de Sam Mendes. Con Daniel Craig, Javier Bardem y Judi Dench.
2012, 143 min.
MGM Video.

Muera Batman, viva Bond. Allí donde Christopher Nolan sumió el comic en sofocantes aires de importancia, la saga de 007 celebra su cincuentenario con una de sus entregas más compactas. Nada tontos, los dueños de la franquicia Bond se anoticiaron de que después de la serie Bourne, la aventura descerebrada debe trocar por el aire ominoso, la falta de piedad generalizada, la letalidad del enemigo interno. Súmense kilos de adrenalina, grandes escenas de acción, secuencia de créditos con tutti gli fiocchi, fotografía ultraclimática del gran Roger Deakins, los clásicos oneliners y un archivillano tan teatral, perverso y digno de piedad como –sí– el mismísimo Guasón, y se obtendrá Bond + Bourne + el Batman de Burton = la felicidad (o casi).

Franklin, de Jonas Akerlund. Con Matt Lucas, James Mardsen y Billy Crystal. 2012, 92 min.
Sony Video.

Una de esas películas que pueden tener por protagonista a un gordito calvo, irritantemente idiota, que usa pelucas color granadina y sale a la calle en calzoncillos (de día) y calzoncillos y campera (de noche). En el living ejecuta la trompa alpina, instrumento de largo apenas menor que el del ambiente. Sobre el piso, el cadáver del administrador del edificio, a quien por algún motivo asesinó. Justo después de que su perrito confunda un dedo del muerto con una apetitosa salchicha, el muchacho cae en la cuenta de que no estaría mal deshacerse del fiambre. El reparto, del largo de la trompa alpina, incluye a James Caan, Billy Crystal, Johnny Knoxville, Amanda Plummer, Dolph Lundgren y otros, que no entran en el living de estas líneas.