LITERATURA › OPINION
Una primicia argentina
Por Rodolfo Alonso*
Los argentinos bien podríamos preciarnos de haberlo “descubierto”. Cuando Aldo Pellegrini me propuso seleccionar y traducir una antología de Fernando Pessoa (Poemas, Fabril Editora, 1961), su nombre era casi desconocido incluso en Portugal, donde fue arduo convencer a los herederos, liderados por su cuñado Francisco Caetano Dias. (Para no hablar de los textos originales, prácticamente inhallables, hasta que el poeta brasileño Milton de Lima Sousa me acercó las primeras ediciones de Etica que, a partir de 1942, intentaron concretar en Lisboa dos jóvenes poetas.) Sólo se había traducido entonces, en nuestro idioma, a un único heterónimo (Poemas de Alberto Caeiro, Rialp, Madrid, 1957), en cuya introducción el poeta español Angel Crespo afirmaba claramente: “Creo que éste es el primer libro de versos de Fernando Pessoa que ve la luz en nuestro país”. Pero la trascendencia de esa primicia argentina (primera en castellano con todos los heterónimos, primera en América latina) no se limita a su concreción, de hecho pionera, sino también a la intensidad con que fue recibida, no sólo aquí. En contado plazo, sin promoción ni publicidad ninguna, silenciosamente, hubo que lanzar reediciones sucesivas de este poeta de existencia sin anécdotas, casi sin biografía, y que se había mantenido en vida prácticamente inédito. Como me tocó palpar después, por anécdotas privadas, y como aún me sorprendo comprobando, en todo el universo de nuestra lengua aquella edición argentina de Pessoa (hoy textualmente reeditada: Antología poética, Argonauta, 2005) conquistó a sus lectores casa por casa, uno por uno, individualmente, por la propia potencialidad de sus poemas, sin que se tratara de un éxito masivo, programado, superficial, exterior, y de una forma tan indeleble que todavía –me consta– se la conserva en bibliotecas privadas como un acontecimiento, y en el corazón y en la memoria como un entrañable compañero, íntimo, personal, de huella perdurable.
* Poeta y traductor.