco originales, en verdad) que el ex vice de Bill Clinton viene cobrando en dólares desde hace algún tiempo. Allá arriba, el agujero de ozono se agrandó tanto, que la fecha de vencimiento llegó, y tiene hora: las 4:44 de la madrugada. Hasta ese momento hay tiempo de despedirse de los seres queridos, dejarse ganar por la melancolía, volverse loco o suicidarse, si uno es demasiado impaciente.
Todo lo anterior intenta, en uno u otro momento, en su bohemio loft de Manhattan, Cisco, el actor al que interpreta Willem Dafoe. Lo acompaña su novia, la pintora abstracta Skye, varias décadas menor (la pareja reproduce la que la chica, Shanyn Leigh, tiene desde algunos años con el propio Ferrara). Un pintor tiene la ventaja de que puede esperar el final haciendo su trabajo, y eso hace Skye, de pie frente a la tela que tiende sobre el piso, al estilo de Jackson Pollock. A Cisco no le queda otra que revisar fotos viejas, ver los noticieros, escuchar algo de música y usar el Skype para despedirse de la hija y, aunque no estuviera en los planes, de su ex, que hará alguna última referencia envenenada a “la pendeja” que lo acompaña. También está la posibilidad de salir a la terraza e intentar tomar un poco de aire. Pero las salidas terminan con Cisco aullándole al resto de los neoyorquinos. O el amague de recaer en la droga, de la que hace un par de meses está limpio, o tirarse de la cornisa. Aunque estando con la persona amada, lo mejor es hacerle caso al viejo adagio sobre qué hacer en caso de que se termine el mundo.
Con aporte en la producción del realizador chileno Pablo Larraín (el de la elogiadísima No) y grabada en digital por Ken Kelsch, DF de confianza de toda la vida, de más está decir que, lejos del sonido y la furia de otros films, 4:44 es un Ferrara de cámara, lánguido, solitario y final.
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