Sábado, 30 de agosto de 2008 | Hoy
CHICOS
El año pasado, en una de las campañas de lectura del Ministerio de Educación, se publicó un cuento de Pescetti que dice la palabra caca. Una mamá no estuvo de acuerdo y llamó a la radio. Cuenta Luis Pescetti el episodio en su página web luismariapescetti.com.ar: “Mario Portugal y Nelson Castro, en su programa radial, comentaron con cierto escándalo mi texto Un cuento de amor y amistad, y el hecho de que figure en una campaña de lectura, porque dice la palabra caca. Dado que no llamaron para informarse les escribí un breve correo ofreciéndome para debatir al aire, y dando mi teléfono, lo leyeron al aire, pero su comunicación tampoco se produjo. Tampoco llamaron a la editorial ni a especialistas en el tema”.
Para Pescetti, el uso de las malas palabras no es ofensivo en contextos donde no hay en juego ni relaciones de poder ni la autoestima del otro. “El lenguaje de todos los días es de una gran plasticidad –reflexiona– por eso cambia, evoluciona, admite palabras que caen en desuso, tiene reglas y también es una construcción común. Por eso es bueno que los niños lo vean así, y no como una pieza de museo que no se puede tocar.” Por otra parte, argumenta, “el buen gusto encierra una serie de valores, y en estos casos se juega con él en aras de otros valores considerados más altos: la espontaneidad, la alegría, la libertad, la comunicación más allá de códigos solemnes, rígidos o estereotipados”.
Para Pescetti, se puede estar de acuerdo o no con dar a leer esto a un niño, “pero nunca considerarlo un capricho ni un descuido”. Y concluye: “Vemos las consecuencias de lenguajes acartonados, obsoletos: los chicos sienten que deben aprender reglas en las que no creen. Sienten que esas reglas no son eficaces para el mundo real. Y así, muchas veces, sospechan que esos adultos que las transmiten fracasan en el mundo real”.
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