VIDEO › PROYECTO 43, DE PETER FARRELLY, DESPEGADO DE SU HERMANO BOBBY
Protagonizada por un rosario de estrellas, esta guarrada condensa tal grado de osadía e insolencia que resulta lo más parecido a un incómodo forúnculo que pueda asomar en la lipoaspirada, botoxeada piel del cine industrial contemporáneo.
› Por Horacio Bernades
¿Queda algún lugar para el escándalo, en tiempos en que la permisividad es la norma social incuestionable (al menos en Occidente; los países islámicos no suelen profesarla con tanto fanatismo)? Tal vez no quede para el escándalo “a la antigua”, con manifestaciones, denuncias, signos de la cruz y prohibiciones, pero sí para formas más disimuladas de rechazo, que pueden ir del ninguneo a la negación lisa y llana, pasando por la miopía y el olímpico desdén. Es lo que sucedió, en el momento del estreno (enero pasado en Estados Unidos, dos meses más tarde en Argentina) con la comedia de sketches Movie 43, rebautizada aquí Proyecto 43. Este diario fue, en la firma de Ezequiel Boetti, uno de los pocos medios (¡en el mundo!) que vio méritos en esta galería de crudeza, excesos y revulsión. De Nueva York a Lituania, de Estambul a Hong Kong, de Nueva Zelanda al barrio de Boedo, nueve de cada diez críticos oscilaron entre arrugar la nariz ante tanta virulencia iconoclasta-escatológica y/o negarle a esta serie de episodios encadenados la condición misma de película cinematográfica.
No sólo es una película Proyecto 43, sino una que condensa tal grado de osadía, insolencia y soberanía, que resulta lo más parecido a un incómodo forúnculo que pueda asomar, al día de hoy, en la lipoaspirada, botoxeada piel del cine industrial contemporáneo. Su edición en DVD, en días más y a cargo del sello AVH, impone una renovada recomendación. Claro que un forúnculo no es algo estimulante, adictivo o que deje a nadie boquiabierto, y Movie 43 sí. Salvo dos o tres episodios que sin dejar de ser interesantes tal vez no tengan todo el punch que se requería, el resto de este proyecto capitaneado por Peter Farrelly, despegado por primera vez de su hermano Bobby (desde Loco por Mary hasta la reciente Pase libre, pasando por Irene, yo y mi otro yo y Amor ciego, ambos son la representación misma de la comedia revulsiva) y dirigido por él y un grupo de compinches, es tan redondo en su concepción como en su ejecución.
Un episodio en el que una chica tiene su primera menstruación en casa de un compañero de colegio (debut en la dirección de la comediante Elizabeth Banks, dicho sea de paso) genera una enorme incomodidad. Y no se trata de una ligera hemorragia, por cierto. El resto son seis (6) episodios lisa y llanamente geniales. En el primero, Hugh Jackman reúne todas las condiciones de soltero ideal... salvo por una peculiaridad testicular, que lo convierte en concreción viviente de cierta frase popular (ver foto). La única que parece advertirlo (¡soledad metafísica de la pobre chica!) es su horrorizada cita de esa noche, una elegantísima Kate Winslet.
Ah, sí, una rareza de Proyecto 43 (y máximo “gancho” de venta, obviously) es que no actúan en ella actores de décima sino, además de los nombrados, gente como Richard Gere, Naomi Watts, Uma Thurman, Gerard Butler y Halle Berry. Se les suman comediantes identificados con el humor radical, como Anna Faris, Justin Long, Jason Sudeikis, Johnny Knoxville y la propia Banks. Qué decir del muy progre matrimonio alternativo, que educa a su hijo en casa, pero sometiéndolo al régimen propio de un high-school, “para que crezca como todo chico de su edad”. Ese régimen incluye maltrato, abusos, bullying y acoso sexual de parte de sus “compañeros”. Que para el caso son los padres, cumpliendo función de docentes, preceptores, instructores y pares. Freud, Hitler y el “monstruo” de Cleveland no pudieron haber imaginado algo más atroz.
Después están la novia coprófila, el chico que le regala a su amigo un beligerante duende irlandés, la pareja que para animar su primera cita decide jugar una versión algo extrema del Verdad/Consecuencia (incluyendo sendas cirugías) y Elizabeth Banks compitiendo por el amor de un hombre con su minino gay, un dibujo animado tan enamorado del dueño que... se masturba mirando sus fotos. Lo genial no es sólo el nivel de zarpe de las ideas (los tipos parecen haberse propuesto alcanzar el infinito y más allá de la moral) sino la coherencia y rigor con que están desarrolladas. Además del sofisticado carácter alusivo de más de un subtexto. Un solo ejemplo de esto último: la primera relación coprófila, en el episodio respectivo, está tratada como si fuera una primera relación sexual tradicional, con el novio obligado a tratar a la novia primeriza con el tacto, paciencia y contención que requeriría una virgen en los años ’50. Con la única diferencia de que lo que tiene que hacer es defecar sobre ella.
Con la excepción mencionada nadie quiso verla, nadie se la bancó, nadie se demostró capaz de tomarle el pelo al medio pelo del “buen gusto”. A partir de la semana próxima hay una nueva oportunidad de hacerlo. Y de gozar como locos con semejante despiplume.
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