Sábado, 22 de marzo de 2008 | Hoy
VIDEO › MARGOT Y LA BODA, SEGUNDO LARGOMETRAJE DIRIGIDO POR NOAH BAUMBACH
El compinche de Wes Anderson, con quien coescribió La vida acuática, propone ahora una radiografía no tanto de una batalla familiar (como en su película anterior) sino más bien de sus despojos.
Por Horacio Bernades
En Historias de familia, la película anterior del joven realizador y guionista Noah Baumbach, estrenada aquí un par de años atrás, una familia de la intelligentzia neoyorquina se despedazaba entre citas cultas y mínimas manías domésticas. La siguiente Margot and the Wedding, estrenada en Estados Unidos hacia fines del año pasado, hace un lógico tándem con aquélla. Con la salvedad de que esta vez la batalla familiar ya tuvo lugar, por lo cual no se asiste a su clímax sino más bien a sus secuelas, sus esquirlas y despojos. Con los estelares Nicole Kidman, Jennifer Jason Leigh y Jason Black en roles protagónicos (apoyados por el adolescente de turno y también por John Turturro y el irlandés Ciaran Hinds), AVH lanzará en días más el quinto opus de Mr. Baumbach (Brooklyn, 1969), con el título literal de Margot y la boda.
Margot es la señora Kidman, cuya obsesión por el rediseño facial (la nariz demasiado respingada, pero sobre todo esa temible combinación de frente amplia y finísimas cejas delineadas) parece predisponerla a papeles cada vez más retorcidos. En Reencarnación se convencía de que un niño era su marido muerto, en Fur perdía la cabeza por una suerte de hombre-lobo y en La brújula dorada era la bruja del cuento. Aquí cumple un papel peor aún: el de escritora neoyorquina neurótica, egoísta y viperina. La boda no es de ella sino de su hermana Pauline (Jason Leigh), que alguna razón habrá tenido para dejar todo e irse a vivir a un alejado paraje lacustre de la Costa Este. A Pauline (a quien llaman Paul, como para añadirle a sus turbaciones la de la identidad sexual) le quedó una hija preadolescente de una relación anterior, y lleva otro niño en su panza. Motivo más que suficiente para haber resuelto casarse con Malcolm (Jason Black, en su primer papel decididamente dramático, teniendo en cuenta que el protagónico de King Kong era bastante payasesco).
Aunque Paul quiera presentarlo como “brillante”, Malcolm es en verdad un ex músico frustrado y bilioso, cuya principal actividad parecería ser, según se ufana su futura esposa, la de escribir cartas de protesta a publicaciones varias. Distanciada de su hermana desde hace años, pero invitada ahora a su boda, Margot deja por unos días Manhattan y parte hacia allí en compañía de Claude, su hijo de trece, de aspecto decididamente unisex (el debutante Zane Pais). Claro que no es fácil saber si es la boda el verdadero motivo de su viaje, habida cuenta de que la buena de Margot aprovechó para agendarse una charla en una librería local.
Un estado de entropía absoluta, bastante más avanzado que el de Historias de familia, rige no sólo la dinámica familiar de Margot y la boda sino la del propio film. En ocasiones, el desorden afectivo y sentimental puede ser perversamente gracioso, como cuando en medio de una situación cualquiera a Margot se le mete un bicho en un oído, y Pauline la tranquiliza diciéndole que debe estar incubando. Contando con el notable Harry Savides (Elephant y Los últimos días, de Gus van Sant) a cargo de la cámara, Baumbach acentúa el desorden con cortes abruptos y escenas discontinuas. En ocasiones se le va la mano, convirtiendo la película en un catálogo algo agobiante de pequeñas neurosis e incidentes locos. No por nada el muchacho es compinche de Wes Anderson, con quien coescribió La vida acuática. Como él –en ésa y la recién estrenada Viaje a Darjeling–, a veces Baumbach parece no poder resistir la tentación y se deja arrastrar por un mar de excentricidades, que amenaza con inundarlo todo.
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