Sábado, 22 de marzo de 2008 | Hoy
VIDEO › MARIANA ARRUTI HABLA DE LA RENOVADA ACTUALIDAD DE SU FILM TRELEW
La reactivación de la causa judicial le da a la película que Página/12 presenta mañana a sus lectores una ardiente actualidad. “Vivo este momento con satisfacción, porque la motivación para hacerlo no fue sólo el reclamo de justicia”, dice Arruti.
Por Oscar Ranzani
Cuando en el año 2000 la antropóloga y cineasta Mariana Arruti decidió poner en marcha su primer largometraje documental, en Trelew habitaban los fantasmas del miedo al pasado. No había justicia sino silencio oficial. Las cosas han cambiado en el país y el clima de justicia que se vive actualmente, por las implicancias de la causa que lleva adelante el juez Hugo Sastre, permite soñar con un futuro más próspero que hace más de treinta y cinco años, cuando sucedieron los hechos que la Armada se encargó de silenciar y distorsionar. El acontecimiento significó el preludio del terrorismo de Estado que la dictadura del ’76 llevó a escalas mayores: el 15 de agosto de 1972, durante otra dictadura, la de Alejandro Agustín Lanusse, un grupo de presos de organizaciones armadas (ERP, FAR y Montoneros), planearon una fuga masiva del Penal de Máxima Seguridad de Rawson hacia el aeropuerto de Trelew, con la idea de tomar un avión que los llevara al Chile de Salvador Allende y luego a Cuba. Todo había sido planificado milimétricamente. Pero una seña mal interpretada puso en falla el operativo: sólo llegaron a abordar la aeronave seis líderes de las tres organizaciones y otros diecinueve prisioneros llegaron cuando el avión carreteaba por la pista. Entonces, se rindieron en el aeropuerto y ante la presencia de un juez se dictaminó su regreso al penal de Rawson. Sin embargo, la decisión fue violada y los enviaron a la Base Aeronaval Almirante Zar, donde fueron fusilados. Tres de ellos sobrevivieron y pudieron contar la historia. Tiempo después, durante la dictadura de Videla fueron detenidos y desaparecidos. Sobre esta historia impactante, Arruti construyó su notable documental Trelew que podrá adquirirse mañana como compra opcional con Página/12.
El film insumió cuatro años de una profunda investigación: en un relato coral hablan sobrevivientes de la fuga, compañeros de los fusilados, abogados de los presos políticos, pero también algunos habitantes de Trelew, remiseros que transportaron a algunos prisioneros, empleados del Servicio Penitenciario e, incluso, un empleado de la funeraria local que retiró los cadáveres. Estos relatos se combinan con imágenes de archivo rigurosamente seleccionadas e imágenes del lugar. Trelew no tiene la estética del cine político, pero es una película política narrada con un suspenso inquietante, como si la historia estuviera sucediendo en el presente, aspecto que le otorga condición de thriller que puede llegar a hacer sudar al más indiferente.
El DVD de Trelew sale a la venta en un momento muy especial. Desde que se reactivó la causa, el juez Hugo Sastre encuadró los hechos como delitos de lesa humanidad y dictó la prisión preventiva de cinco marinos retirados: los oficiales Luis Emilio Sosa, Emilio Jorge Del Real, Rubén Norberto Paccagnini (jefe de la base Almirante Zar en 1972) y el suboficial Carlos Amadeo Marandino fueron señalados como “probables autores materiales, penalmente responsables del delito de privación ilegítima de la libertad y homicidio premeditado”. El contraalmirante Horacio Alberto Mayorga (responsable máximo del área) será juzgado como “cómplice necesario”. En tanto, uno de los imputados sigue prófugo: se trata del teniente de navío retirado Roberto Bravo, del que Página/12 reveló que vive en Estados Unidos y es propietario de una empresa que provee servicios a las fuerzas armadas de ese país. Subiendo en la cadena de mandos, el juez indagará próximamente a dos funcionarios de la dictadura de Lanusse, ya que se entiende que la decisión del fusilamiento fue tomada por las más altas autoridades políticas: el ex secretario de Planificación, Ezequiel Martínez, y el ex ministro de Defensa Eduardo Aguirre Obarrio. La lista de las próximas declaraciones indagatorias incluye la del capitán de navío Jorge Enrique Bautista y el general Eduardo Betti. En este contexto, el documental de Arruti cobra un nuevo significado, que explica su directora.
–Trelew exhala un reclamo de justicia. ¿Cómo vive este presente, entonces, después de más de 35 años de silencio oficial?
–Lo vivo con satisfacción. La motivación en el momento en que la hicimos no era solamente el reclamo de justicia. Había otras cosas en las que pivoteaba el documental y que tenían que ver con la recuperación de una historia política que giraba alrededor de un hecho que había sido silenciado y acallado. Sentíamos que el relato, por un lado, permitía hacer una denuncia sobre un crimen impune pero, a la vez, y paralelamente, devolver la identidad política de una época. La película gira esencialmente en torno del tema de la fuga y, de alguna manera, cuando pensamos en qué cosas contar, sentíamos que el tema de la fuga era un modo de devolver esa identidad política a los protagonistas de esos años. Ahora, a nivel de lo que está pasando, me resulta tremendamente conmovedor pensar que hay cinco de los responsables detenidos. Es algo que yo no pensaba que iba a ocurrir y uno lo ve con satisfacción, porque la justicia es importante para marcar una frontera entre lo que debe hacerse y lo que no, entre lo que está bien hecho y lo que no. Es lo que empieza a permitir sanar heridas tan profundas.
–Usted señaló que cuando empezó con la película, Trelew “era mala palabra, el horror, algo maldito... nadie entendía que me metiera con este tema”. ¿El tiempo le dio la razón?
–Bueno, en el momento en que empezamos a trabajar (en 2000) hablar de Trelew era complicado, porque precisamente remitía a una época anterior al inicio de la última dictadura. Había que hablar de un grupo de personas que eran militantes comprometidos en distintas organizaciones armadas. No era sencillo hablar de esto. No era este momento: hoy hay una apertura diferente para debatir cuestiones no saldadas del todo a nivel de la sociedad. También por esa razón es que no podía imaginarme nunca que podría haber una situación como la que vivimos hoy con una causa abierta, con detenidos que van a ser juzgados y que la Justicia va a determinar su destino. Si no se podía hablar de eso, mucho menos uno podía prever que esto iba a suceder, más allá del deseo nuestro de denunciar que eso estaba olvidado e impune.
–¿Qué significó en lo personal hacer Trelew?
–Muchísimo. Significó llegar al público, que es algo maravilloso. Llegó a muchísimos jóvenes que es lo que más me importa. Sentía que había que contar la película de una manera que tenía que cautivar a los que no conocían la historia. Esa fue una de las cosas más hermosas: aún hoy después de cuatro años de estrenada Trelew, la gente entra en la página web, escribe, se programa el documental en todas partes. Por otro lado, es importante sentir que uno puso un granito de arena para esto que está pasando hoy. Haber podido poner sobre la mesa un tema que estaba silenciado y, después de cuatro años, tengamos lo que tenemos como noticias en los diarios, para un persona que se dedica a la investigación y al cine es muy fuerte. Cuando empezamos, en Trelew era superdifícil conseguir un testimonio, tener las voces que nos contaran la historia. Quienes, al principio, no querían participar y tenían temores o dudas de exponerse ante una película, vivieron un proceso que fue cambiando del miedo y la negativa a lo positivo, a construir la memoria, a animarse, a encontrar ellos su propia necesidad para participar de la película. Esa fue otra de las cosas hermosas que nos pasaron.
–El film tiene un componente ficcional que le otorga suspenso casi como un thriller político, a la hora de narrar cómo se panificó y se llevó a cabo la fuga. ¿La idea fue señalar que un operativo como ese se vivía de esa manera?
–Sí. Era una historia que merecía ser contada de esa forma. Intenté tratar que el espectador se sintiera parte de esa historia y un poco protagonista de esa fuga. Hay muchas cosas que no fueron transmitidas a nuestra generación. Una de esas cosas es lo cotidiano de un grupo de personas que decide asumir un compromiso como el que asumió este grupo de militantes. Eso implicaba participar de una fuga del penal de Rawson, con todos los elementos dramáticos que eso implicaba. Valía la pena contarlo desde ese lugar porque tampoco había sido contado, como no habían sido contadas las chacareras dentro de la cárcel, los noviazgos, las relaciones interpersonales, los partidos de fútbol en el patio. Todo esto me sedujo mucho cuando empecé a conocerlo por los testimonios de quienes habían estado presos en la cárcel, porque también daba cuenta de una juventud, de una época histórica, de un momento y de la motivación que ese grupo de gente había tenido para comprometerse con este proyecto político. Yo sentía que lo único que nos habían dado a conocer era la tragedia. Pues había otras cosas además. Había razones para que esa generación se comprometiera como lo hizo.
–Trelew no tiene la estética del cine político, pero es una película política.
–Yo no me lo propuse de esa forma sino contar una historia que me conmovía. Y la quería contar con toda la emoción que me producía. Obviamente, es una historia que fue central y determinante en los años posteriores que vivió nuestro país, con una significación inmensa para una generación. Esto implicaba una responsabilidad muy grande. Pero yo quería contarla desde mi emoción, desde cómo yo la estaba viviendo cuando la escuchaba. El cine debe ser eso, se debe comprometer desde ese lugar; es decir, desde cómo cuenta una historia y ponerle a esa narración la emoción del autor. Para esto sirve. En todo caso, después disparará debates, lecturas, comentarios, investigaciones y otras cuestiones que se van a dar en el ámbito de lo social, de la comunidad, del afuera, que terminan de completar lo que uno hizo. Pero yo siento que el cine cuando se puede centrar en la cuestión de la emoción, es cuando funciona y cuando realmente le llega a la gente.
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